Gloria y empaque
de Pepe Moral
con la suerte de Miura
a favor
El Real de la Feria apagó sus luces y farolillos en la noche del sábado, un día antes de lo que marcaba la tradición porque un día antes fijó el Ayuntamiento en 2017 el "alumbrao". De sábado a sábado pues. Y eso deja el domingo taurino descolgado de la fiesta. El domingo de Miura. Ramón Valencia ha advertido que, según y cómo responda la gente, veremos qué pasa con la fecha. En las últimas dos décadas, la Maestranza ha perdido días de toros para adaptarse a la deriva social. Algunos tan señalados como el llamado lunes de resaca, la festividad de la Virgen de los Reyes, el día de la Hispanidad, la corrida del Corpus, convertida en novillada... Como dice Valencia, veremos.
La legendaria miurada y el mano a mano entre Manuel Escribano y Pepe Moralconcibieron esperanzas y concentraron a la afición, que respondió a la expectación: tres cuartos generosos de entrada. "Redondito" saltó al ruedo con sus 606 kilos castaños a cuestas que su elevadísimo y largo esqueleto escondía sin ninguna redondez. No descolgó jamás. Ya en el capote acometía por la esclavina. Su amplia cara se llevó el percal. No sería el único desarme. Otro surgió en el arranque por alto de faena con un cambiado que tal vez no procedía. Dificultoso "Redondito", que exigió distancia. Y Escribano así lo entendió y se la concedió para aprovechar las inercias. En corto se frenaba el miureño y en largo se arrancaba pronto,recto y por el palillo. Pasó por el derecho y derrotó con violencia por el izquierdo, provocando el último desarme. El matador de Gerena hizo honor a su profesión con la espada.
Más bajo y liviano, el cárdeno segundo de Zahariche se movió con buen tranco. En su cabeza concentraba la seriedad. Pepe Moral lo saludó con una larga cambiada de rodillas. Y lanceó con facilidad. Moral interpretó aquella cierta nobleza a su altura, que era la media. Perdiéndole pasos. La notable expresión del sevillano de Los Palacios al natural, su mano, caló en la Maestranza. Siempre hilvanando más que ligando el ritmo del miura. Una trincherilla revoloteó con torería. La estocada en su sitio provocó una pañolada lentamente creciente hasta convencer a la presidencia de la oreja.
A portagayola se fue Manuel Escribano. Una larga cambiada y dos más libró como prólogo de verónicas de brazos sueltos. Negro, cuajado y levantado del piso el miura. Escribano volvió a demostrar su poderío banderillero. Como en el anterior de su lote pero con un par al quiebro y al violín como broche que puso la plaza en pie. Mucho se agarró a la tierra el ejemplar de los Miura. Tan ausente la maldad como la movilidad. Como un toro cualquiera. Sin personalidad. Firme siempre el torero, que cobró con seguridad un espadazo. Necesitó del descabello.
A la puerta de toriles también marchó Pepe Moral. El brinco del cuarto toro, de cuello inmenso, silbó como un obús por la montera. No sería la única larga. En quites no perdonó Escribano. Por caleserinas. La rivalidad con el capote fue una constante en la tarde. Moral abrió faena templadamente. Doblones nada castigadores. En el temple, precisamente, residió la clave. El empaque de PM brotó desde una colocación cabal, semienfrontilada, ya por su derecha, que fue dándole confianza al miura agradecido -corrigió su trote gazapón- y humillador. Manolo Cortés en el espejo. Ahora su zurda encontró menor respuesta en la embestida a izquierdas. Pero la prestancia del torero le daba son al natural. Sonaban la música y los oles. El final por ese mismo pitón -el de menor prestación- y una estocada de recta ejecución desembocaron en una fuerte doble petición. La presidenta fijó con sentido de la proporción el premio en una oreja de peso.
Manuel Escribano se fue por partida doble a la puerta de chiqueros. Para recibir al quinto -finalmente devuelto por su invalidez- y para saludar al sobrero. También de Miura, hecho raro en las corridas de la A con asas. Un gigante de 615 kilos de peso. Más allá de la emoción épica, la estética a la verónica. Fuerte Manuel para banderillear al miura, que se venía como un tren. Tremendo el par al quiebro que nace del estribo. La abiertísima testa la usó el toraco con un calamocheo loco y defensivo. Toda la mala suerte aunada en la bolita Escribano, que puso todo de su parte. Totalmente recuperado en este abril infortunado.
El último de Miura de basta mazorca y estrecha y zancuda anatomía -¡ay, los lotes!- se acordó de sus antepasados montaraces. Un miura en el sentido que la RAE le da a miura. José Chacón majó el mejor par de la feria. Una asomada vertiginosa al balcón del miedo. Pepe Moral anduvo solvente con la ágil guasa. Peores se han visto en tiempos pretéritos. Moral agarró el único pinchazo de la tarde. Y se despidió de abril a hombros por la puerta de cuadrillas. Tronaba la noche en ciernes.
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