jueves, 24 de mayo de 2018

UN SUBLIME ROCA REY: : Así vio la prensa su actuación en Las Ventas…



Roca Rey, en un muletazo por la espalda al sexto de la tarde. 

Foto JULIÁN ROJAS.


José Antonio del Moral – De Toros en Libertad: Vivido lo visto ayer con la lidia y muerte del sexto toro de Victoriano del Río, en cualquier época de esta plaza de Las Ventas, tenida por la más importante y, desde luego, la más trascendental del mundo, Andrés Roca Rey, el peruano-español que ya es tan nuestro como limeño, será aún más grande figura del toreo de lo que ya venía siendo, independientemente del numero de orejas que le dieron, solamente una, señores, solamente una tras enloquecer a toda la plaza con una faena más que épica que convenció a todos los presentes salvo al indeclinable sector que la desdora y la emborrona, como también y esto sí que tiene bemoles, salvo al señor presidente del festejo que obedeció las ruidosas indicaciones de la gentuza que intentó y consiguió impedir que aquello no fuera premiado con las dos orejas del único animal que medio sirvió de la muy decadente y decaída corrida. Pero dado el ambiente triunfal que dominó el ambiente hasta grados pocas veces visto aquí, no importó nada que Roca Rey no pudiera salir a hombros por la Puerta Grande, últimamente y al parecer cerrada a cal y canto porque a no más 60 personas entre las más de 22.000 que abarrotaban la plaza no les pareció oportuno que lo consiguiera. Sin embargo, el parecer general fue que el aún jovencísimo diestro se había consagrado en Madrid definitivamente. No es de ahora el dislate. Madrid con las grandes figuras casi siempre fue injustísima. Podríamos traer ahora mismo a colación – argumentar, aducir razones y ejemplos, digo yo, de las muchas veces que aquí ha ocurrido lo mismo en todas las épocas.
Paso a relatar lo que yo mismo viví junto al gran Paquirri una tarde que terminó en injusta bronca de los ínclitos del tendido 7. Habíamos llegado al Hotel Goya, donde se vestía siempre el de Barbate, cuando sonó el teléfono que descolgó el propio gran torero. Era Luis Miguel Dominguín, tío político del años más tarde trágicamente desaparecido diestro y por tanto mitificado en la historia del toreo para siempre. Y esta fue la conversación entre ambos: “¡Enhorabuena, Paco ! Enhorabuena por qué, si esos malditos me han puesto a caldo”. “No deberías estar tan enfadado”, enfatizó riéndose Luis Miguel que siguió diciendo “lo mejor que te puede pasar en Madrid es que te abronquen aún habiendo estado bien. Es la señal que distingue aquí a todos los grandes del toreo”. Y Paquirri, repentinamente conformado con el sabio consejo de Luis Miguel, abandonó su agriado gesto y volvió a sonreír tan abiertamente como siempre lo hacía. De tal modo sucedió también ayer o debió suceder con Roca Rey.
Imagínense ustedes hasta donde podría llegar a poco que le respeten más los toros por lo dificilísimo que es torear al borde del abismo con tanta entrega y, por ende, tanta limpieza… y sin ninguna red. No nos alerta tanto todo esto para Roca Rey a quien salva su privilegiada inteligencia, su enorme capacidad de improvisar lo que conviene hacer técnicamente en cada caso, dadas las varias y repentinas acciones de los toros y, encima, lograrlo sobre la marcha. Puras y variadas las sorpresas que adornan casi todas sus actuaciones a poco o poquísimo que los toros se le presten.
¡Hoy me rindo del todo ante usía, don Andrés! Que vos sigáis así durante el mucho tiempo que le queda y que uno lo vea.

Luis Cuesta – De SOL y SOMBRA: Roca Rey es punto y aparte. Uno de los últimos genios que está revolucionando nuevamente el toreo. Porque no solo hay qué fijarse en su quietud, en sus lances sin enmendar, sino también en el majestuoso esfuerzo del ánimo que tiene este torero, acompañado siempre de un valor inmenso.
Hoy en Las Ventas ha roto las leyes del espacio y del tiempo, dibujando espirales para llevar al toro donde el quería con su muleta y su cuerpo como escudo.
Que Roca Rey es un torero diferente no me cabe la menor duda. Que actualmente es el que más entusiasma a las masas está fuera de toda cuestión. No reconocerlo sería estar ciego.
La pregunta es: ¿Estamos ante un nuevo revolucionario del toreo?
Hay que recordar que los últimos revolucionarios basaron su legado en tres fundamentos: El riesgo, el dominio del toro, y la estética.
De los tres factores, en el del riesgo, Roca cumple cabalmente con los fundamentos inpuestos por toreros como Belmonte y Ojeda, este el último revolucionario.
En cuanto a la estética, el toreo de Roca Rey esta consiguiendo asimilarlo con un concepto de arte superior.
Y en cuanto al dominio de los toros, es preciso señalar que en su novísimo toreo, es algo que tarde a tarde a ido mejorando, prueba de ello es que los toros ahora lo respetan más que en otras temporadas.
Su faena al sexto toro de esta tarde tuvo dos partes: Una, de acuerdo con los cánones clásicos y la otra, de esa emocionante nueva tauromaquia que está anunciado una nueva revolución en el toreo.
Una revolución, que todavía muchos no quieren ver y que quizás cuando menos lo esperen, tocará muy pronto a las puertas de sus plazas.

Antonio Lorca – El País: El joven Roca Rey se erigió en el salvador de la tarde, si es que la corrida tenía salvación posible. El torero lo intentó con todas sus fuerzas ante el sexto de la tarde, cuando los ánimos estaban decaídos y nadie esperaba una recuperación que parecía imposible.
Pero este peruano es un ciclón. Cuenta con la fortaleza y la ilusión como atributos de su juventud; pero es, además, valiente a carta cabal. Ha adquirido oficio y trató de torear como mandan las escrituras. Goza del fervor popular y se ha convertido en el ídolo indiscutible del nuevo público taurino.
Todo se le jalea, todo se le aplaude, pero es que hay que reconocerle el gran mérito de su faena de muleta al que cerraba plaza, el único que embistió en el tercio final.
Esperó al toro en la primera raya del tercio, atornilladas las zapatillas en la arena, y aguantó unos muy ceñidos estatuarios, que cerró con un largo pase de pecho, que produjeron el delirio en los tendidos.
No le acompañaba la fortaleza al animal y dobló las manos dos veces en la primera tanda con la derecha. Cuando todo parecía destinado a la desesperación, Roca Rey lo embarcó en el engaño y le robó redondos hondos y largos, en el sitio justo, en un palmo de terreno, y, por vez primera en toda la tarde, surgió la emoción.
Hubo después un natural excelente y un espectacular e inteligente arrimón posterior; tanto se acercó a los pitones del toro que este lo derribó y, una vez en la arena, le perdonó la cornada. Se tiró a matar de verdad y consiguió una estocada en lo alto que produjo derrame y una muerte fulminante del animal.
Paseó la oreja con todo merecimiento; por su entrega, su encomiable decisión y porque salvó una tarde que había caído por el precipicio del fiasco más absoluto.
Este es el toro de las figuras, el que acabará con la fiesta, el que crían unos cuantos para que jueguen con ellos quienes copan ya todas las ferias al margen de un fracaso en Madrid.
Menos mal que, cuando nadie lo esperaba, surgió Roca…

Zabala de la Serna – El Mundo: Roca Rey remontó a última hora la frustración y arrancó una oreja de ley del sexto con una faena volcánica.
La anchura de sienes del tercero escondía el genio eléctrico que tantas veces se confunde con la casta. Roca Rey lanceó con decisión y quietud. La cortina de agua generaba una imagen borrosa. La media verónica chispeó bajo el aguacero. A RR no le importó para explosionar la faena por cambiados terroríficos. Como las puntas de fuego. La apuesta por la emoción desatada por encima de la necesidad de horma. El calambre del toro enganchaba los derechazos. No era fácil la limpieza. La muleta empapada y la rabia del toro componían una ecuación de difícil resolución. Lo consiguió a base de bajar mucho la mano. Sólo que, cuando logró la conquista, la embestida aminoró el recorrido. Y multiplicó las miradas desafiantes. El torero limeño piso terrenos volcánicos. Ya con la deriva del toro reculando. Y vencido.
Sobre zancos parecía levantado el último. Tan largas sus patas. Un toro hecho cuesta arriba además. Dosificó Roca Rey el castigo y se clavó por saltilleras impertérritas. Del quite de Saltillo brotó una media verónica espléndida. Las zapatillas de plomo del peruano volvieron a hundirse en los estatuarios. Los cimientos temblaron con la espaldina sin espacios. Y con el pase de pecho de pitón a rabo. El poder de su toreo volteó la plaza. Tan atalonado. El toro respondía con fijeza. Sin excelencias. La excelencia brotaba de la estatua peruana. La quietud máxima. El trazo profundo y arrastrado también con la izquierda. Otro cambiado, una arrucina, la embestida por las espinillas. Un circular invertido interminable. Ardía Madrid. Un volcán. En un trance apretado, el toro lo derribó. La bestia quedó asustada ante el hombre tendido. Cuando se levantó, lo crujió de un espadazo monumental. Rodó la oreja de ley del toro que al menos no duró un suspiro. Don King Roca acudía al rescate de la frustración a última hora. El don del rey de piedra. El don de los grandes.

Andrés Amorós – ABC: El tercero tiene un nombre muy adecuado, es un «Navegante» encastado pero flojo. Bajo el chaparrón, Roca Rey, impávido y solemne, logra suscitar olés con el capote; brinda al público; la faena es desigual pero tiene mérito: lo mejor, los naturales; lo más emocionante, cómo aguanta un parón, con los pitones rozándole el muslo. Pero el toro acaba rajado, en tablas.
Al salir el sexto, la esperanza de ver a Roca Rey hace que la gente no haya huIdo, a pesar del miedo al catarrazo. Este último toro sale fuerte pero suelto; tardea, en el caballo; no humilla. Después del quite por saltilleras, el peruano hace la estatua cuatro veces y sorprende al público, sacándose al toro por la espalda. Aunque la res flaquea, se suceden los muletazos mandones, ligados. Cuando aguanta un parón, la Plaza es un clamor y se convierte en un manicomio, cuando se saca al toro con una arrucina. Está tan cerca que el animal lo empuja pero, en el suelo, no hace por él: «Con su valor, lo ha asustado», escucho. Y mata entrando muy derecho: la oreja es el premio justo, pedido por todos. En una tarde difícil, ha mostrado la responsabilidad y la seguridad en sí mismo que distingue a las figuras. Apostilla un vecino: «Como Cristiano, cuando tiró el penalti a la Juve». Escucho a un viejo aficionado: «Mi destino es morir de una pulmonía, en una Plaza de Toros». Pero añade: «Ha merecido la pena». La gente sale empapada pero feliz: se han emocionado viendo lo que esperaban, el fenómeno que es, ahora mismo, Andrés Roca Rey.
Carlos Ilián – Marca: Y así hasta el sexto toro, que se movió y se empleó con genio, lo mínimo imprescindible para que el peruano Roca Rey evitara pues el siniestro total y salvara su paso este año por Madrid. El torero sabía que teclas tocar para que funcionara la conexión con un público de su parte, no olvidemos que es un torero de moda. Y las modas pueden hasta con las exigencias de los sectores más exigentes, ayer acallados por el entusiasmo que despertaba Roca Rey con sus recursos para la galería, pero que resultan válidos en la cara del toro como alguna arrucina o algún pase cambiado.
En los derechazos, apenas se pueden rescatar media docena y los trallazos en el toreo al natural tuvo suficiente para dejar maduro al público y con un enorme volapié tumbar al toro sin puntilla y cortar una oreja.

Juan Diego Madueño – El Español:
A los días de acontecimiento hay que arroparlos hasta el último momento. Posiblemente alguien vaya a utilizar la odiosa fórmula de la decepción y la expectación. Una de las idioteces más insoportables que se pueden escuchar en los esquinazos después de los toros. Insoportable estaba también la tarde cuando salió el sexto. El misterio de si Roca iba a ser capaz de echarse la tarde a la espalda.
El último tenía buenas hechuras. Huía el toro de los capotes y el caballo. El quite fue tomado a mal, las saltilleras, y sobre todo la media, tan buena y cerrada.
La expectación envolvía a Roca en el silencio de la plaza, moteado por los berridos contra el ganadero, y se abrió el peruano en un inicio de vértigo sin mirar atrás. Olvidados los terrenos y las distancias y las querencias el toro giraba alrededor de la rotonda de Roca. La tanda por la derecha que crugió las gargantas llegó cuando se sujetó el toro, al que le costaba un mundo a pesar del buen estilo. Extraordinario otro natural. Roca remontaba la tarde sin artificios, con recursos y consciente del escenario. Un parón lo resolvió acortando las distancias; la arrucina salió limpia y milimétrica. Un traspiés volcó al torero en la cara y el victoriano lo perdonó, ya podido. Roca dio la dimensión exacta de desbordarse. Habrá que esperar un poco más. Lo reventó con la espada y la gente se olvidó de todo pidiendo la feliz oreja.

Patricia Navarro – La Razón: Se repobló la plaza para ver a Roca. Y se paró la lluvia. Quiso. Y quiso el peruano. Con el capote primero. Tan quieto que asusta. Y la muleta después. Estatuarios, más uno por la espalda, que es el que prende la llama, y la locura colectiva. Humilló el toro con esmero y repitió, aunque con ese punto de estar encogido, amedrentado. Por eso que se salvó Roca cuando estuvo a su merced. Roca se ajustó con el toro y cuando se le había acabado el gas tiró de largo del valor que tiene para pasarse los pitones del toro por donde la lógica dice no. Roca apretó en el esfuerzo y lo cierto es que un sector del público también le cuestionó. Estamos ya en la cara b del éxito.

Emilio Martínez – El Confidencial:
Llegó el sexto y a fuerza de no importarle el desangelado ambiente, condenado ya al empate, tiró del toro con tiento, con arte y con mucho temple, y caldeó en varias tandas ese lleno inexistente ya a esas alturas del partido en que todos, también el agua, firmábamos no soportar de nuevo otro aguacero… a cero. Y se plantó delante del toro y se lo pasó por todos lados, y hasta se cayó al suelo por exceso de entregado. Y toreó por la espalda, por delante… y por sus mismísimos huecos. Y cuando a todos el empate nos parecía lo serio, remató Roca Rey de impecable peruana metiéndole un gol a la lluvia en el tiempo de descuento. Impresionante torero que solo sabe de triunfo y que se volcó con la espada. Oreja casi ‘in extremis’ de un torero verdadero que pienso odia los empates, la mediocridad y desde luego los aguaceros.

Sixto Naranjo – COPE: Con la tarde ya en una cuesta abajo imparable, Roca Rey, que quitó por gaoneras, prologó su faena al sexto por estatuarios. Impávido el torero, sin rectificar ni un milímetro. Pero cuando comenzó el toreo fundamental, el toro siguió los parámetros de blandura de sus hermanos de camada. De ahí el mérito de Andrés al atornillarse sobre el ruedo e ir asentando al toro para después atacarlo por abajo. Respondió el toro y permitió varias tandas de profundo trazo a derechas. Al natural hubo un muletazo tremendo por la hondura aplicada. Luego, con el animal más parado, llegó un arrimón sincero con voltereta incluída que llevó definitivamente la pasión de los tendidos. La estocada fue letal y los pañuelos afloraron en los tendidos. La oreja cayó por mayoría.

Paco Aguado – TM Cuadernos de Tauromaquia: He aquí el hombre de moda: es joven y posee un valor descomunal, tiene carisma y llena las plazas. Además su fiebre de gloria no le resta capacidad de crecimiento: o sea, arrolla pero cada vez torea mejor. Su toreo fundamental es mandón y poderoso, a veces asombrosamente lento, y en ocasiones, muy en redondo, rematado detrás de la cadera. Para colmo ve faena en todos los terrenos y, aunque se arrima como un perro, lo hace con la cabeza muy despierta, de ahí que los toros no lo cojan tanto como sería previsible, teniendo en cuenta el sitio que pisa.
La descripción corresponde a Andrés Roca Rey, la inminente gran figura del toreo de los próximos años, y que esta tarde ha cortado una oreja en Madrid.

Ficha del Festejo: 

Plaza de Toros Las Ventas de Madrid. Asistencia: 23.624 espectadores
Miguel Ángel Perera:
1º Silencio (1 aviso)
4º Silencio
Alejandro Talavante:
2º Silencio
5º Silencio
Roca Rey:
3º Silencio
6º Oreja
Toros de Victoriano del Río:
1º- Pitos
2º- Pitos
3º- Pitos
4º- Silencio
5º- Silencio
6º- Pitos
Twitter @Twittaurino
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