viernes, 9 de agosto de 2019

VUELVE PONCE, COMO SIEMPRE Por Zabala de la Serna / El Mundo, Madrid

 

Ponce, camino de la enfermería en la plaza de Valencia el 18 de marzo de 2019 EFE
La imagen del crujido de su rodilla aún chirría. Aquel infausto 18 de marzo en Valencia suena reciente para tan grande destrozo, apenas cinco meses nos separan de la catástrofe de huesos y ligamentos. Enrique Ponce se agarró la pierna con la mano crispada de dolor, el gesto desesperado, consciente de la gravedad: toreaba sin el cruzado y la inestabilidad de la articulación cedió entera en la caída seca. La cornada del glúteo ni contaba en la mente de Ponce. Que presentía temeroso el escalofriante parte que desmenuzó, ya en Madrid, el doctor Ángel Villamor tras cuatro horas de quirófano y reconstrucción: fractura de 10 centímetros de la meseta tibial y un hundimiento de 2, la consabida rotura del ligamento cruzado anterior, la del ligamento lateral interior, los dos meniscos, el interior y el exterior... La «rodilla catastrófica» del maestro impactó en todos los titulares de la prensa del 21 de marzo.
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Acaba de entrar el mes de agosto en Madrid. Una leve brisa pasa por las horas de la madrugada. Es fin de semana y un silencio ensordece la ciudad vacía. Enrique Ponce se enciende un pitillo. Viste de negro integral. Ríe, tararea, irradia tranquilidad. Está fino como un junco. Cuenta las «inmejorables sensaciones» que trae del campo ante las vacas. Ya se ha probado en su finca de Cetrina. Y en otros predios de bravura. El mismo temple en sus muñecas, la misma música en sus telas. Villamor le ha vigilado cada paso hasta última hora. La rodilla responde pero se inflama, y ha sido necesaria la extracción de líquido sinovial derramado. Ahora es otra cosa. Conviene no forzar entrenamiento. Ni para muscular un gramo más. La paciencia, la constancia, el respeto a los tiempos -aun así es un poco pronto- durante meses, sin ni siquiera apoyar la pierna, no pueden irse al traste al final de la carrera por volver. Tú oyes a Ponce y escuchas la ilusión del mico precoz que soñaba el toreo. Y han pasado 40 años: a sus 48, casi 30 de alternativa, casi 30 en figura, 5.000 toros tumbados, cincuenta y tantos indultados, España rendida, América conquistada, mañana vuelve a los ruedos en El Puerto de Santa María. Como antesala de Málaga, Gijón, Bilbao... La responsabilidad de los galones. Como si fuera ayer. 
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Corría el sofocante verano de 2004 cuando un toro de Torrestrella lo desmadejó en Alicante. Otra vez un crujido de huesos más grave que la propia la cornada, la clavícula partida y no sé cuantas costillas partidas. Nadie apostaba por un regreso antes de Bilbao porque implicaría ir a Bilbao. Palabras mayores el toro de Bilbao. Enrique Ponce reapareció contra todo pronóstico y fue a Bilbao. ¿Te acuerdas, Enrique? Y Enrique exhala el humo, sonríe y recuerda. Le entrevisté en la habitación del hospital provincial de la terreta. Sesenta días después volvía a enfundarse el vestido sangre de toro y oro del percance de Alicante. ¿Saben que mañana, en la plaza de Joselito el Gallo, Ponce sacará el mismo terno del nefasto 18 de marzo? Aquel blanco y azabache que homenajeaba el centenario del Valencia C.F. cuando ardían las Fallas y tronaba el cielo. Cuando se abrieron los infiernos. 
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No es que EP haya vuelto a la actividad, sino que lo ha hecho a su hiperactividad. En el seno de la familia hay división de opiniones. Y miedo. Su suegro y apoderado, Victoriano Valencia, sugería dejar pasar el año. Y Paloma y Palomita, ¡ay! El maestro lo sabe y dispersa la atención con vídeos de la pequeña y valiente Bianca. Que es Brave, la heroína de dibujos animados, en carne y hueso. Capaz de soplar mañana los clarines en el El Puerto a la hora exacta del regreso del padre. Ponce desfilará por delante de Morante y Manzanares
La madrugada sigue en Madrid. No se detiene. Como su leyenda.

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