Escaso lucimiento de la terna ante descastados y nobles novillos de José Luis Pereda. |
¿Cómo que no hay afición? Muy aficionado había que ser para acudir a la plaza de Las Ventas en una tarde entrada en el duro frío que se acrecentó a medida que pasaron los minutos en la dura y gélida piedra de los tendidos.
Frialdad que se mete hasta las mismas entrañas cuando el ruedo es un escenario vacío de casta y bravura y tres chavales poco conocidos, pero cuajados de sueños, se juegan su presente y futuro entre mil dificultades.
¿Cómo que no hay afición? Hasta los turistas aguantaron el largo festejo que duró dos horas y media preñadas de aburrimiento; y sin café calentito, con el de los refrescos dando la vara en una tarde nefasta para el negocio de la bebida, y con los dedos de las manos en el punto previo a la congelación.
Hay afición a pesar de que no hubo momentos para el recuerdo, y los novilleros se marcharon de vacío y con unas oscuras perspectivas para sus respectivas carreras.
Escasas opciones ofrecieron los mansos novillos de Pereda, de bonita presencia, poca casta y escasa fortaleza. Si los aspirantes torean poco y los oponentes no ayudan, los sueños no se hacen realidad. Pero los chavales insisten y alargan hasta el infinito los trasteos en busca de un triunfo que las circunstancias le niegan. Y suenan los avisos -hasta siete se oyeron, a destiempo, como se dice ahora-, el frío se apodera del ambiente y la espera se desespera.
Pero, ¿cómo que no hay afición?
Afición, primero, de los tres de luces.
Ahí el caso de Juan Carlos Carballo, que se abrió de capa ante su primero y dibujó tres verónicas rebosantes de sabor. Precioso novillo ese colorao, de tan buena clase como falto de fuerzas, con el que trazó algunos muletazos estimables antes de dar un mitin con la espada. Muy manso y deslucido fue el cuarto con el que sufrió las consecuencias de su inexperiencia y una voltereta sin consecuencias.
El Chorlo, cuyo nombre más torero es Jesús Díez, demostró valor, actitud y entrega ante un lote de pocas cualidades. Le costaba un mundo embestir a su primero, y allí estaba Jesús cruzado para robarle algún muletazo de pecho de bella factura. Y la misma condición mostró ante el quinto, parado y deslucido.
De nacionalidad francesa es Adrien Salenc, con cara de niño, pero con oficio de persona mayor. El próximo 14 de junio toma la alternativa en Istres, y no ha podido dejar en Madrid un buen recuerdo para citas futuras. Lo intentó de buena fe, pero sus novillos no le permitieron mostrar poco más que una larga experiencia novilleril que no siempre en un buen bagaje para sorprender a quien está tiritando en el tendido.
Lo más brillante de su actuación fue el inicio de muleta a su primero, con varios doblones por bajo con la pierna flexionada que sonaron a toreo grande. Era el novillo con más movilidad del encierro, al que dibujó, además, tres naturales largos y hondos, pero la faena no acabó de cuajar. Pasó un quinario con la espada y en ese trance se ganó voltereta que no pasó del susto. El sexto era un muermo y el poco público le pidió que abreviara para evitar una pulmonía y otros males mayores.
PEREDA/CARBALLO, EL CHORLO, SALENC
Novillos de José Luis Pereda, correctos de presentación, mansurrones, descastados, nobles y blandos.
Juan Carlos Carballo: metisaca, estocada que asoma, dos pinchazos, _aviso_ y dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada atravesada _aviso_ y cuatro descabellos (silencio).
Jesús Díez El Chorlo: _aviso_ pinchazo, estocada, dos descabellos _2º aviso_ y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada baja _aviso_ (silencio).
Adrien Salenc: _aviso_ pinchazo y estocada trasera _2º aviso_ y cuatro descabellos (ovación); pinchazo y cinco descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 31 de marzo. Segunda novillada de la temporada. Una floja entrada (5.486 espectadores, según la empresa).
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