EL VITO
Me dio gusto ver, en la
transmisión de la Segunda Corrida de la Temporada Grande de la Plaza México, a
dos figuras de la fiesta despachar en el
Palco de la Autoridad.
Me refiero a Chucho Morales y
a Juan Vásquez, que anduvieron caminos
de la historia grande del toreo mexicano, cuando iban en las cuadrillas de las
figuras junto a Pascual Meléndez, El Loco Efrén, Coca Cola y alguno de los Conteras.
¡Que toreros!
Y qué ganaderos los de
aquella época cuando figuraba como mandón don Luis Barroso, criador entre
muchos toros de bandera de aquel maravilloso Amoroso que se fundió en arte con
Manolo Martínez, en faena de orfebrería.
Me animé porque los toros
anunciados en la segunda tarde de la temporada eran de Jaral de Peñas, divisa
que mucho tiene que ver con Mimiahuapam, como ocurre con otras ganaderías famosas como Begoña;
Xajay; Arroyo Zarco; Reyes Huerta; Santo Domingo… muchas otras.
Aunque el nombre de Hermoso
de Mendoza fue la base del cartel, más me ilusionó descubrir en vivo y en
directo a Leo Valadez en la pantalla del Canal de las Estrellas. Se trata de un
torero que, junto a mi paisano Jesús Enrique Colombo, lideró la temporada de
novilladas en España, destacándose sus éxitos en plazas de primera y en arenas
donde la novillería compite entre sus
espadas más destacados.
Ustedes saben, amables y
pacientes lectores, que una cosa son las ilusiones antes de las corridas y
otras lo que sucede en ellas. En primer lugar debo señalar que la disposición
expresada por Arturo Saldívar con el toro Bienvenido es la que le reclamamos a
nuestros toreros americanos cuando compiten con los diestros ibéricos. No deben
afligirse, como jamás se afligieron los grades como Gaona, Armillita y Arruza,
tampoco César y Curro Girón y mucho menos César Rincón.
Ello
estimula los públicos, más aún cuando esta disposición se encuentra con un toro
bravo y emotivo, como fue el caso Bienvenido de Jaral de Peñas. Toro codicioso que,
indudable, le dio una salutación ríspida por su reciedumbre a un torero, Arturo Saldívar, que aún tiene
mucho que dar en esta fiesta convertida en tizones de recuerdos apasionantes
cuando debería ser hoguera actualizada con ardientes leños recién cortados. Y
Arturo Saldívar es carburante idóneo para calentar los gélidos tendidos de la
plaza gigante.
Leo Valadez tiene mucho que
hacer en la fiesta de México, y también en la de España por supuesto y que fue donde
dejó bien clarito su dirección y número de teléfono para las grandes empresas.
Saldívar y Valadez, además,
toreros de gran variedad en su expresión tanto con el capote como con la
muleta. Si antaño esperaban al torero mexicano como un suicida, por su
irracional entrega, hoy son toreros de técnica sorprendente que no desentona
cuando hacen el papel de anfitriones de renombrados visitantes.
Arte
con lienzos que surgen de la inagotable imaginación de Gaona,
Ortiz, Calesero, el Zapopan, … hasta la
técnica de Armilla, Arruza, Martínez, Curro, Eloy y Mariano pilares de épocas
inolvidables con expresiones de autenticidad
única como la de Silverio.
Cómo sueño con la ilusión de
poder verle a Leo Valadez, mano a mano con Colombo en el Nuevo Circo de mi
atormentada Caracas.
Ahí estuvieron también
Hermoso de Mendoza, el mejor que ha existido en la historia, y Cayetano cuya genealogía
es riquísima en vertientes famosas … Entre sus afluentes el maestro Curro Vázquez
que anduvo entre ganas y recuerdos tropezándose en el callejón de Insurgentes.
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