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El torero francés cortó una oreja tras una estocada a tumba abierta, en la que recibió una escalofriante cogida sin consecuencias
Un escalofrío recorrió los tendidos de Las Ventas cuando el tercero, de Pallarés, hundió una de sus velas en el vientre de Thomas Dufau. El francés se había tirado a matar con todas las de la ley. El pitón se hundió en el lugar donde termina la taleguilla, donde nace el chalequillo. Dufau buscó con sus manos la herida que no fue. El milagro se había obrado. En este cruento fin de temporada, se pensó lo peor durante los angustiosos segundos del percance. Fue inevitable recordar la imagen de Israel Lancho colgado del pitón de un palha en la tarde en la que estuvieron anunciados los toros portugueses y fueron sustituidos por los de Hoyo de la Gitana. La espada había quedado en todo lo alto. Los pañuelos afloraron como fruto de la emoción. La faena había encontrado su cumbre en una tanda con la mano izquierda, una de las primeras, con la muleta muerta entre los cadenciosos muletazos. No volvió a alcanzar ese nivel la obra que si tuvo detalles de valor como un parón a mitad de un derechazo que aguantó estoico el francés. Con el sexto se estrelló sin posibilidades.
El tercer desafío ganadero reunió a 8.300 aficionados. La mejor entrada del ciclo que ha enfrentado a seis ganaderías enmarcadas en los encastes minoritarios. Las tres tardes han tenido interés y contenido aunque fue la primera tarde la que reunió a los triunfadores: Valdellán, Robleño y Saltillo. Este domingo, destacaron los toros de Pallarés. Faltándole humillación al primero, se vio a un Sánchez Vara centrado pero algo falto de reunión. En banderillas había destacado en un par de dentro a fuera de mucho compromiso. El cuarto, de Hoyo de la Gitana no tuvo fondo dentro de su nobleza.
Javier Cortés afrontaba la dura remontada que le ha planteado Plaza 1. Anunciado una tarde en los desafíos (el año pasado destacó en este ciclo precisamente) y el 12 de octubre con los pablorromeros. Muy torero se mostró toda la tarde. A su primero de Hoyo de la Gitana le faltó raza mientras que al de Pallarés fue el poder para aguantar la exigencia del madrileño. Resultó prendido sin consecuencias y saludó una ovación como premio a la torera disposición.
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