EL JOVEN MAESTRO SE HA IDO SIN DESPEDIRSE
José y María es un pueblito chiquitico en el estado de Aguascalientes. Los viejitos de José y María se quitan el frío con mezcal, mientras gozan en el recuerdo, nace el volcán provocado por el ágave que revive en los sueños a sus mujeres muertas llenando con eróticas añoranzas el vacío de la noche.
EL CASCO DE CHICHIMECO DONDE CONVIVIERON JUAN Y FERMÍN, LOS ARMILLITA GRANDES |
Noches frías y de viento, las noches de José y
María. El pueblo antes de llegar a Chichimeco, la hacienda santuario
de los Armillita Templo del toreo grande,
el arte de la técnica y de la sabiduría del Maestro Fermín Espinosa, Sumo
Pontífice de la tauromaquia.
Allá en Chichimeco, colgando de una pared en el
casco de la hacienda, está la arrogante y desafiante cabeza Clarinero de
Pastejé. Toro de bandera de Iturbide, toro al que inmortalizó
Fermín, el maestro,cuando le cortó
una oreja en El Toreo, la misma tarde cuando Velásquez tomó la alternativa y
que Silverio indultó a Tanguito. Fue aquella la tarde cuando El Chato Armillita
y Zenaido se rebelaron porque México no entendió la dimensión de la faena de
Fermín. La más perfecta realizada en suelo mexicano. Las paredes de la vieja
casona están cubiertas con fotos, recuerdos, trofeos, cabezas de toros de
Gamero Cívico, Miura, Pablo Romero, lidiados magistral y triunfalmente en
Madrid, Sevilla, Bilbao, en toda España, por el más sabio, largo y poderoso de
los toreros, y como testimonio de la admiración que España sentía por el
saltillense. Fotos de celebridades dedicadas al maestro. La más llamativa la
del mutilado general Millán Astray, enfundado en su uniforme de legionario.
Chichimeco arropa sus tierras con vides generosas que cubren mesas y llenan
botellas con la carne y la sangre de sus uvas. Vinos llenos de cuerpo,
rebosantes de bouquet, que compiten con los de fuera, no tanto como
"Armillita" competía en las arenas del toreo con Belmonte, Ortega y
Manolete. Allá en Chichimeco,
conocí a una preciosa señora de chispeantes y graciosos ojos azules y
escrutadores, llamada Nieves Meléndez de Espinosa. Dulce y plena en bondad,
señora que guarda en su pecho orgulloso el vibrante recuerdo de un corazón de
lentejuelas que sufre y goza con los triunfos y los fracasos de sus hijos
Fermín y Miguel. Los triunfos de Fermín giran suavemente sobre la cintura
torera, que se prolongan lentamente en su brazo mandón, y que están forjados
con el acerado temple de su majestuosa muleta. Torero, este Fermincito, para especiales
paladares, para aficionados exigentes, para tardes memorables. Y los triunfos
de Miguel, que estremecen con fuerzas los cimientos de la fiesta con su erguida
figura de mandón, que hace lucir al peligro como facilidad y que corona la cima
de la gloria con floridas banderillas, aterciopelados naturales y estocadas
viriles. Ellos dos, Fermín y Miguel, son los mejores trofeos del maestro.
Pilares del Chichimeco de los Armillita, santuario a lo más puro y lo más
grande del arte del toreo americano.
Allí en ese rincón hidrocálido sentí, como nunca
había sentido, la presencia de Armillita en el toreo; abrigado por el calor del
afecto de Miguel Espinosa "Armillita Chico" quien hoy será enterrado
en suelo hidrocálido pero pronto ha de regresar para cuidar de su casa donde le
espera doña Nieves Menedes, la madre del torero, la esposa del genio.
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