Siempre se
espera esta fecha para redactar alguna
noticia o comentario que en su contenido contenga algo agradable a manera de
regalo navideño, más como en las pastorelas, el diablo anda suelto a última hora, tuve que retirar lo
ya escrito y darle abordaje a un
acontecimiento que nos tomó a todos por sorpresa, el cual se suscitó el domingo
pasado durante la celebración de la décima presentación en la Plaza México y que fue el que un vacuno
haya sido rebautizado al vapor como
‘Juezpen’.
De
inmediato empezó a correr entre los laberintos de concreto el cuestionamiento de a que obedecía dicha
alteración, la cual no hace falta subrayarlo que implicaba una ofensa, insulto,
agravio, injuria, improperio, hacía la
persona que en ese momento estaba fungiendo en labores de juez de plaza, cargo
éste, que hay que decirlo tiene carácter de oficial, es decir, se trata de una
investidura que otorga el gobierno de la Ciudad de México, lo cual no es cosa
menor y por ende aunque no se esté de acuerdo con las decisiones o criterio que
éste aplique, las discrepancias se deben de dialogar dentro de los veneros que
marca la ley, so pena que de no hacerlo así, se está cayendo en algo que se sale de cause civilizado y
hasta se trasgreden las normas de urbanidad que nos marca el Manual de Carreño.
Al momento
pensé que el exabrupto podría verse originado por el hecho de que alguien no
estaba de acuerdo con alguna decisión que había tomado el señor juez durante el
transcurso del festejo, dado el ambiente de repudio que se estaba viviendo por la desigual
presentación del encierro parchado y aún más, por esa falta de trapío de cuando
menos cuatro ejemplares, que estaban vulnerando
los estándares que se requieren para ser lidiados en la plaza más grande del
mundo, y que por ello la empresa se había molestado con el juez por no haber rechazado
la corrida o en el menos drástico de los casos, varios toros.
Luego en un
lance de rumorología acelerada permeó en el ambiente, el que el cambio de
nombre o la alusión se debía a que el juez le había negado una oreja a uno de
los actuantes, cuestión ésta subjetiva y de criterio, hasta ahí las posibles
causas del acto, en seguida se le empezó
atribuir el rebautizo a los ganaderos lo cual no me checaba pues los señores son
criadores de reses y no apoderados que piden más para su matador, la
otra deducción era que a la empresa le molesto que no le dieran una oreja a uno
de los actuantes, pensando tal vez que si uno de ellos con un apéndice de más, habría
abierto la Puerta Grande, o el otro torero paseado un trofeo y que eso les iba
a redituar a los empresarios para que la próxima temporada cualquiera de los
dos matadores les retacaran el graderío.
¡Cuánta Ilusión!
Ahora bien,
el empleado que escribió la afrenta es un trabajador, el cual solo acata órdenes de sus patrones, que lo son la
empresa y aquí la pregunta ¿los empresarios o los ganaderos actuaron de mutuo
propio? o ¿fueron incitados entre ellos?, como quiera que sea el hecho debió de
haber pasado ya a la Delegación Benito Juárez y ésta se deberá de pronunciar
una vez terminada la investigación, con un fallo que por lógica traerá aparejada
una sanción que sea económica o de
suspensión, por cierto a quien se le aplique, ni mella le hará, es más si se
veta a la plaza digamos por quince días, hasta un beneficio le harán, pues se
le avecinan las más enclenques entradas de la temporada, ahora en el caso que
se suspenda a la ganadería de todas maneras por lo que exhibieron sus animales
difícilmente en un largo plazo volverá a ser tomada en cuenta, pa’ lidiar en la
capital, mas quien si ganará será le ética y la credibilidad delegacional, la
cual al imponer una sanción ejemplar, estará aniquilando cualquier duda de impunidad.
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