La década comprendida entre los años 1.965 y 1.975, significó la mejor época de la fiesta de los toros que ha vivido Venezuela. Ese período constituyó la consolidación de una completa estructura de soporte para el desarrollo de la actividad taurina. Venezuela, fue un escenario muy singular, el cual permitió que durante esos años las corridas de toros alcanzaron un nivel de categoría mundial. En el renglón de los toreros, las máximas figuras de la torería fueron los integrantes de extraordinarios carteles. Para esos años, los nombres de Paco Camino, Diego Puerta, Jaime Ostos, Antonio Ordoñez, Santiago Martín “El Viti”, Curro Romero, Eloy Cavazos, Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, Francisco Rivera “Paquirri”, Joselito Huertas, Manolo Martínez, Palomo Linares, Dámaso González, Antonio Chenel “Antonete”, Alfredo Leal, Ángel Teruel, Pepe Cáceres y otros, eran nombres familiares a la afición por sus frecuentes actuaciones en cosos venezolanos. Teníamos también los representantes de la torería nacional encabezada por César, Curro, Rafael y Efraín Girón, Adolfo Rojas, Tomás Parra, Carlitos Martínez, Carlos Osorio “Rayito”, El Mito, Luis de Aragua, Pedro González “El Venezolano”, Bernardo Valencia, Celestino Correa, Rafael Ponzo y otros más. Venezuela tenía entonces, un espectáculo taurino de primera categoría por si fuera poco, durante los comienzos de esa década, un torero español fue la razón principal por la cual se promovió la construcción de nuevas plazas de toros en el país. Fue Manuel Benítez “El Cordobés” quien por su altísima popularidad, motivó esa ola de furor para lograr nuevas plazas, que fueran de mayor aforo y asiento de las ferias taurinas ya consolidadas. Así nacieron las Plazas de Toros de Valencia, San Cristóbal, Mérida, Maracaibo, Puerto Cabello y Barquisimeto. Solo faltaba reemplazar o al menos disminuir, las importaciones de encierros Mejicanos, Colombianos o Ecuatorianos. De allí la importancia que tenía para la fiesta, la importación de vacas y sementales de ganado bravo para formar una sólida cabaña en territorio nacional.
Por supuesto, que no podía faltar una respuesta a todo ese movimiento taurino. Nació así la iniciativa de unos aficionados que vio una oportunidad especial para desarrollar planteles de cría de ganado de lidia en Venezuela. Así surgen las ganaderías de Bella Vista, Los Aranguez, Tarapío, Tierra Blanca, Rancho Grande, El Prado, las cuales junto a Guayabita, un tanto desmejorada ya, y Vistahermosa, de precaria solidez genética, alcanzaron a constituir la representación fundamental del plantel de ganado bravo del país.
Para un aficionado como Alberto Ramírez Avendaño, profesional de la Veterinaria, Maestro de juventudes universitarias y amigo entrañable de ganaderos Caroreños de primer orden, era muy difícil que se le escapara la oportunidad de plantear a ellos la posibilidad de fundar en tierras caroreñas una ganadería de toros de lidia. Lógicamente que viniendo del Dr. Ramírez la propuesta tuvo acogida, dando inicio a una hermosa sociedad mercantil con los Hermanos Riera Zubillaga.
Desde ese momento fueron muchas las diligencias que se realizaron, para llevar a cabo la compra del ganado bravo, que sirviera como pié de cría al proyecto de “Los Aranguez”. Fueron muchas las visitas a distintas ganadería, hasta que se logró la compra de 50 vacas de la ganadería colombiana de Dn. Ernesto González Piedrahita, con procedencia Santa Coloma, del tronco de Vistahermosa. Línea genética de la cual nunca se ha separado la sangre de Los Aranguez.
Para 1.968, a mediados del mes de Mayo, arribó a la ganadería de Los Aranguez, asiento del famoso ganado lechero “tipo Carora” la primera importación de 18 vacas y un semental de nombre “Banderillo” de la cría de Dn. Francisco García, propietario de la ganadería colombiana “Vistahermosa”. Fue necesaria la improvisación de corrales, desembarcaderos y potreros adecuados para este tipo de animal, y sobre todo para mantener en observación, las reses que más tarde irían a los potreros de Copacoa y Los Caballos.
Tuve la suerte de encontrarme con el Dr. Ramírez a la salida del anfiteatro de la Facultad de Veterinaria y aceptarle la invitación para ir a Colombia a recibir esos animales. Un viaje con unas vivencias taurinas que jamás olvidaré. Muchos temas taurinos sosteníamos en amena conversación durante el viaje por carro, hacia San Cristóbal. Fue un viaje de expectativas. Había muchas trabas que debían superarse para lograr pasar los animales a territorio venezolano. Los animales en sus cajones los recibimos en las afueras de Pamplona, de allí pasamos a Cúcuta, donde previamente habíamos sostenido conversaciones con las autoridades aduanales, de inmigración, la guardia nacional, los sindicatos del transporte y los vigilantes de tránsito para facilitar el paso a Venezuela.
Afortunadamente todo salió bien y ya solo restaba el camino a Carora. Alcabalas, merenderos, estaciones de servicios eran paradas obligadas donde surgían preguntas y comentarios sobre los cajones y las reses. Tres días para llegar a Carora y desembarcar los animales. Tal fue la emoción al terminar la jornada alrededor de las 5 de la tarde, que estuvimos celebrando hasta bien entrada la madrugada del día siguiente, reposando en unas sabrosas hamacas de la vieja casa de Raúl Riera.
Así comenzó la historia de Los Aranguez. Desde aquel momento algo nuevo se abrió en la ganadería caroreña, una nueva especie bovina, distinta a todas las existentes hasta ese momento, sería protagonista fundamental del desarrollo de la fiesta de toros venezolana. A ese primer lote le seguiría un segundo lote que completaría las 50 vacas de Piedrahita y posteriormente otras dos importaciones desde Colombia: una de Achury Viejo que trajo al semental “Almejito” tentado por César Girón y otro de nombre “Repentino”, añojo, que luego fuera tentado en Los Aranguez por Tomás Campuzano. Otras compras fueron las 17 vacas de Dos Gutiérrez, de Manizales, Colombia, 50 vacas de Guayabita seleccionadas por tipo y retienta, efectuada por Carlitos Martínez, lo cual permitió consolidar, para finales de los años 70, una ganadería que ha sido manantial de sangre brava, de la cual se han nutrido otras tantas ganaderías venezolanas. La Cruz de Hierro, Los Marañones, Laguna Blanca, Los Ramírez y algunas otras ganaderías, han recibido genes de ganado bravo de Los Aranguez.
En el año 1.973 la ganadería venezolana refuerza su cabaña brava con importaciones desde España. Es entonces cuando Los Araguez recibe de Martínez Elizondo un lote de 20 vacas y 2 sementales de la misma estirpe Santa Coloma, estos últimos con el hierro de Paco Camino. Posteriormente en 1.982 una nueva importación llega con 20 vacas, desde la ganadería de Joaquín Buendía, de Utrera, Sevilla.
Como se puede apreciar, Santa Coloma, ese toro fino, de hermosa lámina, de capas negras, entrepeladas y cárdenas, con cara chata y encornadura armónica al tamaño de la res, constituye el prototipo base del toro arangueño. Ejemplares que han dado emoción y oportunidad para que grandes figuras del toreo hayan logrado triunfos de recordada calidad. Dicen en el campo bravo y en tertulias de gente conocedora de la cría del toro bravo, que los toros se parecen al ganadero y en el caso de Los Aranguez, no me cabe la menor duda que esos toros vivos, de arrancada violenta, de recorrido largo, de entrega total, que venden su bravura con nobleza y mueren dejando recuerdo en la afición, no se alejan de la personalidad del Dr. Alberto Ramírez quien con su tenacidad, nobleza, responsabilidad y confiado en el talento que le identifica, ha demostrado en estos 35 años que la lucha con las adversidades del ambiente es posible ganarla. Porque el Dr. Ramírez desde el mismo momento que asumió el compromiso de dirigir la ganadería, enfrentó un reto muy singular. Ese reto de producir un toro bravo en tierras inhóspitas, calurosas, de baja precipitación y condiciones agrostológicas difíciles para cualquier propósito. En Carora, las tierras buenas, con calidad en los suelos y suficientes agua, van al uso de la agricultura, principalmente de caña de azúcar. En aquellas de mediana calidad, se explota el ganado lechero y quedan las duras, sin agua y baja condiciones de los suelos, para el ganado bravo, como es el caso de Los Aranguez. De allí pues, que la ganadería brava se transformó desde sus comienzos en un laboratorio del comportamiento animal. En una permanente observación de la conducta animal. El toro bravo parece nacer sabiendo ya, mucho más de lo que aprenderá en su vida; en ellos cuenta mucho la especie, el beneficio de la especie, la experiencia genéticamente acumulada de la especie. Su vida transcurre en un permanente disfrute del medio ambiente. Sin embargo, ese mismo ambiente se torna duro, difícil y agresivo, a la paz en la cual quiere vivir. En la cría del toro de lidia esto tiene mucha importancia. Significa una variable que el ganadero debe observar permanentemente, porque es allí entonces, donde el ambiente surge como elemento perturbador en la cría del toro bravo; y en ninguna parte es de mayor significado que en los potreros de Copacoa y Los Caballos de la ganadería Los Aranguez. Por estas razones me atrevo a decir que la tarea desarrollada por el Dr. Ramírez en la búsqueda de un toro con el trapío requerido, soportado por la salud y la sangre brava que lleva adentro, ha sido digna de los mayoreos elogios. Quienes hemos estado a su lado por largo tiempo, hemos valorado su alta capacidad de observación y percepción de los factores que modifican de algún modo la conducta animal, en otras palabras, de estos cambios que de una manera u otra, intervienen en el comportamiento del toro en la plaza. Esto ha sido así durante 38 años de vivencias ganadera, no en vano se le reconoce su valioso aporte al conocimiento de la cría del toro de lidia en el trópico, al ser permanente invitado como conferencia del Congreso Mundial de Criadores de Ganado de Lidia, que todos los años se celebra en algún país taurino y donde el tema de la adaptación, crecimiento, evolución y performance del toro bravo en ambiente tropical, se discute con especial interés.
La ganadería de Los Aranguez ha sido igualmente una prolongada escuela taurina desde su fundación. Podrían contarse con los dedos de una mano los toreros venezolanos que no han pisado el ruedo de su plaza de tientas. Un alto número de aspirantes o bien ya profesionales del toreo, han estado en las muchas tientas realizadas durante estos años que recientemente alcanzaron también a los 35 de ellos, cuando César Girón, vestido con hermoso traje campero, tentó la primera vaca de la cría nacida en tierras caroreñas. Desde esa fecha el Dr. Ramírez ha estado dirigiendo la selección de los productos, resultantes de las cruzas de familias o líneas genéticamente compatibles.
Igual ha sucedido con las hierras, que desde su comienzo ha significado un grato momento de reunión de la gente de toros. Hoy vemos como la juventud caroreña y de otras partes del país se acercan a Los Aranguez el 5 de Julio ó el 28 de Diciembre, las fechas tradicionales de las hierras, a sentir de cerca un acto campero de gran significación para la ganadería. Estas cosas creo que son aspectos únicos en la ganadería brava venezolana.
Por fortuna los éxitos del trabajo en Los Aranguez se han visto y disfrutado. Todas las plazas de toros del país han aplaudido la bravura de las reses arangueñas. Muchos toros han sido aplaudido en el arrastre y han obtenido honores de vuelta al ruedo, o de lo máximo, como es el indulto. Toreros de la calidad de Manzanares, El Niño de la Capea, Paquirri, Curro Girón, Manolo Martínez, Dámaso González, Morenito de Maracay, Leonardo Benítez, los hermanos Campuzanos y muchos otros, han triunfado con la divisa caroreña. Sin embargo, no ha escapado de la injusticia de empresarios o toreros que ante la moda del toro bobalicón, chico, sin la bravura que demanda el buen aficionado para ver una verdadera faena, la discriminan en la organización de las grandes ferias venezolanas. Y no encontramos razón para ello, cuando no percibimos las diferencias con otras ganaderías nacionales o extranjeras. Al igual que los toreros venezolanos que demandan de oportunidades para mostrar su toreo, las ganaderías venezolanas igualmente merecen la atención de los organizadores, para poder evaluar las mejoras alcanzadas en la ganadería o para acometer los correctivos que fueren necesarios.
Los Aranguez no vive hoy su mejor momento, pero puedo asegurarle que se hacen los mayores esfuerzos para retomar el lugar de vanguardia. Estoy seguro que recuperará el sendero de los triunfos, esos que se iniciaron un 20 de Marzo de 1.971, cuando debutó con una novillada aquí en Maracay, y que es la razón principal de este acto, cuando arribamos a los 35 años de ese acontecimiento recordado por todos y que se constituyó como el inicio de una época importante en la fiesta de toros del país. Igual sucederá cuando recordemos el debut con su primera corrida de toros el 15 de Enero del año próximo, cuando adquirió la antigüedad en Barquisimeto con motivo de la Fiesta de la Pastora.
Como toda tarea de cría y selección en ganado bravo, se cometen errores o equivocaciones, los cuales no son fáciles de corregir, ello toma su tiempo. Todas las ganaderías han tenido sus épocas de éxitos y fracasos, la historia de la cría del ganado bravo así lo indica. Pero para alegría de todos los que aquí nos reunimos para reconocer el esfuerzo realizado en esa tierra caroreña, en Los Aranguez hay fundadas esperanzas para alcanzar un futuro de exitoso. Hoy una nueva generación de jóvenes, descendientes de aquellos fundadores, están interesados por esa gloriosa divisa verde y grana y seguramente encontrarán muchas satisfacciones. En primer lugar porque como dije antes en la ganadería hay sangre brava. En segundo lugar porque en la familia de sus fundadores hay gente joven quienes han entendido la importancia de mantener lo que ha sido imagen de esa región y motivo para alegrías y satisfacciones a lo largo de estos 35 años y por si fuera poco, siempre contaran con la sabia conducción de un hombre que le ha dado su vida a la fiesta de toros, que no me cansaré de sostener mi opinión, que siempre estaremos al frente de uno de los mejores aficionados taurinos de todo el planeta de los toros. Por esa razón también estoy seguro que reuniones como ésta habrán de repartirse, para celebrar los triunfos de una ganadería que habiendo nacido en tierras larenses, esta igualmente sembrada aquí, en el gusto de ésta extraordinaria afición aragüeña.
Finalmente, deseando ser breve, despido este compromiso con la disculpa a quienes aspiraban oír unas mejores palabras, pero y si eso fuera así, lo que les puedo asegurar es que lo dicho por mi esta noche, son palabras que han brotado de mi corazón.
Y termino diciendo a manera de reflexión que en la cría de toro bravo el tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamenta, muy corto para los que festejan y para los que amamos la fiesta de los toros el tiempo es una eternidad. Saludos Maestro
Muy buenas noches.
Maracay, 17 de Marzo de 2006
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