Segunda corrida de la Feria
de San Sebastián
Orellana, única
oreja
en tarde de suspenso ganadero
El coleta tovareño pasea el único apéndice en un
festejo donde por la mañana se rechazaría en su casi totalidad los toros de la
familia Rodríguez Lemus.
| LORENZO MENDOZA APOYA CON SU PRESENCIA LA FIESTA Y CON SU ENTUSIASMO A LA PRIMERA FIGURA DEL TOREO NACIONAL: RAFAEL ORELLANA |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos: Hugo Angulo Avendaño
SAN CRISTÓBAL (Enviado
Especial).- Por la mañana
la corrida de ayer había despertado los más variados presagios pocos halagüeños.
Los toros del matador de toros Otto Rodríguez Lemus, quien lidia a nombre de
Santa Fe habían llegado con días de retraso, y como todo mal no viene solo, la Comisión
Taurina rechazaba por falta de trapío el encierro casi en su totalidad. Mal
presagio. A correr todo el mundo entonces. Y sale a relucir la mano salvadora
de Hugo Domingo Molina, quien mandó a buscar toros para dar la corrida poco
menos de ocho horas antes del festejo.
Y aparecieron los toros de Hugo en sus distintas
vertientes, es decir, sus hierros como lo son Rancho Grande y La Consolación,
además de un remiendo de la que era la corrida titular. Vaya tela de
incertidumbre el subir a la plaza y tener conocimiento que toros se lidiaran
por una terna de toreros que ilusionaba, como el debutante Urdiales y el sevillano
Luque, además de nuestra primera referencia del toreo nacional actualmente como
es Orellana.
La tarde la abrió el riojano Diego Urdiales, ante el
jabonero único de Santa Fe que irreglamentariamente aparte de eso, aperturó
festejo. Fue este, un animal soso, desangelado, que se limitó a pasar y marcar
tendencia a tablas. Urdiales hizo gala de la brevedad y displicencia para no
complicarse ante semejante mulo. Le despachó con brevedad con la espada, a la
espera de mejor fortuna.
Pues no lo hubo. Su segundo del lote, vaya tela la que
se fraguó un Urdiales contrariado y muy apesubrando ante tan mala fortuna en su
estreno, buscándole “las cosquillas” al astado, con limpieza y decoro, poco
más. La espada le jugaría una mala pasada, para escuchar los tres avisos, este último,
cuando el toro agonizaba en el burladero del 1.
A Rafael Orellana en sus vitrinas le falta en su aún
corta carrera un triunfo de fuerte peso en el ruedo de Pueblo Nuevo, uno que le
catapulte en olimpo de esta afición. Con ambición recibió en sabroso saludo de
capa por verónicas, rematando con chicuelinas en los medios. El medido castigo
en varas, sirvió para cuidar las cualidades de nobleza y franco recorrido que
por el pitón derecho mostró el astado. Largas series por la diestra las que
hilvanó Orellana, a veces pecando de atropellado, no así por la zurda, donde el
espada se vio no a gusto, lo que desentonó su labor. La verticalidad con la que
se fue tras la espada, dio pie a la petición de una oreja merecida, ante un público
entregado con el espada, quien brindó al pitcher zurdo Johan Santana.
Con su segundo, nuevamente Orellana ha dejado patente que
está en sus mejor momentos. Le cupo en suerte otro de los toros potables del
lote enviado esta tarde por San Hugo Domingo, en labor intermitente, que tuvo
su eco inmediato en el tendido tras el brindis al empresario Lorenzo Mendoza,
presente en la barrera. Faena de intermitencias, con momentos de mérito sobre
la mano diestra. El pinchazo previa al feo espadazo perpendicular y delantero,
dejo en atronadora ovación al lado de Mendoza, singular hecho por demás…
Muchos aficionados recordaban al Daniel Luque del año
pasado, y defraudados han salido, tras el lote tan a contraestilo que sorteó. Su
primero no le ofreció rendija alguna al lucimiento, tras las remolona condición
de mansedumbre, entablerado en su querencia. Pasó un quinario para
pasaportarlo, incluso el estoque de cruceta saliendo proyectado al bajo de sol,
afortunadamente sin salir herido quien ocupaba dicha localidad.
El que cerró plaza, otra condición fue, ensalzando en
los vuelos de su capote por verónicas las alegres embestidas del novillote que
cupo en su haber. Con la muleta, Luque se trabajó una faena de exposición y
valor, limando las asperezas de un burel de no fácil condición, extrayéndole
muletazos por la mano diestra de enorme mérito. Lástima que la espada le truncó
lo que pudo ser una oreja de riñonuda condición.
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