lunes, 4 de agosto de 2014

EL RELATO DE BARQUERITO DE LA ACTUACIÓN DE CÉSAR VALENCIA EN MADRID

MADRID 1ª NOVILLADA DE AGOSTO

Tres con oficio y una novillada rara
Crónica de Barquerito
 
El venezolano Cesar Valencia da la vuelta. Foto www.las-ventas.com 
Firmes, academicistas y refinados el murciano Antonio Puerta y el complutense Juan Millán. Atrevido y entregado el venezolano César Valencia. Utreros variopintos con mayoría mansa
Madrid, 3 ago. (COLPISA, Barquerito). DOS NOVILLEROS VETERANOS, ortodoxos, clasicistas, refinados: el murciano –de Cehegín- Antonio Puerta y el madrileño –de Alcalá de Henares- Juan Millán. Y un venezolano de dinastía, César Valencia, sobrino de los hermanos Bernardo, Curro, Juanito y José Antonio Troquel, todos ellos matadores de alternativa. Los Valencia venezolanos. Ni tantos ni tan célebres ni celebrados como los Girón, que también han llegado a dinastía de segunda generación. Es probable que por el gran César Girón, figura cumbre, se llame el último Valencia como se llama.
Los tres de terna habían estado ya antes en las Ventas. El manejo tan sutil de avíos de Juan Millán dejó su sello el año pasado. No tuvo suerte César, que, en cambio, ha hecho en plazas francesas progresos y alguna hazaña; Puerta pareció torero de estilo, tal vez sea Finito su espejo, y solo ha pasado que la competencia entre novilleros murcianos se ha disparado y se ha hecho por eso sofocante.
Solo el mes pasado. Antonio Puerta toreó de maravilla dos utreros de Daniel Ruiz en Calasparra, que es ahora la punta de lanza de la Murcia taurina profunda. De Calasparra es Filiberto, Filiberto a secas, de quien habla todo el mundo como promesa sensible. Juan Millán, ya casi treinta años, universitario –licenciado en Económicas-, torero de vocación y de formación en escuela taurina, va a tomar la alternativa en su tierra natal y en su plaza nueva el próximo 31 de agosto. Está preparado y puede sorprender. Sabe torear. Y Antonio Puerta, lo mismo. El nuevo Valencia no está nuevo ni mucho menos: recursos, más oficio de lo que parece y ese punto imprescindible de electricidad con que se llega al público. No al que sea. No a todos. Pero a esos tres mil turistas accidentales de un domingo de agosto en Madrid llegó a asustarlos. Y a ponerlos de su parte. No es fácil.
Una novillada rara y dispar de Aurelio Hernando. Se sortearon cuatro jaboneros, procedentes según la genealogía oficial de la misma rama troncal que los de Prieto de la Cal: la ganadería de José Enrique Calderón, formada sobre un desecho de Veragua de la primera compra del primer Juan Pedro Domecq ganadero, el bisabuelo paterno del actual. Parecido relativo entre los dos parientes remotos: los prietos y los hernandos.
Un jabonero clarísimo, entre ensabanado y albahío, que rompió plaza. Y otros tres jaboneros sucios, más cerca de la pinta que llamó “barrosa” Romero Escacena. El tercero de sorteo se inutilizó después de tres largas afaroladas de rodillas en el saludo del joven Valencia. Se corrió turno y entró en liza de tercero bis un último jabonero. De los tres o cuatro de tan florida pinta el mejor fue el primero, que no paró de mugir. Fue noblito. Cantó la gallina en el caballo, se dejó después. El tercero bis, frágil, arreó a querencia y se vino al cuerpo: El quinto, no tan llorón como el primero pero casi, tuvo trato sin más.
Con los jaboneros llegaron dos negros de hechuras por completo distintas. No serían veraguas. Hicieron cosas de toros de media casta: el segundo, morucho e incierto; el cuarto, muy bien manejado por Antonio Puerta, no tan moruchote, pero con más genio. De sexto saltó un sobrero de Martín Alonso, rechonchito y colorado, mansurrón. Estaba herrado en el costado izquierdo. Como lo de Ibán y algunas ganaderías portuguesas de sangre Barreiros.
Lo de más mérito se lo hizo Puerta al enrevesado cuarto. Y de Puerta fueron también las dos faenas mejor armadas y resueltas, la del jabonero bueno y la del perverso cuarto. Muletazos calmosos, por abajo, algo lineales, poderosos, bien rematados. Millán resolvió sin atragantarse el problema del bruto e incierto segundo y cuajó con el quinto un trabajo distinguido, templado, ajustado, firme, purista y armonioso que remató con estocada a lo Galán, o a lo Fandiño: tirándose solo con la espada y cruzando, o pasando, sin engaño en la izquierda. Espectacular. César firmó los golpes espectaculares –las largas, los sustos- pero también los muletazos con la zurda más logrados de toda la corrida. Listo luego para soltar engaño en las dos reuniones con la espada.
Ficha de la novillada
Madrid. Ciclo de novilladas. 4.000 almas. Templado y bueno.
Cinco novillos de Aurelio Hernando, tres de ellos jaboneros de pinta, y un sobrero -6º bis- deHermanos Martín Alonso, mansito. Inciertos y amoruchados los dos negros de Hernando, segundo y quinto. Noble el primero; manejable el quinto; con guasa el tercero bis.
Antonio Puerta, saludos tras aviso en los dos.
Juan Millán, silencio tras aviso y saludos.
César Valencia, silencio y vuelta.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario