lunes, 19 de marzo de 2018

LA CRÓNICA DE ZABALA DE LA SERNA : COLOMBO CORTÓ UNA OREJA EN EL TERCERO CON PETICIÓN DE OTRA OREJA EN EL SEXTO Y VUELTA AL RUEDO

La belleza añeja de una mecida faena de Antonio Ferrera


Natural de Antonio Ferrera a su segundo toro. SCP

El extremeño pierde la puerta grande por la espada con un notable toro de Victoriano del Río exageradamente premiado con la vuelta en el arrastre.
El otrora llamado día grande de la feria de Fallas ha ido perdiendo fuerza y respaldo social en los últimos años. Los hábitos cambian. Ya no es fecha apetecible para las figuras. Una vuelta a los 70. A restar vinieron la ausencia de Román en un cartel de marcado acento extremeño y un tiempo desapacible. Conclusión: la entrada más pobre de un 19 de marzo que uno recuerde en 25 temporadas




La inclusión de Colombo hacía justicia a su sangre derramada en esta misma plaza días antes de su inalcanzada alternativa en Zaragoza -en Lima fue finalmente-, pero no arregló nada. El venezolano, precisamente, conquistó una oreja en el ecuador de tarde. 



Llovía con intensidad. Como arreó el toro de Victoriano del Río en banderillas. Del par al violín y al sesgo, voló el matador rehiletero en un volteretón espeluznante. De la caída a plomo se levantó dolorido e intacto. Apostó pos el arranque de péndulos. La bala silbó en su riñonada. La movilidad bravucona del basto toro desapareció en cuanto se sintió podido. Miró, midió y se marcó sus paradas.


 Resolutivo el debutante, que cobró un espadazo de inapelable. De ahí, el trofeo.


De la mano de Antonio Ferrera brotó el toreo. La cadencia del cuerpo mecido, el acompañamiento dormido, la expresión sentida. En las caras y hondas hechuras del toro que hacía cuarto en la escalera de Victoriano del Río habitaba la calidad. Ferrera lo bordó. Tan despacioso y abandonado. El torero pasodoble Concha flamenca y la lluvia serena ponían la banda sonora a aquella añeja manera de hacer. Un cambio de mano, esta o aquesta pincelada, el modo de irse, salir y entrar. La belleza. Cuando la embestida apagaba su llama atemperada siempre, AF prolongó los medios pases hasta cuajar la última serie mayor. Los ayudados por alto, tan del viejo y llorado Manzanares, como todo, precedieron a las necias voces que exigieron el indulto. El veterano matador casi se lo creyó e intentó algo más sin respuesta. El aviso reclamó la espada. Que resbaló en un pinchazo y se hundió atravesada. Sin muerte. El descabello encasquillado -sonó el segundo recado- terminó de llevarse una faena de puerta grande. La presidencia se desnortó con el pañuelo azul. ¿Dónde estaba entonces para Economista de Alcurrucén o Rosito de Cuvillo?Antonio Ferrera, que no había hallado el brillo con el desgarbado bruto que estrenó la corrida, paseó una vuelta al ruedo con el aroma del triunfo serio.
A Ginés Marín lo zarandeó el liviano tercero, que ya se había vencido por el izquierdo en el hermoso saludo de verónicas. El capote sirvió de parapeto, y el quite de la media luna quedó inconcluso. Volvió Marín a la cara con descarado desparpajo para despedirse por chicuelinas. Ese descaro alegre siguió en la faena. Cuando el toro se dio en su mano derecha con más movimiento que clase y cuando le costaba en su izquierda. El tempo lastrado ungió de lentitud los naturales que tiraban de la embestida. Las zapatillas de Ginés permanente firmes. Como la actitud. El acero le negó una recompensa mayor que la ovación. Como sucedió ante el quinto de abierta testa. Otra historia. Su escaso viaje, el celo convertido en desentendimiento. El embarrado piso acrecentaba a estas alturas las dudas. No las del joven torero.
La arena ya era un lodazal. Colombo no arriesgó con los palos ante el sexto. Muy pronto se rajó el toro. Insistió la promesa de Venezuela en la persecución al hilo de las tablas. Deseos y recursos contra un muro. La petición surrealista no caló en el palco. Una vuelta al ruedo consoló su desatada ambición.

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