Según Paquiro (1805 - 1851) , la casta, la edad, las libras, el pelo, que esté sano y que nunca lo hayan toreado
Lo dejó escrito Francisco Montes «Paquiro» en su tratado. Los requisitos para que un toro pueda ser lidiado los condensaba en seis: la casta, la edad, las libras, el pelo, que esté sano y que nunca lo hayan toreado.
Vayamos por partes, resumidas pero manteniendo la esencia de Paquiro:
1. La casta. «Debe ser buena, no porque todos los toros de casta salgan buenos, sino porque hay más probabilidad en que sea bravo el toro cuyos padres lo fueron que no aquel que sabemos de quién sea hijo y que acaso sus padres estaban criados a mano. Otra razón mucho más poderosa es que están mucho mejor cuidados, están en sus cercados sin ver vacas, tienen más vigor y sufren una tienta en la cual que el no es muy bravo se apartará para buey o el matadero».
2. La edad. «La de cinco a siete años es la mejor, pues gozan en ella de la fuerza, viveza, coraje y sencillez que les son propias y los hacen tan a propósito para la lidia. Sin embargo, son muchos los toros que a los cuatro años están perfectamente formados, y pueden presentarse y cumplir en la plaza mayor del reino. Algunos se corren también de ocho, diez y aún más años, pero no divierten tanto como los otros, y cuando se apoderan del bulto, como cornean casi siempre muy bien, lo destrozan, sacian en él su coraje y desprecian los engaños que emplean para distraerlos. Sería de desear que jamás lidiasen estos toros... Para conocer la edad de este animal se atenderá a los dientes y a las astas, pues no son siempre exactos los estados que para apoyar la venta presentan los criadores...».
3. La libras. «Uno muy flaco no tiene la fuerza ni la energía de uno gordo, se siente demasiado del castigo... Sin embargo, los toros excesivamente gordos no son a propósito para lidiarse, porque son muy pesados, se estropean al momento de dar dos carrerass, se aploman y, por consiguiente, inutilizan las suertes».
4. El pelo. «Debe entenderse esta voz en su verdadera significación, y no tomarla por la pinta, la cual poco o nada influye en la calidad del toro. Este se dice que es de buen pelo cuando la piel, tenga la pinta que quiera, es bastante luciente, fina, igual y limpia: los toros de este pelo se llaman finos y se aprecian más... Hay castas cuyos toros son de pelo basto, y por los mismo se llaman bastas también... Para que un toro sea fino ha de reunir el pelo luciente, espeso, sentado y suave al tacto, las piernas secas y nerviosas, con las articulaciones bien pronunciadas y movibles, la pezuña pequeña, corta y redonda; los cuernos, fuertes, pequeños, iguales y negros; la cola larga, espesa y fina; los ojos negros y vivos, las orejas vellosas y movibles. Esto es lo que se conoce por buen trapío. Generalmente cada provincia, y aun cada casta, tiene un trapío particular, ya hay algunas aficiones tan inteligentes que rara vez lo equivocan».
5. Sano. «La necesidad de que esté sano un toro que ha de lidiarse es bien manifiesta, pero lo que principalmente recomiendo que se examine es la vista. Los que la tienen defectuosa son muy difíciles de torear. Hay toros que ven mucho de lejos y poco o nada de cerca, y viceversa: otros hay que ven bien de un ojo y mal de otro; los hay también que ven muy poco, y todos ellos que los toreros llaman burriciegos son difíciles de torear. Los toros tuertos, aunque muy buenos para ciertas son suertes, son muy malos para otras, y, por consiguiente, tampoco deben lidiarse.
6. No estar toreados. «Es menester examinar escrupulosamente si el toro ha sido corrido, y principalmente si lo ha sido en plaza, pues entonces, aunque reúna los antecedentes requisitos, no divertirá, antes bien, tanto los espectadores como los toreros estarán descontentos, y estos últimos con tanta más razón, pues miran muy próximo el peligro de su vida con tales toros... Estos toros son el oprobio de la tauromaquia, la muerte de los toreros y el fundamento que tienen los enemigos de las lidias para llamarlas bárbaras. Debe prohibirse con mucho rigor que se corran...»
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