jueves, 5 de septiembre de 2013

MURIÓ PEPE MANZANARES, UN COMPENDIO DE SABIDURÍA TAURINA

FUE EL MAESTRO

DE LOS MAESTROS

ENRIQUE PONCE LE BRINDA A PEPE MANZANARES, EN PRESENCIA DE "SU" DINASTÍA,

EL VITO

Le conocimos a Pepe Manzanares, allá en la Santa Faz en su entrañable Alicante, un año que su hijo José María, de la mano de la sabia conducción de don Alberto Alonso Belmonte, se había convertido en la gran figura artística de la Fiesta de los toros.
La lucha para el joven Manzanares, no era fácil. Cerca de Sevilla, en el corazón de Jerez,  se acentaba la expresión de Rafael de Paula. Más allá, en el Puerto,  arrollaba Gayoso; y desde Las Ventas y La Maestranza, las cúpulas del toreo, se imponían los carácteres de El Niño de la Capea, Julio Robles y Francisco Rivera "Paqurri".
Manzanares respondería a la expectativa generada, interpretando con fidelidad las enseñanzas de su padre, Pepe Dols. Se convertiría, para orgullo de su maestro,  en un referente  de la excelencia en el toreo para los mejores aficionados en México, Colombia, el Perú, Ecuador y Venezuela, y una figura incontestable en España, y quiero insistir que esta grandeza dentro del ruedo se fundamento en el abecedario, bien aprendido y estupendamente comprendido, dictado por su padre. 
Pepe Manzanares se entretenía, cuidando tres hermosos dobermans. Jeremías, el bravo perro, la perra venezolana Heidi ,que le llevó Manolo García y que Manzanares había comprado una tarde, vestido de torero y  en camino a camino a la plaza de toros Monumental de San Cristóbal en cartel de lujo de la Feria de San Sebastián,  y la perra Gavira. Esta, española de cuna, que le embestía a Pepe Manzanares cuando de una clase práctica se trataba.
Jeremías era una fiera, un guardián terrible que tuvo toda una madrugada y toda la mañana encerrado en su habitación a Pajarito Aguerrevere,  socio de Manolo Chopera y Sebastián González en Tierra Blanca, y Vicepresidente de Viasa,  encerrado sin permitirle salir ni a mear. La noche anterior habíamos amanecido con el maestro festejando cosas de la amistad.
Muy temprano por las mañanas, cuando estas eran frías, se sentaba Pepe Manzanares para calentarse con el sol. Lo hacía en el gallinero o en la pista de tenis de la casa del maestro. Nos reuníamos para escucharle hablar de toros. Era un privilegio.
José María Dols Cantó no hablaba de todo el mundo, hablaba de Antonio Ordóñez y de su hijo José María. En la pista, para torear de salón le esperaba Manuel García, el novillero merideño que se fue a España cuidándole a José María la cachorra Heidi.
Pepe murió de 86 años, deja de herencia a un "monstruo" en el toreo, su hijo José María que pudo haber sido el más grande, pero faltó calle y le sobró juerga. También deja en la fiesta a sus nietos, José María Manzanares, "El príncipe de la Maestranza", en la cúspide del toreo y al rejoneador Manuel.
 Fue novillero, pero prefirió integrarse a los hombres de plata al servicio de Pacorro y de El Tino, dos toreros de su Alicante querido.  

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