A veces pienso que los extraterrestres nos están invadiendo y lo hacen disimuladamente; con apariencia de gilipollas se están haciendo con la tierra y, si lo que creo es cierto, solo nos queda entregar armas.
Hay que ver la que se ha formado estos días en las redes con las activistas animalistas esas que dicen que a las gallinas las violan los gallos. ¡Tiene cojones la historia, toda la vida escuchando la coletilla "es más puta que las gallinas" y han tenido que venir estas tres a contarnos que la historia va al contrario.
Estas "soplagaitas" con afán de minutos de gloria, presumiendo de la escasa inteligencia de la que la naturaleza las dotó, son solo la punta de un iceberg que, lejos del deshielo, se compacta y agranda cada día más.
Antes de seguir quiero dar la enhorabuena a todos los veterinarios por el durísimo trabajo que han hecho, -a lo sordo- para vivir tan bien y reciclarse abriéndose un esperanzador futuro dándole la vuelta al curso de la historia y colocarse entre las profesiones más necesarias a ejercer dentro de las ciudades cuando, hace 20 años, eso era impensable. ¡Estos si que vieron la España Vaciada con antelación y están haciendo el agosto! Las clínicas veterinarias crecen como champiñones amparados por la necesidad de una gran parte de la sociedad que han decidido tener un perro, gato o la más extravagante mascota, en lugar de un hijo. El otro día dieron unas cifras escalofriantes, ya hay ciudades en las que hay censados más perros que niños.
Hasta aquí, todo bien. Respeto los gustos de todo el mundo y que cada uno haga y monte su vida como le salga de la peineta, pero lo que no voy a consentir, de ninguna manera, es la intolerancia de muchos de ellos para con los que decidimos vivir sin compartir nuestra vida con una mascota porque ahí ya me cabreo muchísimo.
En honor a la verdad hay que decir que son más los que tienen mascotas como compañía y la tratan como tal, sin querer "humanizar" al animal; mi cabreo no es con ellos, es con la otra parte de "amantes de los animales", esos que amparados bajo la creencia de que convivir con una mascota en su casa, sea cual fuere, les hace mejores personas que el resto del mundo y miran, a los que no ejercemos tan absurda posesión, como seres inferiores, perdonándonos la vida.
Como ya os he dicho algunas veces, soy una "paleta de finca" y me he criado entre vacas, caballos, ovejas, cerdos, conejos, gallinas, palomas perros, gatos... y cuantas especies de la fauna típica de la zona vivan de manera salvaje en el entorno, jamás entraron en casa.
Siendo una niña, nacieron dos conejitos horrorosos, sin pelo -como es lógico- con el paso de los días se habían convertido en dos preciosos "peluches" que me quise llevar a casa para jugar con ellos:
-Yo los cuidaré y ¿pueden dormir conmigo? le pregunté a mi padre.
-Claro, -me respondió él- ahora mismo ordeno que monten aquí tu cama.
-¡¡Nooooooo, yo duermo en mi casa. aquí no estáis mamá y tú y me dará miedo!! Exclamé.
-El miedo que sientes al dormir aquí es el mismo que sentirán los conejos si los separas de su madre y "su casa" por tu absurdo capricho, respondió mi padre. Si quieres dormir cerca de ellos te quedas aquí.
Lo entendí rápido. jamás pedí que ningún animal viviera en casa.
Tras este tierno aprendizaje os voy a contar sin zarandajas lo que opino de todos esos animalistas que creen que porqué me gustan los toros y me molestan las mascotas en casa, soy un ser inferior a ellos.
A mi me parece que tener un perro o un gato en una ciudad, viviendo en un piso de 60, 80 o 100m2 , lejos de ser un miembro más de una familia, es un preso. Conozco a muchos de estos personajes que se levantan una hora antes de trabajar para sacar al perro a hacer sus necesidades, subirlo al piso y dejarlo allí, solo, durante toda la jornada laboral, hasta que vuelven por la noche y hacen la misma operación de la mañana. ¡¿De verdad eso es ser un miembro más de la familia?! Será de la familia de los horrores. Eso sí que es una vida de perros.
Dicen amar a sus mascotas y amparados en el criterio de su veterinario y con la excusa de que se previenen mil problemas adicionales, los castran. La operación cuesta una pasta, pero como es "por el bien" de su miembro de la familia, no se repara en gastos. Supongo que ahí entran en contradicción al afirmar tratar al perro como uno más porque no alcanzo a imaginar que nadie se plantee castrar a su hijo para evitar problemas en un futuro.
La sensibilidad de tan inteligente gremio lucha por los más variopintos casos sobre animales pero han montado una escala de valores extraña. Tienen entre sus preferencias animales de primera, segunda...
Si un lobo ataca a un rebaño y mata a 20 ovejas en una noche, se activan en defensa del lobo, las ovejas muertas les importan una mierda.
Si deciden una escapada a una casa rural protestan porque los gallos del lugareño cantan muy temprano y los despiertan... y gana la demanda el urbanista
Luego están los que gustan de disfrazar a sus animales vistiéndolos como si fueran personas y sacándolos orgullosos a pasear. ¡Eso es ridiculizar a un animal... a menos que el dueño se vista de lagarterana también para pasearlo y se ponga a la altura del crimen que hace con su mascota. Si van haciendo el circo los dos ya es otra cosa, ya se ve que son familia!
Y, rozando ya el más absoluto absurdo, hay quien saca a "pasear" a su mascota, en un carrito de bebé. ¡¿Se puede ser más gilipollas?! ¡Se puede!
El otro día, paseando por la ciudad, caminaba delante de mi una pareja que llevaban a su perro con su correspondiente correa, lo llevaba el hombre, observé que el perrito se quedaba atrás de ellos metiendo su nariz en una caca de perro que alguno de estos amantes de los animales había dejado sin recoger, un tirón hizo que el perrito siguiera sumiso el camino que le marcaba la correa. Al llegar al semáforo, el hombre le entregó la correa a su mujer y agachándose le dijo al perro:
-Cariño, ahora te vas con mamá, porqué papá va al taller un momento a ver si ya está reparado el coche.
Me dio la risa imaginando que algo se me escapaba, ¿papá? ¿mamá? ¿perro?... ¡¿Qué pasó la noche que se engendró al perro?! Poco me duró la risa cuando vi como el hombre arrimaba su cara al perrito y este, sacando su lengua, le pagaba un lametazo en toda la boca a "su papá", la misma boca y lengua que, unos metros antes había metido en una caca de perro, acto seguido el hombre se levanto y dio un beso en los morros a su mujer, la "mamá" del can. ¡Ahí lo llevas! -pensé- ¡Qué asco!
Miles de perros y gatos han nacido en cautividad, sería muy difícil que se adaptaran a su medio natural, a la libertad. Viven presos en domicilios, salen a las calles de las ciudades atados y no extrañan los ruidos de un claxon, el humo de los coches o los gritos de gentes extrañas. Son rehenes de una parte de la sociedad que dice amarlos cuando la realidad es que la gran mayoría pasan el día entre cuatro paredes de un piso solos, salen a la calle atados y cuando los dueños/familia se van de vacaciones, los dejan al cuidado de algún familiar.
¡¿Y la salvaje soy yo porque me gustan los toros?! Prefiero mil veces la vida de un toro y entregar mi vida cara en un ruedo a vivir en 60 metros cuadrados, en la soledad absoluta la mayor parte del día, castrada, salir a la calle atada por una correa y morir de vieja -por mucho que me lloren- ¡Eso no es vida, es una cadena perpetua!
¡Ah! Y como estos animalistas radicales además de considerarme salvaje, van de la mano del veganismo, les recuerdo que los perros y gatos son carnívoros por muchas vueltas que les quieran dar.
¡¿Animalistas o maltratados?!
Isabel Tabernero (*) https://los-toros-a-cara-de-perro0.webnode.es
- Soy Isabel Tabernero. Me crié en una dehesa donde los toros bravos pastaban a escasos metros del jardín de casa. Desde niña aprendí a conocerlo, respetarlo y admirarlo. De la mano de mi abuelo, José Manuel Rivas, y de mi padre, Ciriaco Tabernero, inicié el camino sin retorno al conocimiento de las suertes, los encastes, los tercios... De ellos aprendí que el toreo sin toro íntegro no es más que un burdo oficio.

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