Víctor José López
EL VITO
En su natal León Guanajuato, esa tierra donde se apuesta la vida y se respeta al que gana, donde la vida no vale nada, Antonio Velásquez se inició como becerrista.
Apenas contaba trece años de edad.
Contribuía Toñito al escaso patrimonio de la familia con el dinero que ganaba en sus labores de aprendiz de talabartero y como ayudante de zapatero. La ciudad de León Guanajuato es famosa por la elaboración del calzado y por haber sido cuna de Rodolfo Gaona y de Antonio Velásquez.
Pocas oportunidades tuvo como becerrista Velásquez, por ello cambió el rumbo y para seguir “en el toro” se hizo banderillero junto a Pascual Navarro "Pascualet". Comenzó como subalterno en las cuadrillas de los hermanos Núñez, toreros y novilleros de poca monta, hasta que llegó a la cuadrilla de Luis Castro "El Soldado” el mítico torero mexicano que hizo de Madrid su trinchera. Aquel “Soldado” que llenó de anécdotas la historia del toreo mexicano junto a su más enconado rival, Lorenzo Garza.
Velásquez al final de la temporada de 1941 era uno de los mejores prospectos de la torería subalterna, un torero que le daba mucha categoría a la cuadrilla pero que siempre sentía las ganas de poder ser más ...
–Así que un día – nos relató Antonio Velásquez–, después de una comida, reunidos con "El Soldado" en una fonda le dije al maestro que de plano dejaba la cuadrilla porque quería ser novillero. Luis no lo entendió y me respondió con improperios. Me recordó que de malagradecidos está lleno el mundo y que yo, el más malagradecido de todos, ya vería lo infeliz que iba a ser. Me echó del comedor. No comprendía el maestro, no quiso entender Luis Castro, mi ambición.
Todo lo que yo quería era ser matador de toros, o por lo menos intentarlo.
Todo lo que yo quería era ser matador de toros, o por lo menos intentarlo.
No fue fácil mi breve carrera de novillero. José Pérez Gómez "Niti", un banderillero, que había sido miembro de la cuadrilla de Juan Belmonte se encargó de mi representación en la brevísima campaña que apenas llegó a ocho novilladas.Tenía ambición por llegar a ser alguien en la fiesta, aunque la verdad más cruda era que en mi casa faltaba todo; y, de novillero, en vez de agregar le quitaba al plato. No lo medité mucho, le dije a mi apoderado que me buscara la alternativa. Lo que se atraviesa es un cartelazo en el viejo "El Toreo" de La Condesa, la plaza donde murió Alberto Balderas, ídolo de multitudes e inspiración para muchos toreros mexicanos. En el cartel de mi alternativa dos colosos mexicanos, Fermín Espinosa "Armillita Chico" y Silverio Pérez y la presentación de Pastejé como ganadería de cartel.
Era el empresario de la corrida don Antonio Algara, aficionado de atrevidas ideas, hombre de holgada situación económica que en 1939 había importado cinco sementales andaluces de las dehesas de doña Carmen de Federico con la idea que padrearan en la ganadería de don Eduardo Iturbide un ganadero de muchocartel y que era descendiente del general Iturbide, un terrateniente, estadista y militar realista de Michoacán que combatió contra los Insurgentes y defendió la causa de la Corona de España. Fue don Agustín de Iturbide ardoroso opositor a la Constitución de 1812. Combatió como Jefe de las Fuerzas Armadas de la Monarquía; aunque más tarde fue uno de los firmantes del famoso Plan de Iguala, donde se proclamó la Independencia de México.
Los nombres de aquellos cinco magníficos ejemplares del encaste Murube de Carmen de Federico importados de España por Tono Algara para don Eduardo fueron: "Barquillero", "Tanganito", "Observador", "Holgazán" y "Perfumado".
"Tanganito" fue el padre de los célebres "Tanguito" y "Clarinero", los dos toros más famosos de Pastejé.
Para desgracia de Antonio Velásquez, la corrida salió brava. "Clarinero", un toro de bandera, le correspondió a Armillita y le cortó una oreja; Silverio enloqueció a la multitud con el bondadoso "Tanguito". Dicen que fue la mejor tarde de Fermín Espinosa en "El Toreo"; y la faena de Silverio, la más aclamada de todas las realizadas ante el público de México que le amó con fervor y locura.
"Andaluz", fue un toro bravísimo, para desgracia de Antonio Velásquez. Uno de esos toros que conceden pocas oportunidades para el lucimiento en manos de los bisoños. Auténtica fiera.
Como verán, Antonio Velásquez quedó convertido en lo que él mismo llamaba "un sandwich" en medio de la apoteosis taurina de Armillita, el más completo de los toreros mexicanos, y de Silverio, el más querido. Era como decir debut y despedida.
Prácticamente la carrera de Antonio Velásquez había concluido. Ninguna oportunidad se le presentaba y ante la terrible situación decidió marcharse a Sudamérica. Toño toreó en Colombia primero y más tarde en Ecuador.
En Quito tal era su desesperación vendió el traje y los avíos, para poder comer. Un día tuvo una oportunidad de torear y se vistió de banderillero para poder comer. Sin haber logrado ni resuelto nada regresó a México.
Una que otra tarde actuaba en plazas de pueblos, levantadas en las tierras del sur mexicano. Hasta que... cuenta Antonio
–Como todos los días me fui temprano por la mañana a entrenar –así inició Velásquez la narración el capítulo trascendental de su vida.
–Mi compañero de entrenamiento era Arturo Alvarez "El Vizcaíno". Arturo era algo bizquillo, y por eso le dimos tal apodo, no porque fuera de Vizcaya. Entrenábamos en la plaza de "El Toreo", y aquel día anunciaban La Corrida de la Oreja de Oro, con Joaquín Rodríguez Cagancho, el caraqueño Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez el de Sevilla, David Liceaga, Luis Castro "El Soldado" y Luis Procuna...
Don Joaquín Guerra, el empresario de "El Toreo", se enteró de un percance sufrido por David Liceaga aquel mismo día de la Corrida del Estoque de Oro y, por no tener a la mano un torero para sustituir a Liceaga, salió de su oficina hacia la plaza, a buscar un sustituto para Liceaga, "donde le habían dicho que había unos toreros entrenando."
Don Joaquín nos dijo, a El Vizcaíno y a mí, que había un puesto en el cartel de la Corrida de la Oreja de Oro del 28 de febrero de 1945. La corrida estaba anunciada para ese mismo día, y nos dijo que si queríamos torear nos echáramos un volado para ver a quien favorecía la suerte para ocupar la sustitución. Era La Corrida de la Oreja de Oro de la Unión de Matadores de Toros. Don Joaquín echó la moneda al aire. La moneda, en su misión de marcar el destino, rebotó de una viga de hierro que sostenía el tendido y cayó frente a mí. Cayó Águila. Estaba en el cartel...
- Cagancho pegó un mitin. "El Soldado" estuvo dominador. Pepe Luis Vázquez desastroso y Bienvenida desaprovechó el mejor toro de la noche. Procuna cumplió. Me tocó en quinto lugar un toro de Torreón de Cañas, de nombre "Cortesano", marcado con el número 11 … Aquella noche, junto a aquellas figuras, me lo jugaba todo. -Mentiría si narro los hechos de aquella faena. Sentí que algo superior a mis fuerzas se metió muy dentro de mi pecho. Algo que me elevaba en un maravilloso éxtasis. Todo lo que hacía, salía bien. La gente estaba loca conmigo. Luego de matar de una estocada, me subieron al tendido y me pasearon de un lado al otro. De la barrera a sol, a sombra, por todo el graderío, hasta muy tarde en la noche.
-En casa me esperaba mi esposa, Rosario de la Osa. Vivíamos en un departamentito, muy chico, alquilado. El corralito en el que teníamos a Antonio, mi hijo, ocupaba casi todo el espacio del departamento. Fui con el periodista Cutberto Pérez, del diario Ovaciones a darle la buena nueva a mi mujer y al llegar le entregué a Toñito el rabo que había cortado en la plaza, para que jugara con él. Cutberto me recriminó, me preguntó que cómo le entregaba tan preciado trofeo a un niño para jugar, que si no tenía algún significado ese premio.
- "Mire don Cutberto, si no soy capaz de cortar otro rabo como éste, mejor me quito de torero".
- Ese trofeo tenía que ser sólo una anécdota en mi vida. Otros logros más importantes tenían que venir, y vinieron; pero, la verdad es que ese rabo de la Oreja de Oro al toro "Cortesano", de Torreón de Cañas, fue inolvidable en mi vida. Velásquez aseguraba que le había cambiado totalmente su existencia, la razón de su vida, sus relaciones con la humanidad.
–Me hizo figura del toreo aquella noche del 28 de febrero de 1945. Todo un compendio de aprendizaje entre el 31 de enero de 1943, la tarde de mi alternativa con Andaluz de Pastejé, y la noche del 28 de febrero de 1945, la de mi éxito con "Cortesano".
La mañana del miércoles 15 de octubre de 1969, muy temprano, Guadalupe y Rafael Velásquez fueron por mí en el coche Datsun de Antonio. Compartimos el desayuno en la cafetería La Blanca, en la calle de Cinco de Mayo, frente al Hotel Gillow, donde sirven unos tazones grandísimos de café y se podía usted comer todo el pan dulce que le apeteciera por un precio muy módico. En México el pan dulce es muy popular y su variedad es muy extensa, casi infinita. Junto al tazón de café con leche una bandeja inmensa con cuernitos, conchas, chilindrinas, la sabrosa gama de panes para mojar en el café.
Después del desayuno, y antes de ir al frontón en casa del doctor Hoyo Montes, Antonio Velásquez me propuso ir al Tepeyac, que es el sitio en donde está la Basílica de la Virgen de Guadalupe. Me gustó la idea y nos fuimos. Allí se guarda, en un altar, el manto en el que está impresa la imagen de la Virgen Morena. La tilma del indio Juan Diego, cuando se le apareció la Virgen María y lo llenó de flores silvestres. Juan Diego descargó los pétalos de la tela y apareció la Guadalupe en el paño del indio. Velásquez me dijo que no me acompañaría a ver la imagen de la Guadalupe, dentro de la Basílica, porque ella, la Virgen Morena, “no ha sido buena conmigo". Me relataba Antonio, camino al frontón del doctor Hoyo Montes, que cuando la horrible cornada del toro "Escultor" de Zacatepec, le había pedido mucho a la Guadalupe.
–Fíjate –me decía–, igual sucedía cada vez que le pedía antes de una corrida. Siempre venía la cornada. No tengo nada contra ella, pero ella parece que sí tiene algo en contra mía.
Al llegar al frontón encontramos a Chucho Arroyo, quien ha sido aficionado práctico, apoderado de toreros y empresario. Chucho, en sus días de aficionado práctico, se iba a los pueblos, toreaba en plazas donde no había enfermerías y lidiaba toros cuajados y en puntas. Estaba en perfectas condiciones físicas, tal y como si fuera un profesional, porque lo que más le gustaba en la vida era torear. Torero, valiente y decidido. Chucho Arroyo es propietario a las afueras de Ciudad de México de un gran restaurante. Se especializa en comida mexicana. En la barbacoa de carnero, perniles de carnero, elaborados de una manera muy especial, envueltos en hojas de maguey y cocinados bajo tierra. Se les extrae un rico caldo, muy reconfortante. La carne de la pierna del carnero queda muy suave, con un sabor estupendo. Además se disfrutaba de un espectáculo musical muy mexicano que presentaba Chema, un norteño, fanático del club de fútbol América, el equipo más popular de México. El Restaurante Arroyo, así se llama, cuenta con muchos locales, casi todos taurinos, que alquilaba para ocasiones especiales. En este restaurante se citaban personalidades de la fiesta, de la política y de la farándula, y es un lugar de obligada visita para cualquier personalidad que vaya a la Ciudad de los Palacios. También estaba en el frontón de Hoyo Montes, raqueta en mano, el matador Antonio Toscano, quien actuó en Caracas, en el Nuevo Circo, con bastante éxito. Toscano se casó en Sevilla con una hermana de Manolito González y, sin llegar a ser figura del toreo, fue un profesional de gran calidad que mereció un lugar más destacado en la historia de la fiesta.
Al momento de llegar nosotros al frontón, llegó el novillero venezolano Pepe Benavides en compañía de su apoderado. "El Güero Pollero". Pepe hacía dura campaña por tierras de México. Se había presentado en la Monumental y mucho se comentaban sus alardes valerosos. Benavides llegó a actuar como fakir en la provincia mexicana, para poder ganarse el sustento, y veía el cielo abierto con la ayuda decidida de El Pollero, un señor que criaba pollos en cantidades industriales y que tenía mucho dinero.
Luis Castro "El Soldado" hizo acto de presencia a los pocos minutos. Venía a jugar, pero a jugar naipes. El legendario maestro no estaba para los agites de la cancha. Gracioso, mal hablado, leyenda viviente que se ganó un puesto en la historia grande de la fiesta porque de novillero, en franca rivalidad con Lorenzo Garza, llenó de gloria la vieja Plaza de la Carretera de Aragón de Madrid cuando los dos novilleros mexicanos se hicieron los amos y los consentidos de la afición de la capital de España. Garza y "El Soldado" cortaron rabos en Madrid y fueron figuras antes de la Guerra Civil Española. En México pertenecieron a la añorada Edad de Oro y en Venezuela brindaron tardes de triunfos resonantes. Pero sobre todas las epopeyas escritas por Luis Castro, estaba su personalidad.
Había conocido al maestro en Caracas, cuando conocí a Velásquez y a Teófilo Gómez, que habían ido a Venezuela a torear un festival que organizó Pablo Ruiz Lambas en el Nuevo Circo. Aquella tarde que se realizó el festival en Caracas fue el día que llegó el hombre a la luna. La hazaña espacial se transmitió por televisión y tuvo récord de sintonía. La ruina fue para los organizadores del festival. También actuaron Pepe Luis Vázquez, mexicano, y el buen aficionado práctico Raúl Izquierdo. Raúl ha sido, desde entonces, un amigo entrañable al que me une una relación de compadrazgo.
Con el grupo de "El Soldado", Toscano, El Güero Pollero, Benavides, Antonio y Rafael Velázquez transcurrió la mañana en el frontón. Al comenzar la tarde fuimos a casa de Antonio en Mariano Escobedo. Prepararía el propio maestro una pierna de venado, e invitaría a la reunión, además de los que estábamos presentes, al crítico taurino del diario Ovaciones, Cutberto Pérez.
Antes de ir a casa de Velásquez, visitamos el diario Esto, donde trabaja Francisco Lazo. A Pancho le conocí aquella tarde. Me pareció muy abierto a la plática, enteradísimo de la política taurina, y con ideas muy claras de qué quería, desde la tribuna que manejaba. Fue muy generoso con su tiempo y conversamos largamente de la situación taurina venezolana. No olvidaré jamás que insistía mucho en que Venezuela debía hacer su propia afición, pero en base a sus toros y a sus toreros.
–Mientras Venezuela dependa –decía con marcado énfasis–, de las empresas españolas y de los toreros españoles, no tendrá sostén seguro el espectáculo taurino en aquella tierra. Sé que es difícil en un país que no tiene ganaderías, ni escuelas taurinas y que apenas ahora comienza a tener temporada de novilladas, hacer torero; pero, si no los forma, no tendrá la pasión de los tendidos que respalden a la fiesta. Al paso de los años, las palabras de Pancho Lazo, muy criticado por sus posiciones de nacionalismo extremo, cobran más fuerza. En Venezuela tenemos muchas ganaderías ahora, pero en 1969 apenas había dos o tres que no podían dar la cara ni en novilladas. Todo el ganado para las corridas de toros se importaba, principalmente de México, y para las novilladas de Colombia. Gregorio Quijano presentaba en Caracas una gran temporada y de ella se vislumbraban toreros de calidad que podrían relevar a los que funcionaban en aquella época. Hoy día, con más ganadería no se dan novilladas y las empresas dependen del atractivo que pueda tener la torería española, porque a pesar de que contamos con buenos toreros, que sólo necesitan oportunidades más seguidas con el fin de adquirir oficio ante los difíciles toros nacionales, las empresas continúan dependiendo de la voluntad de la torería española.
Con Cutberto Pérez y Carlos Málaga "El Sol" nos reunimos en casa de Velásquez la tarde del miércoles 15 de octubre de 1969, es decir hace 49 temporadas.
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