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MUNDOTORO Ciudad de México (México)
Si en 1910, un 20 de noviembre, comenzó el alzamiento en México, esta noche, 107 años después, la víspera de aquel Día Grande que se conmemora en tierras aztecas, un torero español, Julián López ‘El Juli’ declaró de nuevo la Revolución. Y lo hizo con un toreo a la mexicana. De reducir velocidad a los toros, de detener el tiempo. Esa es la revolución del toreo.
Una lección más de Julián. Delante de 30.000 personas que llenaron de vida La México en el estreno de una nueva Temporada Grande. Levantó el telón el embudo de Insurgentes con un mano a mano entre el madrileño y Joselito Adame, silenciado, en una tarde de enorme actitud, en la que perdió algún trofeo por el descabello en su primero de un encierro de Teófilo Gómez al que faltó raza y empuje. Fue antes de sentir la pesada y fría exigencia del que es figura máxima en México.
Inauguró la Temporada Grande un toro de Teófilo Gómez muy bien presentado, largo y hondo, cárdeno y con hocico de rata. Veleto, enseñaba las palas. Enseguida, el animal dejó claro que no quería nada por el derecho. Pese a ello, le robó una templada media El Juli, que luego no le quiso aplicar excesivo castigo en varas. Buen tercio de José María Soler en banderillas.
Tras brindar al cielo en memoria de Miguel Espinosa ‘Armillita’, el diestro español planteó una faena prácticamente perfecta en la que tuvo la gran virtud de acertar siempre en las distancias y alturas en el embroque. Tuvo nobleza el toro, pero le faltó celo, pese a lo cual embistió andando, gateando, a los cites de Julián, que le echó los vuelos y supo reducir aún más la ya lenta embestida del animal. Naturales cumbres en series de seis, siete muletazos. Algunos remates, por bajo, de cartel de toros. Faena importantísima para la que se hubiera pedido, sin duda, la segunda oreja de caer la espada, algo perpendicular, más delantera. Oreja de ley.
Menos ofensivo por delante, pero bien hecho y en el tipo, el tercero fue el más deslucido de la primera mitad del festejo. No tuvo fijeza en el primer cite, nunca humilló en las telas, cortaba en el embroque y, en ocasiones, trataba de sorprender. El Juli, que se gustó en un ceñido quite por chicuelinas con revolera final, lo entendió a las mil maravillas. Una lección más.
A pesar de la falta de ritmo del toro, lo toreó cada vez más despacio y más largo hasta formar un lío tremendo. Por ambos pitones. Los muletazos parecían una sucesión de fotografías. Posiblemente, la faena en la que más despacio ha podido torear en su carrera Julián. Reventó el embudo de Insurgentes. Se perfiló en la suerte suprema con el rabo rondando la mente de todos, sin embargo, pinchó varias veces, pese a lo cual, le obligaron a dar una clamorosa vuelta al ruedo.
De nombre ‘Cielo rojo’, el quinto fue un castaño muy desrazado. Se quedó muy pronto sin recorrido en la muleta de El Juli, que dejó un vistoso y sorprendente quite por navarras. Salió apoyándose en las manos, braceando, incluso tuvo cierto son en las hasta tres vueltas completas al anillo que se pegó, pero en cuanto le ofreció el capote El Juli cantó su condición. Siempre reponiendo sobre las manos, sin embroque el toro, que se frenaba. Se la puso el español por ambas manos, más en largo, más en corto, pero no hubo manera y el torero tuvo que desistir. Silencio.
Berrendo y calcetero, el segundo abría más la cara y enseñaba las palas. Otro cárdeno de buenas hechuras, que no dijo nada de salida. Sin embargo, luego, consintiéndolo, empujándolo, tiraba para delante y tomaba los engaños por abajo. Siempre mejor por el derecho. El trasteo de Joselito Adame tuvo dos versiones: una primera, cuando el azteca se lo creía y esperaba con firmeza a que el toro metiera la cara en el hocico. La segunda, más académico, menos roto, en la que la faena bajaba. Hubo una tanda tremenda en redondo y, ahí, debió ir por la espada, pero alargó la faena y quiso hacer más cosas, cuando el toro pidió muerte. Luego, se perfiló y dejó una estocada tendida, que no fue suficiente. Se le atragantó reiteradamente el verduguillo y la posible oreja quedó en silencio.
El cuarto, cárdeno claro, fue un taco. Hondo, bajo, con cuello, armónico de hechuras, astifino, de pitón negro y mazorca blanca. Sin embargo, se aburrió muy pronto, le faltó raza y las pocas veces que embistió lo hizo con la cara a media altura. Hubo un buen quite de Adame por caleserinas a compás abierto. Puso todo el torero azteca de su parte, incluso se dejó llegar los pitones en el pecho un par de veces. Pero, el tendido mostró recia frialdad con el torero que tuvo actitud para buscarle las vueltas a una embestida apagada, mortecina, del de Teófilo Gómez. Silencio.

Cerró plaza un salinero que blandeó ya desde el primer tercio. Lo habia recibido Adame con dos largas cambiadas y luego arriesgó en un quite muy ajustado por saltilleras. Quiso de nuevo el hidrocálido, que tomó los palos y banderilleó con soltura cuarteando. Brindó al público, pero cuando se quedó a solas con el toro, poco pudo hacer. Sin raza, cada vez se hizo más palpable su justa fuerza. Silencio.
Hierro de Teófilo Gómez - MéxicoPlaza de toros de La México, México DF. Primera de la Temporada Grande. Alrededor de 30.000 personas. Toros de Teófilo Gómez, desiguales de presentación. Destacaron 1º y 2º, nobles, dentro de un conjunto al que faltó raza.logo-mundotoro-fichas-crónicas
El Juli, oreja, vuelta al ruedo tras aviso y silencio.
Joselito Adamesilencio, silencio y silencio.