III 18 2019
Enrique Ponce quien iba camino de su cuarenta puerta grande en Valencia, resulta cogido por el quinto, sufriendo cornada y posible seria lesión ligamentaria de la rodilla izquierda. Ventura recibe oreja del cuarto. Toñete pasa en silencio.
Una corrida mixta en toda la extensión de la palabra; un venerable maestro en la cumbre de su rango, un matador incipiente y un rejoneador, con toros de tres ganaderías distintas. Ante tanto contraste solo se podía pedir que la buena suerte sí fuese pareja para todos. Y no lo fue. Para nadie. La malhadada cogida de Enrique Ponce castró la corrida, el triunfo y lo peor, tal cómo en este momento se ven las cosas, quizá la temporada, que sin el pontífice no podrá estar completa.
Llegó como si nada, con la fresca herida del labio suturada, a enfrentar dos toros de irreprochable trapío y muy astifinas testas. Negros, cuatreños, ambos de Matilla. Exigentes, más el castaño segundo. Que se revolvía y buscaba tras cada suerte desafiando la autoridad. Le paró en el tercio con seis verónicas y dos medias ovacionadas. Se lo quitó a Manuel Quinta con delantales y revolera. Luego, seis doblones, dos series derechas (mano de hierro y guante de seda), pusieron a todos de acuerdo; al toro, al público y a la banda que se largó a soplar con furor.
Establecido el orden, la faena corrió a su voluntad. Impoluta, con esa facilidad que aparenta la maestría. Facilidad engañosa para el lego, que puede llevarlo a subvalorar el contenido. Así, series de hasta siete naturales, ligados y espaciados, forzados de pecho, trincheras, molinetes invertidos… Temple, dibujo, estética. La estocada solo tuvo la mácula del desarme. Pero la oreja no tuvo discusión. Cómo.
El quinto negro, de amplia cuna y largas púas, conoció un capote que lo llevó hipnotizado al platillo con diez verónicas y media. La ovación fue retumbante. José Palomares desentona con la vara. Pero el brindis al Valencia F.C (su equipo), que anda de cumpleaños, endulzó los ánimos. La derecha como la batuta de un director de orquesta acompasaba la fiesta total. Quince veces por la derecha en tres tandas, con prolongados y templados cambios de mano. Y luego por naturales a compás abierto y a pie junto. Todos felices viendo y sintiendo torear. Presintiendo y queriendo esa puerta grande. La número cuarenta del paisano preferido, amo de la plaza. Cuando “Declamador” le metió el pitón en el muslo, por detrás, lo arrojó al aire, alto, y cayó desarticulado, con la rodilla del mismo lado torcida feamente. Se lo llevaron y todos se apagó.
Toñete, voceado desde el callejón por su tutor no puedo impedir que el áspero tercero pusiera en evidencia su bisoñez. Una estocada baja, delantera, finiquitó la cosa. Con el sexto, brindado a Borja Domecq, se asentó más y por diestra y siniestra logró un par de series meritorias, jaleadas y musicalizadas. Al final se invento una más, incongruente, que deslució y fue preámbulo de un pinchazo descolocado y cuatro golpes de cruceta sufridos en silencio por el establecimiento.
Diego Ventura, mejor con el cuarto que con el primero. Alternó aciertos con descolocaciones de la ferretería. Pero a lomos de Campiñas, Sueño, Dólar y Remate dio una de sus consabidas demostraciones de doma y toreo que arrebataron la concurrencia. Pinchó y rejoneó con efecto tardío para recibir una oreja simpática.
A la salida la gente iba como contrita y lo único que parecía importar era el futuro inmediato del maestro, anunciado ya en Castellón, Sevilla y otras plazas.
FICHA DEL FESTEJO
Valencia. Lunes 18 de 2019. 9ª de Fallas. Sol y viento. Tres cuartos de plaza. Tres toros de Olga Jiménez y uno deParladé para lidia de a pie, encastados; y dos despuntados para rejones (1º y 4º) de Los Espartales, manejables.
Diego Ventura, silencio y oreja.
Enrique Ponce, oreja y cogida, pasa a enfermería.
Toñete, silencio y silencio.
Incidencias: Cogido por el 5º Enrique Ponce sufriendo cornada en la cara posterior tercio superior de muslo izquierdo y posible lesión de rodilla idem.
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