Cali, Enero 15 de 2019
José María Recondo Rementería, torero y apoderado, vasco por más señas, murió hace ya doce años, cumplidos el pasado día de navidad. Había tomado alternativa de Antonio Bienvenida en Zaragoza por 1956, con atanasios, Chicuelo II fue testigo. Imagínense, ad portas de una de las décadas más brillantes de la historia torera. Cuanta dificultad para sobresalir. Pero sobresalió.
Aunque más como tertuliano que como torero. Hombre vivaz, ingenioso, con gran sentido del humor, productor de frases afortunadas e inspirador de otras que aun circulan por ahí en escritos y conversaciones. Decía que era millonario en anécdotas. Fue, después de Antonio Márquez, uno de los apodados “Belmonte rubio”. Se lo endilgaron con ánimo promocional aduciendo que con sus maneras lo evocaba.
Él mismo se complacía en recordar que a sus comienzos, le fueron con esa tesis al verdadero Belmonte, diciéndole que tenía que ir a verlo para corroborarlo. Por fin el maestro accedió. Lo vio en silencio, y al salir, los que lo habían llevado intrigados le preguntaron: --Bueno ¿Y? –Don Juan les respondió muy serio –Pero ¿Tan mal toreo yo?
Ya retirado vino a Colombia en los setenta, dirigiendo a Miguel Márquez primero y luego Antonio José Galán. Era una delicia oírlo.
En el magnífico libro de Antonio Burgos “Curro Romero la esencia”, el biografiado aduciendo que su toreo tan andaluz e inconstante también había sido sentido en plazas del norte español, más dadas a lo tremendo, recuerda:
“Y toreros que había en San Sebastián, como José María Recondo, que me vio y estaban discutiendo sobre mi toreo, y soltó: --Señores, lo que ha hecho Curro con ese toro no es capaz de hacer ninguno… ¡sin toro!”
Bueno, hace tres días en la soleada plaza de Manizales viendo a Ponce y El Juli con los cornicortos de Gutiérrez, maravillar y poner boca abajo la llena Monumental, imaginaba yo lo contrario, qué tal esto con el toro… de Madrid, o tan siquiera de Bogotá o Cali, por ejemplo. Si fuese capaz de embestir así, claro
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