Con el maestro Alameda, en Madrid, la ciudad donde todo ocurrió /Foto Jesús |
José Alamedarescató dos crónicas de Gregorio Corrochano, las que en sus contradicciones son hoy, cuando conmemoramos el Centenario de la Alternativa de Manuel Jiménez “Chicuelo”, noticia histórica. Porque aunque la historia es un cúmulo de testimonios notariales sus hechos crecen el tiempo y se aclaran en la distancia. La faena de Chicuelo a Corchaito de Pérez Tabernero en Madrid fue exaltada por críticos como Federico Alcázar, quien en su crónica asienta que “Chicuelo” realizó con el toro Corchaito la faena más grande del toreo.
No así Corrochano quien dedicó a esa faena dos crónicas, como asienta Alameda: “Una normal, la otra obligada. Y esta por coincidencia, o por consecuencia explicable, es la más interesante”. La primera es de la fecha periodísticamente correspondiente, a la corrida siguiente, en que no toreó Chicuelo, pero temía que hablar de Chicuelo.
En la primera crónica de Gregorio Corrochano al hecho que nos referimos fue en el ABC de Madrid el viernes 25 de mayo de 1928 el escritor se ocupa preferentemente de Cagancho, a quien alaba, por su gran estilo, la faena que hizo al segundo, premiada con vuelta al ruedo, y no más, evidentemente por desaciertos al intentar con el descabello.
Chicuelo. Toro tercero. El toro de Graciliano sale suelto de los caballos, vuelve la cara. Hay momentos que tememos lleguen a foguearle. Con lo bravos que fueron los anteriores. El toro malo, para el ganadero, es muy bueno para el torero. Chicuelo es su repertorio y estilo, da el mayor rendimiento. Con la izquierda empieza, con la izquierda sigue, con la izquierda termina. Intercala adornos vistosos y toreros, porque lo aprovecha todo. Ha hecho dos faenas, tres faenas, ni el toro se agota, ni él tampoco. Todos los pases de la nomenclatura taurina aquí están. Hubo series ligadas magníficas. En una faena tan larga, algún bache no importa, porque volvía a ligar.Para todos los gustos. Del mío, fueron los últimos naturales, cuando ya había que enganchar al toro en la muleta y tirar de él y hacerle pasar. Tengo mis preferencias. No me importa que el toro pase porque le de la gana al toro; me interesa mucho más que el toro pase cuando le de la gana al torero, cuando sé que el toro ya no quiere y el torero tira y le obliga y le hace pasar. Por eso la última parte de esta faena preciosista fue más de mi gusto. Dos pinchazos y una estocada corta. Los pañuelos ya habían asomado a media faena, demandaron la oreja, las orejas. Las dos.”
Esta crónica es un modelo de un estilo “avieso” de Corrochano, claramente tendencioso. A una faena enorme la llama “preciosista”, para empequeñecerla.Y aunque reconoce y señala la calidad de los pases últimos, lo hace de tal manera que parece estar insinuando que en los anteriores, el toro pasaba “solito” … Pero lo que molestó a muchos aficionados fue aquella cláusula de que “Chicuelo, en su repertorio y estilo (desvalorización flagrante), da su mayor rendimiento”. “¿Cómo rendimiento? Se trata acaso de una pastilla de jabón , o de la pieza de un motor? Semejante trato a un artista, en tal momento de gloria popular, hace reaccionar a muchos aficionados que protestan ante la dirección del periódico.
Pero Corrochano era hábil. Y la siguiente crónica, de una corrida en que no toreó Chicuelo, puso a Chicuelo desde el título y caso no habló más que de él, A continuación lo fundamental, de este texto.”
Segunda crónica: “CHICUELO Y BARRERA.
“No sé cuando acusó con más fuerza la evocación: si cuando Rayito intentaba inútilmente torear con la izquierda, o cuando Barrera giró con el capote en ese adorno al que dio Chicuelo tanta personalidad.Pero en recuerdo de Chicuelo presidió la corrida del domingo. No solo estaba en los espectadores, sino también en la preocupación de los toreros. ¿Por qué? Sin duda alguna porque de todo lo que ha hecho Chicuelo en el toreo, fue lo que tuvo más personalidad, y la personalidad en arte es fundamental. Y porque levantó en medio de la plaza de Madrid un monumental al olvidado pase natural.
Y Rayito queriendo convencer a los del ocho que quería y no podía torear con la izquierda. Y los del ocho que habían visto a Chicuelo dar 15 o más naturales, enganchando al toro y tirando en la última serie, diciéndole a Rayito lo que tenía que hacer.
Dado que Chicuelo, recarga Alameda, más que como figura de su momento, es importante históricamente. Corrochano no lo ve. (Diríase que escapa a su distancia) Su antichicuelismo es su gran falla, que le impide ver la ilación que va de Joselito a Manolete, a través del puente de Chicuelo, con lo que se le escapa el hilo conductor, casi la espina dorsal de la evolución del toreo en el Siglo XX …
Corrochano guarda después, un absoluto silencio, como si aquella faena y sus consecuencias no hubieran existido. Es acaso por su influyente personalidad, el mayor responsable de la “conspiración de silencio” contra aquel momento estelar., Lástima.
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