Arturo en la Plaza México
El año taurino 2018 desfallece en la Plaza México dejando atrás más sensaciones malas que buenas para el toreo, ahí quedarán para el olvido dos millones de derechazos y naturales insulsos, pero si algo nos dejara esta extraña temporada serán unos muletazos de Arturo Saldívar a su primer toro de Boquilla del Carmen, y pido perdón (respetuosamente) por llamarlo toro.
Pero no nos desviemos de la faena.
Les contaba yo de esos muletazos rotos y llenos de sentimiento, que parecían de otro torero, seguramente porque habían sido sacados de una tauromaquia distinta a la que estuvo empleando este matador en los últimos años de su carrera.
Ayer un inspirado Saldívar instrumentó grandes muletazos a izquierdas, embarcando suavemente al toro, mandándole en todo el recorrido de la suerte, con naturalidad, empaque, tronío y olé. Nos recordó al Arturo de los primeros tiempos, aquel chiquillo que se presentó hace más de 12 años en una novillada en la Plaza México cuando despertó muchas ilusiones -ya ha llovido-, pero ayer toreó como los ángeles y dejó golosos los paladares de los aficionados más exigentes. Regreso otra vez a su muleta ese toreo que en sus inicios parecía formado en la alta escuela de los grandes toreros mexicanos, razón por la que se convirtió en la esperanza de la afición en la década pasada. Luego de un inicio de ensueño en las filas de los matadores se tiró a la hamaca, le vinieron las prisas, se llenó de dudas, perdió gusto y temple, y pasó a ser uno más del montón.
Pero quien tuvo, retuvo; y ante ese toro de Boquilla del Carmen -se pide perdón (respetuosamente) por llamarlo toro- rebrotó la pureza del cánon, la luminaria del arte, que seguramente el torero hidrocálido tenia escondido en lo recóndito del alma.
La faena de muleta resultó honda, con detalles de buena torería y por aferrar el triunfo que ya tenía cercano, consumó la suerte suprema volcándose sobre el morrillo. Entró la espada un poco caída, pero se le concedió la oreja, que había ganado a ley y dio una apoteósica vuelta al ruedo.
Con el quinto toro -perdón otra vez por lo de toro- lo intentó todo, pero su faena no ha podido ser de triunfo por la espada. Sin embargo reafirmó el gran momento que vive junto a sus paisanos Arturo Macías y Juan Pablo Sánchez.
Ahora que, siendo fieles a la verdad el quinto toro de Boquilla de Carmen tampoco parecía toro. Ni por su trapío ni por el estado de sus pitones. Ni ese, ni el vergonzoso cuarto, ni ninguno. La corrida entera de Boquilla del Carmen fue una birria en cuanto a su presentación y dio la sensación de estar afeitada, o, en su defecto, mutilada por accidente. En cualquier caso, se trataba de una corrida impresentable, sobre todo para la que quiere volver a ser y pomposamente seguimos llamando la TEMPORADA GRANDE.
El resto del festejo fue muy espeso y gris, como casi todos los de esta temporada, pero aderezado con un momento nostálgico producido por Juan José Padilla en la que le dijo finalmente adiós a su profesión. Pero su despedida tristemente se produjo en una tarde sin pena ni gloria para el jerezano, ante dos toritos que eran muy distintos; el primero, manso sin arreglo; el segundo, noblote. Los toreó igual, pero en el segundo consiguió arrebatar al público haciendo más de lo mismo: o sea, aprovechando el viaje de la res, sin mandar nunca y usando con gran oficio y beneficio el pico, la sonrisa y otras retrecherías.
Por su parte Fermín Espinosa IV, del que dicen quienes lo conocen personalmente, tiene el toreo metido en la cabeza, no parece dispuesto a desarrollar lo que sabe. Que tenga un apellido de abolengo en el toreo no justifica el salir a la plaza a cubrir el expediente, sin la menor decisión, y con el propósito de no arriesgar un alamar. Seguir en activo con esa actitud significa echar cada tarde un borrón en el papel que la tauromaquia le tenia reservado a los de su estirpe.
Deseo fervientemente que la segunda parte de la temporada nos traiga más alegrías, pero sobretodo más toreo del bueno, de ese que ayer realizó Saldívar y del que esperamos más para la segunda parte de la temporada.
Soñar no cuesta na’ afortunadamente.
– De SOL y SOMBRA.
Interesante comentario
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