lunes, 12 de agosto de 2019

MÉXICO Y ANEXAS…LAS BARDIANAS



AUNQUE MAL ME TRATEN
Recuerdo que desde la calle de Kansas  con la colindancia de Insurgentes y San Antonio en la Col. Nápoles a mediados  de los años cincuenta todavía se veía ese enorme embudo de cemento que  lo es la Plaza México, enfrente en la calle de Nueva York y  dándose la espalda con el Hotel Beverly, dónde de Manolo Martínez pa ’abajo se vestían muchos toreros  vivía “La Güera Rosalbita” cuyo  amante era un cura franciscano de nombre Gilberto Gómez  el que ejercía en la iglesia San Antonio de Padua la que ahora da a la Av. Pennsylvania y que en sus inicios estuvo en la calle de Tennessee, bueno ese mentado “Padre Gil”   recibía en secreto de confesión a muchas personas y tenía la costumbre de ir a soltar la lengua con pelos y señales a casa de su querida,  pasándose por debajo de la sotana el  secreto de confesión, desde entonces mi menda nanay  de andarse cuchicheando con los ensotanados, sea del color que sea el hábito que traigan puesto, ¡ah! y pa’ acabarla todavía piden se caiga uno con la limosna, me cae que son unos revendedores de indulgencias. 
Y como esto está flojo por la Plaza México desde  hace seis meses que fue cuando las telarañas empezaron a tejer sus redes,  pa’ entretenernos le voy a contar cómo se las gastaba la pareja de pecadores calenturientos,  en aquel pasaje cuando la señora  descubrió que el franciscano le era infiel con otra feligresa mal atendida por el marido,  la despechada fue consolada por otro ladino nada más que de diferente divisa  que supo cómo templarla, lo que provocó que la devota  dijera;  Pa’ sacar el dolor de un clavo enterrado, solamente  con otro de la misma tlapalería.
 El pájaro de cuenta  que eso era el de oficio litúrgico, se enteró en el confesionario  de una apizaqueñita que como alguien le había corrido la mano bruscamente ya se quería regresar al pueblo, por ello el cura  se la mandó a la “Güera Rosalbita” pa’ que la empleara en  menesteres  domésticos, pa’ los que la chamaca resultó  de bandera, además de darse su taco de ojo y alguna faena de pitón a pitón o un quitecillo por Chicuelinas que se aventaba al menor guiño con los novilleros que se dejaban caer por esa casa, pero eso sí reconociendo que el tentador oficial de la vaquilla lo fue el “Rey del Vivero de Coyoacán” Jorge Reyes “El Soberano”, al que un día la patrona lo corrió de la casa no porque le importara que le hiciera la faena a la morenilla sino por las pulgas que iba a dejar ahí, y entonces fue cuando a  la  veinteañera le entró  el amor que desencadenó  en pasión por Antonio que no era “El Camborio” solo el chofer del patrón.
 El tal “Toño” ya toreaba a otros niveles se codeaba con el secretariado de la compañía que dirigía su jefe y con la vedettillas de moda a las que era afecto el amo, como le decía “El Tahonero”, en pocas palabras el conductor ni pelaba a la entusiasta aficionada y ésta mientras más mal la trataba el chafirete más se enculaba y el otro  seguía ignorándola, no le dirigía ni la palabra, ni la mirada, bueno ni un recadito o unas letritas,  nada, la otra le buscaba, le preguntaba ¿qué cuándo iba a ver alguna fiestecita? pa’ que la invitara un domingo en la tarde, suplica tras suplica y lo mismo, el silencio absoluto como si el otro fuera el rey de la fiesta, puro desaire  que hasta pena daba la pobrecilla, la señora de la casa le decía; Date tu lugar, ten dignidad, mándalo al diablo, ya no lo busques. Pero nada, al otra día y noche andaba averiguando si el chofer  andaba de buenas hasta llegar a rondar ahí por la calle de Augusto Rondín donde el otro tenía su querencia pensando que si había suerte voltearía a verla, le seguía rogando que no la abandonara y el otro si  acaso se dignaba a oír sus suplicas, le entraban por una oreja y le salían por la otra, quitándosela de encima con cualquier mentira o citándola pa’ el próximo domingo, pa’ lo que la señorita tlaxcalteca o la gatita de angora como él le decía, se apresurara  a colgar el uniforme y el mandil blanco y ponerse sus mejores garritas y ahí toda ilusionada durante la semana  con la cita dominguera a la que llegaría en punto de las cuatro como clarín de “Cielo Andaluz”, y lo mismo el plantón, la incertidumbre ¡qué poca educación! 
Y ella fiel como aficionada a los toros llegaba con el corazón hecho pedazos, llore y llore y con una depresión que le duraba hasta el siguiente engaño, donde el cuento era el mismo, hasta que un día de plano fue a armarle un pancho al empresario de sus amores y éste la mando al carajo tan de fea manera; ‘Aquí las cosas se hacen cuando quiero, como quiero y si quiero…pinche rogona’, la respuesta ante tanta indiferencia fue  que la pobre terminó cortándose la coleta del amorío y las trenzas de un jalón y de puro despecho cambio de gustos dejó al pelafustán se consiguió un padrote que decía era su apoderado y se metió a talonear  en pleno Insurgentes ahí afuera de ‘Los Guajolotes’. ¿Se acuerda usted del lugar donde íbamos a comentar la corrida antes y después de la misma? 
Una  noche regreso Antonio con el rabo entre las patas porque  había sido despedido por el padrino del clan, a buscar a su enamorada encontrándose con que ésta ya se había esfumado,  ella que era un sol de seda se apagó como una cornada mortal de esas que gangrenan el cuerpo y el alma, y todo esto me viene a la mente  como un parangón de lo que sucede con la afición taurina, la que mientras más mal es tratada, más ignorada, más humillada, más despreciada, más dañada en sus sentimientos, más ganas le dan de volver a su fiesta, cuando se avizora una inauguración, la cual dicen podría darse pa’ las novilladas el domingo 25 ojala así sea y confiando en que la merma de asistencia por  decepción y encabronamiento no sea grave y por ahí se junten unos poquitos en el tendido que disque pa’ apoyar pregonan los jilgueros, sin descartar cualquier contrariedad, como que los festejos que por reglamento se tienen que dar, solo sean un mero trámite que igual se den en jueves de lluvias, que en viernes de tormenta o en sábado de aguacero  o incluso prescindir de ellos, que triste que empresa y afición estén divorciados por incompatibilidad de caracteres, pero más triste va a ser quedarse viudos por la muerte de una tradición ¿o será por el homicidio intencional de la misma?


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