jueves, 29 de marzo de 2018

EL BARDO DE LA TAURINA Arturo López Negrete



 ¡AQUÍ HAY UN TORERO!

Pedro Octavio Ávila "El Cozumel"

Este fin de semana que recién se palmó, dos chavales lograron trasmitirle a la estructura y al forrado de concreto de la Plaza México, una expresión casi en extinción y que es el ‘¡Aquí hay un torero!’ lo cual es muy diferente a solo andar en el toro o vestirse con trajes de brillo y lentejuelas, no, nada de eso, en la calada con instructores y sinodales que se llevó a cabo el sábado pasado  un chaval traía la actitud  de quien tiene hambre de la panza y del espíritu, pero lo más importante es que tiene sello, marca, distintivo, le mientan ‘El Cozumel’ y se llama Pedro Octavio Ávila ¿de dónde apareció? Pues es obvio aunque bien visionario el joven toreador abandonó su Quintana Roo y tomo la legua en busca del oasis que lo es Tlaxcala, no se trata de un niño de esos precoces ni súper dotados, lo cual me parece muy bien, ni creo que tampoco venga de ninguna escuela, pues da la impresión que a veces suspira por un taco o por un pitón, entonces menos va a pagar unos tenis Reebok o la cuota pa’ el día del maestro,  ‘El Cozumel’ trae la sangre caliente a flor de piel, su mayor virtud es que trae la luminosidad del Caribe y por eso se le mete a la retina a quienes ya lo vieron, por ello le paso el tip  a usted que anda en busca de las raíces de la torería.
Y en menos de 24 horas en ese mismo desierto de cemento se dejó caer nuevamente un chaval tunero  llamado Ricardo de Santiago, quien ahora lo hizo a la vera de toreros de a caballo y fue tal el revuelo que causó, que casi nadie atino a describirlo y lo más ocurrente o más bien disparatado  fue decir  que  no sabe torear, que si le falta técnica, que carece de experiencia, que por eso le pegaron tantas maromas. Vamos a ver,  primero no le dieron marometas sino que le pegaron unos santos madrazos de los que si no quedo desnucado fue por pura milagrería propia de esta Semana Santa, la cornada o las cornadas se las perdonaron los novillos tal vez más por asombro que por falta de instinto, ¿Qué no supo darles la lidia adecuada?, ¿Cuál era? La que los sabios inventaron y con la que le pretenden enmendar la plana a todos los toreros ¿o la de la miopía? Que no les permites a los entendidos percatarse que estábamos presenciando una lidia ardiente de enjundia, de ganas de ser torero, de entrega, de pasión, una catedra de lo que debe de ser un novillero. Por eso le dieron la oreja.

¡Perdónalos Señor! no saben lo que vieron ni menos lo que dicen

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