En el 2017 no se iba a dar la novillada de la feria de San
Sebastián, el motivo es “que eso no deja plata” cuando se supo que no se iba a
efectuar Hugo Alberto Molina dio un paso al frente y donó un novillo, así lo
hicieron los ganaderos anunciados y la empresa Grisolia también.
El asunto es que no se cobró entrada ni nadieque actuó en la
misma recibió pago alguno y la carne se donó a los ancianatos y al hospital
psiquiátrico de Peribeca.
En el transcurso del año 2017 el psiquiátrico fue asaltado
en varias oportunidades y se pensó en cerrar porque no tenían comida, eso llevó
a que algunos colaboraran con alimentos y medicamentos.
Este año la novillada llevaba el mismo fin benéfico
añadiendo que el precio de las entradas fue donado a la Asociación
de niños con cáncer, y las carnes de los novillos regalados por los ganaderos,
(cuatro de los hierros de Hugo Domingo Molona) sumándose a esos uno
de San Antonio y el otro del Palmar de la Sierra.
Cuando vemos las imágenes de la gente que lleva la carne a
los sitios mencionados es donde caemos en la cuenta que el toro no es solo
solidario, es una militancia en la humanidad, de todos los que hablan tan mal
de las corridas (pobrecitos ellos) quizá no sepan que en este país poca gente
por la situación que sufrimos pueden comer carne a diario.
Cuando se entregan las carnes es mucha la alegría que
despierta en la gente del Peribeca y en las monjas de los ancianatos, ellas que
andan pidiendo por las calles ayuda para darle de comer a un hermano sin
recibir nada a cambio.
Viendo el empeño del “morocho” Hugo José en satisfacer lo
ofrecido se me viene a la mente una palabra de la madre Teresa de Calcuta, “el
lugar de todo ser humano está donde su hermano lo necesite” y eso lo he visto
de los taurinos en San Cristóbal.
Cuando salen tantas “trabas” para montar una corrida en el
país, cuando los que están en contra de las corridas ejercen comparaciones con
hechos que son discutibles (tortura, asesinato y demás “cosas”) finalizando
“bastardeando su juicio ético”.
Entonces viene a la mente la cantidad
inocultable de seres que pasan hambre y ninguno le da al menos un mendrugo de
pan; Eduardo Galeano es más claro, “pobre la gente que vive
midiéndose” y que no hace nada por su hermano.
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