Promisorio
futuro de Leo Valadez
Pablo
Hermoso, predecible
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HONOR A UN TORO BRAVO |
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HONRAR HONRA ... El torero reconoce al ganadero, Arturo Zaldívar a Juan Pedro Barroso |
¿Diferencia
entre la anterior empresa de la Plaza México y la nueva? Acertó el lector:
ninguna. No hay óptica taurina diferente sino criterio empresarial coincidente,
antojadizo, autorregulado y sin empatía con la afición. Entonces, vuelta a
repetir carteles con comodinos toreros-marca en ociosos manos a mano ante
toritos de la ilusión, o desalmados carteles de ocho toros con caballito
incluido, lo que se tradujo en una corrida de tres horas y media de duración.
El cartel
para el segundo festejo de la temporada fue posible pero no tuvo caso: el
prestigiado rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza (51 años, 28 de alternativa y
63 corridas este año), el madrileño Cayetano Rivera (40 años de edad, 11 de
matador y 45 corridas en 2017), y los mexicanos Arturo Zaldívar (28, siete y 23
tardes) y Leo Valadez, que confirmó (20 años de edad, mes y medio de matador y
seis corridas), ante dos predecibles toritos de Bernaldo de Quirós para el de a
caballo, y seis toros con el trapío que da la edad de la ganadería de Jaral de
Peñas, varios de los cuales tomaron dos y hasta tres puyazos. Entre todos
convocaron a menos de la mitad del aforo del coso.
Lo
verdaderamente importante corrió a cargo de los mexicanos. Arturo Zaldívar se
encontró con Bienvenido, de 490 kilogramos, muy bien armado como sus
hermanos, y que trajo a mal traer a las cuadrillas, acostumbradas al novillón.
Arturo, que
ya había mostrado su talante al hacerle un bello quite por chicuelinas y
tafalleras al primero de Cayetano, enloqueció a la concurrencia al enloquecer
él en la cara del exigente, emotivo, fuerte y claro toro.
Pases por
la espalda, arrucinas, cambios de mano, un pase por alto al desgaire cuando el
astado se arrancó de improviso, derechazos muy largos, naturales con quietud y
mando, dosantinas y ceñidas bernadinas, no ante un torito de la ilusión sino
frente a un toro con bravura, fuerza y estilo que exigía un torero capaz de
someterlo. Dejó una estocada algo trasera y recibió una oreja de primer mundo,
mientras Bienvenido recibía los honores del arrastre lento.
Leo Valadez
confirmó con Arrogante (477 kilos), otro toro musculoso y sin exceso
de peso que llegó a la muleta con una descompuesta embestida que demandaba
cabeza y valor, no posturitas.
Y Leo, a
base de colocación y aguante, lo fue metiendo en la muleta hasta sujetarlo,
quitarle la aspereza y convertirlo en bueno, haciendo ver fácil lo difícil. Si
no lo pincha le corta la oreja. ¿Sabrá hacer algo el monopolio con tantos
toreros buenos más otros relegados?
A Cayetano
Rivera no le lucieron las 45 corridas toreadas en España y dejó ir a su primero
luego de un trasteo eléctrico y sin mando.
En un
futuro no lejano los buenos analistas –si quedan– del fenómeno taurino
evaluarán las consecuencias positivas y negativas que tuvo para la tauromaquia
la irrupción de una figura mundial del rejoneo como Pablo Hermoso de Mendoza.
Pero haber
emparejado el toreo de a pie con el toreo a caballo, plegarse a todas las
exigencias y otorgado todas las ventajas al jinete navarro, que en 17 años de
estar viniendo prefirió consagrar caballos toreros y rodearse de alternantes
comparsa, en vez de apuntalar a figuras en cierne, deja un saldo perjudicial
para la evolución del toreo, aunque con pingües utilidades para las
dependientes empresas.
Leo Valadez
confirmó con Arrogante (477 kilos), otro toro musculoso y sin exceso
de peso que llegó a la muleta con una descompuesta embestida que demandaba
cabeza y valor, no posturitas.
Y Leo, a
base de colocación y aguante, lo fue metiendo en la muleta hasta sujetarlo,
quitarle la aspereza y convertirlo en bueno, haciendo ver fácil lo difícil. Si
no lo pincha le corta la oreja. ¿Sabrá hacer algo el monopolio con tantos
toreros buenos más otros relegados?
A Cayetano
Rivera no le lucieron las 45 corridas toreadas en España y dejó ir a su primero
luego de un trasteo eléctrico y sin mando.
En un
futuro no lejano los buenos analistas –si quedan– del fenómeno taurino
evaluarán las consecuencias positivas y negativas que tuvo para la tauromaquia
la irrupción de una figura mundial del rejoneo como Pablo Hermoso de Mendoza.
Pero haber
emparejado el toreo de a pie con el toreo a caballo, plegarse a todas las
exigencias y otorgado todas las ventajas al jinete navarro, que en 17 años de
estar viniendo prefirió consagrar caballos toreros y rodearse de alternantes
comparsa, en vez de apuntalar a figuras en cierne, deja un saldo perjudicial
para la evolución del toreo, aunque con pingües utilidades para las
dependientes empresas.
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