La poesía
de "El Calesero"
de "El Calesero"
ALFONSO RAMÍREZ "EL CALESERO" |
Los
toros le causaron bastantes percances y en una ocasión uno le propinó siete
cornadas. Creador de La Caleserina, fue fiel intérprete de los más hermosos
quites con el capote que legó a la fiesta brava mexicana su antesesor, el
matador de toros ya fallecido José Ortíz, como La Orticina, El quite de Oro y
muchas otras suertes a las que El Calesero les imprimió arte y temple.
Alfonso
Ramírez "Calesero", una de las glorias del toreo mexicano
Tan sólo
por su belleza, la fotografía ya de por si vale la pena de reproducirse. Es
obra de Carlos González y fue tomada el 1 de enero de 1962 en la plaza de toros
"El Toreo" de Cuatro Caminos, en México DF. Como queda patente,
Alfonso Ramírez "Calesero" está ejecutando una singular revolera ante
el toro "Jacalero", del hierro de Pastejé. Pero en esta imagen se resume
con acierto la mística de este torero, también llamado "el poeta del
toreo", de irregular trayectoria como todos los que se basan en la
inspiración
Según
escribió José Francisco Coello Ugalde, Alfonso Ramírez “El Calesero”,
conocido también como “el poeta del toreo”, tuvo un trayectoria irregular,
a semejanza de lo que ocurre con artistas que crean por inspiración, no por
producción. Por eso, cada momento suyo, auténticamente íntimo, revelaba un
fuerte sello de identidad capaz de elevar a esferas de lo sublime todos aquellos
sentimientos que son capaces de causar emoción. Y si esta es colectiva, es
porque ya la individual logró cautivar plenamente.
Alfonso
Ramírez traduce ese trauma de los artistas que de pronto ignora la humanidad y
de pronto surgen en medio de la resurrección. Es un maestro en su género que se
eleva a sí mismo (por eso, el arte eleva, vuelvo a una cita de Carlos Chávez),
que no ha necesitado de la exaltación para lograr trascender.
Muchos
otros toreros han quedado eternizados en pintura, escultura, pintura o
literatura. El cine y la música son una más de las extensiones para evitar el
olvido. Sin embargo, “El Calesero” ha sabido recrearse bajo el pleno
convencimiento de que su esfuerzo se integra al sentido perecedero de que no lo
absorberá el olvido.
Ha sido una
figura dueña del difícil encanto de producir la conmoción. Todavía le
recuerdan, quienes le vieron, aquella tarde del retorno de “Armillita”, en
enero de 1954 en que descubrió el placer del toreo y se encontró con él para
fusionarse. Y desde luego, lo que han dicho de su ya eterna oración al concebir
“llena eres de gracia” la larga cordobesa. Bendito lance entre los lances, que
por eso resulta un cántico celestial: ¡Por Dios!, ualah, olé, aleluya. ¡Torero!
Worringer
ha dicho de la belleza que “El valor de una obra de arte, aquellos que llamamos
belleza, reside, hablando en términos generales, en sus posibilidades de
brindar felicidad”. De todo eso nos habló con su capote y su muleta el gran
torero mexicano.
El diestro
de Aguascalientes no puede quedar confinado al solo registro de fechas -muy
importantes sí-, pero que no nos dicen gran cosa como ese otro carácter, el
humano, el que da a luz su expresión que proviene de los abismos donde el
aquelarre de lo apolíneo y lo dionisiaco preparan fuegos de esencias para
derramarlos en plazas, como escenarios en búsqueda del misterio que solo “El
Calesero” sabe el momento en que han de producirse.
Alfonso
Ramírez era diestro que vertió su manantial de modo pausado, sin prisas, el que
de un manso oleaje pasaba a la tempestad más embravecida para dejar señales que
todavía muchos aficionados recuerdan y nos obligan a entender el significado
del torero, y del hombre también. No sé como definir al “Calesero” sin haberlo
visto más que una ocasión.
Quedan las
crónicas que no son más que un testimonio de su quehacer que trastornó y quizás
transformó mucho de la tauromaquia que pervive gracias, entre otras cosas, a
las aportaciones realizadas por toreros como “El Calesero”.
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Alfonso
Ramírez El Calesero, una de las glorias de la época del toreo mexicano, había
nacido en Aguascalientes en 1914. Tomó la alternativa en el antiguo Toreo de la
ciudad de México el 24 de diciembre de 1939 de manos de Lorenzo Garza, siendo
su testigo David Liceaga, y la confirmó en Las Ventas, en Madrid, el 30 de mayo
de 1946, apadrinado por Pepe Luis Vázquez en presencia de Pepín Martín Vázquez.
Los toros le causaron bastantes percances y en una ocasión uno le propinó siete
cornadas. Creador de La Caleserina, fue fiel intérprete de los más hermosos
quites con el capote que legó a la fiesta brava mexicana su antesesor, el
matador de toros ya fallecido José Ortíz, como La Orticina, El quite de Oro y
muchas otras suertes a las que El Calesero les imprimió arte y temple.
Una de sus
últimas actuaciones después de su retirada, en mayo de 1967, fue en la
Maestranza de Sevilla en septiembre de 1980, en un festival benéfico alternando
con Manolo Vázquez y Curro Romero.
Falleció en
septiembre de 2002 y con el se fue una de las figuras más brillantes del mundo
taurino mexicano.
A SUS HIJOS ALFONSO, JOSÉ ANTONIO, CURRO Y CÉSAR, DINASTÍA EN EL AFECTO Y LA ADMIRACIÓN DE GRANDES ARTISTAS.(VJL)
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