lunes, 13 de febrero de 2017

GRACIAS A PIMENTEL EL AFICIONADO DISFRUTA DE LO MEJOR DE DOMECQ

LO MEJOR DE DOMECQ
VÍA JERÓNIMO PIMENTEL

Jerónimo Pimentel, alquimista del toro de lidia

Víctor José López
EL VITO

Juan Pedro Domecq Solís ha sido tal vez el último de los alquimistas en el tema de la ganadería de lidia. Considerado por muchos el Paracelso de los tiempos modernos,  el San Cipriano o  el Mago Merlín del toro bravo, porque decidió, luego de estudiar en profundidad, con metodología  escolástica,  seriedad y detenimiento,  libros, experiencias  y experimentos que condujeron abordar en  la Universidad Complutense de Madrid,  en compañía del doctor Javier Cañón, emprender el camino para entender y comprender la heredabilidad en los vacunos. Para hacerlo, con todo el material en sus manos, se encerró en una isla  desierta y, sobre todo el cúmulo de conocimientos adquiridos y depositados sobre la base de su propia vida ganadera, la que formó  las largas conversaciones con su padre, Juan Pedro Domecq Diez, escribió el tratado del Toro de Lidia que se ha convertido en lectura fundamental para quien tenga vocación de conocer al toro de lidia.
Del toreo a la bravura,  es el título de ésta magnífica obra a la que nos referimos, joya de la literatura taurina, valioso aporte de Juan Pedro a la Fiesta más hermosa.
Aquí la razón de esta introducción bibliográfica del desaparecido autor, el ganadero Juan Pedro Domecq Solís, pues ella nos lleva hacia otro genial alquimista de la ganadería de lidia, una especie de Hernán Cortéz con Mendel que se atrevió conquistar selvas, llanuras y páramos en la Cordillera de los Andes para sembrar en América el Toro de Lidia.
Nos referimos al matador de toros, ganadero de reses bravas y ciudadano del mundo Jerónimo Pimentel Gómez, Gloria de Cenicientos quien convirtió a miles de aficionados a los toros en beneficiarios de sus experiencias, tropiezos, errores y aciertos en su vida plagada de aventuras, éxitos y sin sabores.
Juan Pedro Domecq, autor de la referida biblia del toro bravo, calificó en vida a Jerónimo Pimentel como “sembrador” en el surco americano –Colombia, Ecuador y Venezuela- del toro artista, la denominación del producto ganadero que Juan Pedro logró como respuesta a toda una vida de experiencias, experimentos y vivencia. Siendo de esto los toros jaboneros el gran legado, herencia otorgada a la exigente afición por Domecq y que desde El Paraiso, la gran ganadería fundada por Pimentel, exporta semen, vacas y sementales a otros ganaderos.

Como un fino vino el toro
 es  producto de la crianza  

Hay en la cabaña brava muchos y diversos encastes, pero, se preguntará usted, amable lector ¿porqué la preferencia del toro de Vistahermosa?
Los orígenes, y los senderos en la ramificación de la genealogía del encaste Juan pedro nos dice el porqué: Fundada con ganado de Vicente José Vázquez, reses del marqués de Casa Ulloa, Cabrera y Vistahermosa cuando en 1830 fue adquirida por el Rey don Fernando VII.
A la muerte del Monarca la Reina Gobernadora la vendió a los duques de Osuna y Veragua, quedando en 1849 como único dueño el duque de Veragua y a la muerte de éste en 1866 su hijo Cristóbal Colón de la Cerda y en 1910  a su hijo Cristóbal Colón y Aguilera heredó  el título de Duque de Veragua y la ganadería.
La ganadería de Veragua fue enajenada en 1927 a Manuel Martín Alonso quien en 1930 se la vendió a Juan Pedro .


Jerónimo: Una vida de generosa dedicación
Desde 1937 se anuncia "Hijos de Juan Pedro Domecq", aumentándola con reses de un muy importante criador de reses bravas,  Mora Figueroa y  ganado del conde de la Corte.  Juan Pedro Domecq y Díez  a su muerte, en 1975, pasó a su esposa e hijos; en 1978 pasó el hierro original de Veragua y una décima parte de las reses a su hijo Juan Pedro Domecq Solís, el autor y ganadero del que hemos hecho referencia en esta nota,  que le agrega vacas de su tío Salvador Domecq (Toros de El Torero) que tienen el mismo origen.  

En su afán de sembrar el toro de lidia, Juan Pedro Domecq Solís vendió varios lotes de toros y de vacas al matador de toros José Miguel Arroyo  Joselito y a su apoderado Martín Arranz, quienes participaban de un ambicioso programa con intenciones de crear escuela de torreros y fundar ganaderías en México.  Uno de los lotes fue adquirido por Jerónimo Pimentel, para fundar la ganadería de El Paraiso, la que por cierto debutó en Venezuela en una corrida realizada en El Poliedro de Caracas, festejo en el que se indultó un toro jabonero que luego padrearía con mucho éxito en la ganadería de Los Ramírez en Mérida.

En el lote de Jerónimo, un lote de vacas jaboneras, se encontraba el 120, toro jabonero de nombre Gracioso,  que la heredabilidad convertiría en un toro legendario por la calidad de sus descendientes. Este toro fue adquirido muy temprano por Jerónimo Pimentel, y de la ganadería del Maestro de Cenicientos y de la propagación de su sangre han surgido muchos “toros artistas” como los calificaría el propio Juan Domecq

Fiel al consejo de Juan Pedro, consejo producto de más de un siglo de tradición ganadera, estudios universitarios y experiencia de vida, Jerónimo Pimentel  con  tal vez exceso de generosidad y humildad ha servido  esta sangre en otras ganaderías como la mencionada de Los Ramírez,  Santa Fe, Rancho Grande, El Prado, en Venezuela, unas cuantas más en Colombia como ha sido la de Barbero y otras en el Perú y Ecuador. Consejo que diera Domecq “para evitar” como ha ocurrido “la desaparición de grandes ganaderías” al abusar de la consanguinidad. Las herramientas que le entrega Juan Domecq a los ganaderos de lidia americanos, vía Jerónimo Pimentel  es el recurso que América le dio a España, y que no es otro que el de la inseminación artificial y el trasplante de embriones.
Agradecidos los taurinos a don Jerónimo, el Marlín de Cenicientos.
 


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