jueves, 16 de agosto de 2018

EL DOMINIO ABRUMADOR DE EL JULI CRÓNICA DE ZABALA DE LA SERNA DE ILLUMBRE, SAN SEBASTIÁN

 

El Juli abrió rodilla en tierra la faena al segundo toro de la notable corrida de Garcigrande CHOPERA / A. VIARD
Dueño y señor de la tarde, cortó dos orejas, casi tres, a una notable corrida de Garcigrande. Padilla, borrado en su adiós a Illumbe con un toro extraordinario; Manzanares sigue lejos de su mejor momento.

"Ya la última", dijo el portero de Illumbe mientras cortaba la entrada a modo de despedida. De la feria se refería, claro. A ciencia cierta, la última tarde en San Sebastián era la de Juan José Padilla. A Padilla aquí se le recordará por su más alta gloria: el indulto de Muroalto de Victorino en 2005. Por ella, por otras, por aquella terrible cogida a portagayola de 2001, por tanta entrega y tanto todo, la ovación atronó contra la cúpula al deshacerse el paseíllo. Después, la fiesta duró los primeros tercios de Bocazas, una pintura de armonía, un dibujo de bajo relieve, un toro de extraordinarios galope y humillación. Bravo en el caballo -la alegría con que se arrancó de lejos en el segundo puyazo-, estiloso en el capote de Mambrú -especial por el izquierdo- y alegre en el tranco en banderillas. El Ciclón no fue brisa ni huracán. Qué malamente se entendió -un decir- con la categoría del garcigrande. Un inmenso vacío de ideas.Bocazas planeaba, repetía y se abría aún más por su izquierda de oro. Al final, cuando Padilla le propuso una receta de manoletinas de amplio espectro, quiso irse. Quizá aburrido de tan aciago trato. El espadazo careció de muerte y no funcionó como tapabocas. Un aviso, cuatro descabellos...
El borrón en la campaña de recogida se amplió con un cuarto basto y mansote. Que apretó hacia los adentros. Mosqueó de tal manera a Juan José Padilla que le arregló el cuerpo en varas. Tremendo el castigo. El toro se quedó aplatanado. Y se venía al paso, desganado y sin descolgar. En un mar de dudas naufragó El Pirata. Que abrevió y lo pasaportó con un estrepitoso golletazo.
El apabullante dominio de El Juli se extendió sobre la tarde como un manto de solidez abrumadora. Su cabeza es una computadora. Que da la lectura exacta, precisa y concisa. Desde la lenta maestría, el aplastante gobierno que no permite un resquicio. A la sorpresa. O a la emoción. Cada toro de su buen lote cosido y cogido en la palma de la mano. Uno bonito y otro bien hecho y más ofensivo. Con más fondo éste que aquél. Que abrió su lote con humillación. Ya en la verónicas a pies juntos, la entrega. Romaneó con entereza en un puyazo que Juli compensó con la liviandad del otro. Iluminó un quite de chicuelina, tijerilla, afarolado y larga. La variación compuso una sola y exclusiva pieza. A la obertura rodilla en tierra, le cosió tres naturales de planta atalonada y vertical, reunidos. La medida milimetrada de las series necesariamente cortas. La dosis que la nobleza del garcigrande necesitaba. Hasta los circulares invertidos y el juego de cercanías. La estocada trasera aseguró la oreja. 
Fluyó más El Juli con el quinto. Y la expresión. En una trincherilla y un pase del desprecio, desembocó el prólogo en bandera. Desde ahí, la embestida imantada en los flecos. En un cambio de mano de superior despaciosidad, el avión de Justo Hernández. Los naturales en la yemas. Sin arrebatos -tanta es la seguridad, la facilidad- transcurría a pulso la sedosa faena. Que caló más hondo cuando Juli puso alma en su derecha y en su pecho. Sin destroncarse nunca, erguido el talle, sueltos los vuelos. Un lío mayor como coda. La estocada nuevamente trasera -pelín desprendida ahora- y letal desató los pañuelos en tromba. El presidente se cerró en banda para no dar la segunda oreja. Se sintió el cabreo generalizado del pueblo, que bramó más que en muchos tramos de la faena. "Más necesitaba el premio esta afición por su debilidad que el torero", me soltó El Donosti. Visto así...
Otro toro loable, un dije, algo desentendido en los finales, muy fácil, cerró la notable corrida de Garcigrande. José María Manzanares ni está ni se le espera. La joyita se fue entera. Con su diamante zurdo visto pero no descubierto ni explotado. 
No se sintió cómodo jamás Manzanares con el estrecho y altón tercero. Que gazapeaba pegajoso y soltaba un testarazo en el último tramo de viaje. Por abajo también es posible vaciar un muletazo, no se crea. Pero posiblemente ya sea mucho pedir. Su acero, al menos, sí funcionó este miércoles como solía.
Total, que El Juli fue amo y señor de la tarde. Por sí mismo y por el contraste abismal. Un dominio abrumador y en soledad.

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