Son muchos los aficionados que lamentan que Jesús Enrique Colombo no esté presente en las primeras ferias de la temporada española, y piden incluso por medio de las redes sociales, que se le tome en cuenta para los ciclos taurinos donde se pone el pescado caro. Aunque suene duro ( y hasta feo decirlo y escribirlo ) pecan de inocentes. El toreo hoy día, su estructura, es mucho más compleja de lo que se ve en la superficie. No sólo hay que triunfar en las plazas, hay que tener una mano izquierda privilegiada en los despachos, que es donde de verdad se hace la temporada.
Los toreros triunfan en el ruedo, allí mandan y se llevan los aplausos y admiración de los aficionados, pero fuera de ellos, muchos no son más que funcionarios de las grandes casas que deciden donde, como, cuando y con quien torean ( y cuanto ganan claro ).
Evidentemente Venezuela necesita una figura del toreo, pero hay que tener paciencia y no echarle al joven torero sobre sus hombros una pesada losa de expectación que de momento debe ser objetiva. Vale un dato, el año pasado triunfó en Valencia por la Feria de Fallas, vía sustitución, y de nada le sirvió. La selva del toreo es dura y cruel, se impone la ley del más fuerte ( no solo ante el toro, valga el dato ).
La anterior campaña de Colombo fue muy buena pero debió circunscribirse en su mayoría a plazas menores, que ojo sirven para rodarse, adquirir oficio y estar presente en el escalafón. La llave que abre todo es Madrid, si se triunfa fuerte en Las Ventas no hay sistema que valga, vale recordar el ejemplo de César Rincón, que pasó nueve años fogueándose por Colombia y sumando a duras penas un puñado de corridas y festivales en España. En 1.991 llegó a Madrid y puso el toreo boca abajo y nada se le resistió.
Incluso el fulano “bombo” de Simón Casas dejó a más de uno estupefacto, porque la tan ansiada “revolución” dejó a todos más o menos donde estaban, salvo el caso de Roca Rey. Por tanto es aconsejable tener paciencia, no crearse falsas expectativas. Colombo debe seguir en la línea que va, mejorándose a si mismo, puliendo detalles y eso sí, en cuanto salga el toro, a arrear sin misericordia. Que hay que ser león y no gacela.
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