Publicado en el libro
REPORTERO TAURINO
Reunirnos entre amigos, para hablar de algo distinto a la lamentable situación política que ocupa sitio destacado en el escenario de nuestras expectativas, es por sí misma un escape maravilloso que nos proporciona la fiesta de los toros, el espectáculo más hermoso del mudo que tiene el don de reunirnos y unirnos.
FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN |
Me referiré a mi amigo vallisoletano Fernando Fernández Román quien por su condición de profesional, de excelente profesional tomó sitio de preferencia entre los medios de comunicación de la fiesta de los toros y también porque dejó muy atrás el lenguaje agresivo, ofensivo y calumnioso que en un período no lejano caracterizó la información taurina. Puedo decir que, desde que Fernando cruzó el charco gracias a las transmisiones de las corridas de toros y de los programas taurinosen Relevisión Española, hay un antes y un después de Fwernández Romás en los toros y en la televisión.
Me refiero al estilo sembrado por el mal entendido protagonismo de los cronistas, críticos e informadores, que fue copiado en nuestro medio criollo provocando, al igual que lo hizo en España, deleznables resultados que se superan por el tratamiento que Fernando le ha dado a la noticia, a la reseña y a la crítica constructiva en sus informativos de Radio Nacional de España y en Televisión Española.
Años atrás nos reunimos allá en Aguascalientes, en los amplios y hermosos salones del hospedaje del Hotel de Francia que los hermanos mexicanos adornaron con las banderas del universo del toreo, salones que se inundaron con nuestros himnos, porque se celebraba el Congreso de Ciudades Taurinas. Las naciones taurinas del mundo se dieron cita en lo que fue, sin lugar a dudas, todo un acontecimiento. Un Congreso que tuvo respuesta a sus proposiciones y proyecciones.
Fernando representó con sobrada dignidad a su tierra española, y nosotros tuvimos el honor de vestir los colores de nuestra amada tierra venezolana en compañía del ganadero de Los Aránguez, Alberto Ramírez Avendaño y del médico veterinario y gran aficionado Vicente Lozano Rivas
En aquella oportunidad avizoramos la globalización inmediata de la información taurina; y hoy, simplemente penetrando en el Internet, constatamos la prolija presencia de los portales taurinos. Portales que compiten en inmediatez y oportunidad, igual que en calidad. En los salones del auditorio hidrocálido, alertamos de los problemas que la mala interpretación de la ocupación de los espacios informativos nos podría acarrear a los comunicadores. Problemas de interpretación y confusión, primordialmente, porque se repetiría lo que no dejó de repetirse a lo largo del Siglo XX, un período generoso en la inventiva comunicacional. En un principio fue la reseña escrita y descriptiva de los hechos. Un pasar revista a los acontecimientos, y de allí el nombre de “revistero”; más tarde la inclusión del grabado, el retrato, la fotografía y el sentido crítico y literario de la crónica.
El periodismo le dio sentido de humana aproximación a los protagonistas de la fiesta, desnudando de su aspereza a los Tragabuches, humanizándolos hasta convertirlos en Lagartijos y Frascuelos.
La reseña evolucionó con sus autores, hasta convertirse en hermoso género literario. Especie de narrativa épica, de la que se guardan con celo piezas convertidas en testimonios probatorios de la época romántica del toreo. Hasta que surge el protagonismo, y ocurre cuando hay vacío de protagonistas en el ruedo. Así sucedió con el mutis de Guerrita, cuando los periodistas inventaron una rivalidad que jamás existió, porque nunca hubo consistencia de competencia entre el sevillano Bombita y el cordobés Machaquito. Sí, amables amigos, una rivalidad inventada por los muy imaginativos periodistas a finales del siglo XIX, con el aderezo del lío de los Miuras y todo lo demás, tan batido y debatido hasta ser copiado por los impostores contemporáneos.
JOSÉ ALAMEDA "ATENAZA" LA HISTORIA ENTRE RODOLFO GAONA Y MANUEL BENÍTEZ "EL CORDOBÉS" |
La barca del toreo navega con placidez, mientras férreas manos la conducen. Sobre todo en la época dorada de Joselito y Belmonte, un período explicado con valiosa amplitud en dos textos fundamentales para la formación de un buen aficionado. Me refiero a las memorias de don César Jalón “Clarito”, y al libro de mi admirado amigo Paco Aguado, Joselito el rey de los toreros, editado por Espasa Calpe en Madrid y que no vacilo recomendárselos. Lecturas obligadas, para entender la continuidad del Hilo del Toreo al que hace referencia el maestro José Alameda.Un personaje que a través de esta disertación ataremos en el camino de la evolución de las herramientas informativas hasta llegar a Fernando Fernández Román, protagonista principal del tema que nos ocupa esta mañana en predios valencianos con motivo a esta sorprendente y hermosa Feria Internacional; porque como los indiqué al inicio de esta charla, la brújula de la misma está orientada a la interpretación de las consecuencias que tiene la Televisión en la Fiesta de los Toros.
La plácida navegación sufre cambios importantes, y sobre todo contundentes con la aparición de las nuevas tecnologías. El despacho cablegráfico, que anuncia la muerte de quien no podía morir porque no había nacido la vaca que pariera el toro que le habría de matar aquella aciaga tarde talaverana. El teléfono convertido en artilugio indispensable para la fauna administrativa e informativa del toreo, convertido en herramienta indispensable de sus vasos comunicantes. Y surge la radio; y con la radio, la transformación en el lenguaje. Hubo terror de sustitución, provocándose una borrasca inútil como absurda, hasta que la radio ocupa con placidez su lugar, al igual que la reseña. Cada quien con su cada cual; pero nace un lenguaje nuevo, diferente, en la narración de los hechos al utilizar el medio radiofónico.
FRANCISCO RUBIALES, EL GENIAL PACO MALGESTO |
La inventiva de Paco Malgesto, por ejemplo, en la Plaza México, llena de ingenio los vacíos en las tardes soporíferas en la Monumental. Narra el color del suceso en el tendido. Con el introductorio “¡Oiga Usted…! Malgesto relata en el instante el volcán que erupta la pasión entre “armillistas” y “garcistas” en los graderíos de esa plaza grande, hermosa y querida, construida a la carrera por el nunca ponderado Nayib Simón, para albergar al fenómeno Manolete y sus monstruosas ramificaciones.
Ramas como las reapariciones de Lorenzo y de Fermín, resortes impulsores de la añorada Edad de Plata del Toreo Mexicano, elaborado por los arquitectos del toreo moderno, los ganaderos de Tlaxcala y de Zacatecas. Los González y los Llaguno, antecesores de los Garfias y de los Chafik.
Un fenómeno torero, el de Manolete, conducido taurinísimamente, sin fundamentalismos, hasta sembrar en tierras americanas raíces profundas que dieron frutos generosos en nuestra propia tierra, como el de la dinastía Girón, con su prenda más preciada, el gran César, que rescata y jerarquiza la bella ciudad jardín, y a su maestranza, que estaban casi tan perdidas para el toreo, como hasta ayer lo estuvo esta hermosa Monumental de Valencia. Con Manolete, precisamente, los talibanes del toreo pretenden comparar al joven maestro José Tomás.
Y me atrevo referirme a él, a José Tomás y a sus seguidores como “los talibanes del toreo”, sin intenciones peyorativas, sino en el más justo sentido que nos da la traducción de la palabra “talibán” y que no es otra que la de estudiante religioso. El que interpreta con marcado sentido fundamentalista la doctrina del espectáculo del toreo. Curiosa interpretación que nace al calor de doctrinas que prohíben como prescribieron de Kabul la música y el fresco rostro de la mujer afgana, la imagen del torero de Galapagar en la pantalla de televisión. Ya hemos atado, amables contertulios, un par de nudos en este hilo del toreo: Fernando Fernández Román y José Tomás.
La transmisión televisiva de los espectáculos taurinos surge como respuesta al reto en tierra americana. La Columbia Broadcasting Sistem, la CBS, traslada sus cámaras a El Toreo de Cuatro Caminos en la Ciudad de México, y transmite corridas de toros. No logra insertarse la fiesta, como lo hicieron a puño, el tackle y la doblecampana, el boxeo y la lucha libre, o como más adelante lo haría el fútbol. Y no lo hicieron porque la pacatería de los anunciantes evitaba mancharse con la sangre del toro, evitaba la identificación que pudo haber provocado la proscripción de las listas de anunciantes elaboradas en Nueva York, por gente de las Sociedades Protectoras de Animales.
FEDERICO NÚÑEZ, FIGURA GRANDE ENTRE LOS GRANDES DE AMÉRICA |
Son los mismos grupos que de día elaboran enmarañados programas para la preservación de libélulas y de tortuguitas, y que por la noche aprietan botones que descargan bombas Napalm que mutilan niñas y niños o misiles terribles que borran del mapa poblaciones enteras con sueños y proposiciones. Luchando contra esa pacatería nació la fiesta de los toros en la televisión. Aquí entre nosotros bien vale reconocer el esfuerzo titánico de un gran hombre de bien, de quien nadie puede dudar de su amor por la humanidad y decidido apoyo al niño desamparado. Me refiero a don Antonio Aragón con quien en Venezuela
nacieron las transmisiones de los espectáculos taurinos por Radio Caracas Televisión. Él, Aragón, sembró la semilla que más tarde regaría el trueno de la voz de Alejandro Arratia Oses, que ataría pueblos y ciudades, saltando montes y cañadas, para llevar a toda Venezuela en atrevidas y heroicas transmisiones, las corridas de toros en directo desde San Cristóbal, Mérida, Maracaibo y esta gran Valencia. A la vera de don Alejandro surgió la descripción inimitable de Federico Núñez. Un compañero fraterno, con quien anduve buena parte del camino. Federico ha sido, sin lugar a dudas, “la voz taurina de Venezuela”. Un gran aficionado, conocedor de la fiesta de los toros, izó la bandera del bien decir y del mejor explicar en sus transmisiones.
Ellos tres son fundamentales en la línea de las transmisiones taurinas en Venezuela, y para ellos exijo el reconocimiento de la afición porque han sido maestros auténticos. En circunstancias similares, Matías Prats, en España, cambió de cancha y saltó del césped a la arena. Hombre de vocación radiofónica, llenó de palabras, anécdotas y referencias momentos muy importantes en la fiesta. Su voz llena el archivo de los noticieros y marca un momento importante en la historia de las narraciones televisivas. Hay que recordar, también, a Campos de España, un intelectual en la narración.
Todo comienza a transformarse con la erudita presencia de don José Alameda, el maestro que rompió el firmamento herziano con su frase “El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega”. Síntesis genial, aplicable al amor o cualquier otra circunstancia de la vida. Este madrileño nacido en la calle de Goya, que creció en Marchena y se hizo en Madrid junto a los genios de una generación perdida, cruzó el Atlántico y entró en América por Nueva York. Cruzó la frontera hasta llegar a la región más transparente, que curiosamente albergaría más tarde a Álvaro Mutis y a Gabriel García Márquez, en distintas circunstancias pero con exactos propósitos: hacer del castellano expresión estética, con apasionada entrega.
Alameda debutó en televisión en la XEW, en 1952, un año antes de publicar su primer libro: El toreo, arte católico. Hubo un torero que afirmaba que el toreo es una profesión muy católica, porque toreaba cuando Dios quería. En 1962 Pepe Alameda se convirtió en el precursor de las transmisiones radiofónicas intercontinentales, transmitiendo desde Madrid para la XEW la actuación triunfal de Curro Girón con toros de María Montalvo junto a Gregorio Sánchez y el mexicano Alfredo Leal. Curro Girón, que se haber justicia siempre se le colocará en la Historia Grande del Toreo universal porque durante su dilatada carrera siempre fue precursor de acontecimientos importantes.
Televisión Española le abrió de par en par las puertas a José Alameda para que desde la plaza de toros Vista Alegre de Bilbao narrara la alternativa de El Niño de la Capea. Un acontecimiento, se suma importancia, como lo ha demostrado la historia, un hecho que provocó que los terroristas del periodismo se sintieran desplazados por el talento de Alameda. Lo tildaron de comunista al autor del Arte Católico y le cerraron la frontera de la narración en la televisión española. Alameda introdujo un lenguaje distinto. Básicamente referencial, lo que le hizo más descriptivo y comprensible. Su talento abusaba, en buen término, de su erudición. Abrió caminos, tendió su generosa mano y fundó una escuela en el periodismo taurino. Sin embargo, el maestro será recordado más por su prosa y su verso que por la narración taurina.
Cuando España, a la muerte del generalísimo Franco, abre las compuertas a la información, crecen los medios de una forma impresionante. Las muchachas se quitan el corpiño y desnudan el torso, exhiben las nalgas y excitan con sus muslos, acentuando la época que registrará la historiografía política como El Destape. Curiosamente, ya el toreo había sido destapado y los protagonistas terroristas abusaban de la ofensa y del chantaje. España en su afirmación de identidad exalta la fiesta de los toros y recurre a estupendos documentales, entre los que destaca Tauromaquiade Televisión Española. Un documental que le hace el rizo al hilo del toreo, atándonos a los hispanoamericanos en un haz luminoso donde además del lenguaje, brilla la fiesta de los toros. Nace la competencia entre las televisoras privadas, las autonómicas, la televisión del estado y el cable. Si las privadas no se atreven, por aquello que dijimos que temen a la censura del gran censor, las autonómicas y la televisora del estado defienden los propio, el espectáculo más nacional.
El Cable, todo lo contrario. No necesita del sponsor, y le basta con el subscritor.
Además de la transmisión de la corrida de toros, están los programas didácticos o informativos, como ha sido el caso de Tendido Ceroque tan buena imagen le ha dado a Fernando. No dudo que se sustenta en su talento y en un estilo propio y novedoso que se apoya en el concepto que el televidente recurre a la fiesta en busca de distracción.
Copio textualmente a Mariano Ballesteros, quien asegura que “la televisión busca ‘otra fiesta’, una fiesta que nada tiene que ver con la auténtica, dirigida a una clientela mucho más numerosa que el simple aficionado, una clientela a la que no le importan ni las condiciones del toro, ni la lidia que se realice. El medio televisivo se nutre de otros ingredientes, sirve ante todo de entretenimiento y se contempla distanciado del hecho, desde la mejor butaca de tu salón. De la fiesta de los toros no necesita su esencia, los ingredientes que busca se encuentran en lo accesorio”.
El accesorio, me imagino, está en los tintes del corazón que bañan la vida privada de los protagonistas y que hoy proyectan mucho más a un torero que una gran faena en la arena de Madrid.
Y les digo, como dijo don Antonio Machado, que
“Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida,
un poco más, algo menos…”
Que haya una segunda parte, amigo Vito. ¡Qué dio mucho gusto y quedamos con ganas de más!
ResponderEliminarEnhorabuena.