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DIEGO A LA ALTURA DE LOS GRANDES DE SU DINASTÍA |
Creían que Diego Silveti había desacelerado la marcha en la
temporada europea a raíz de malestares estomacales que provocaron su deserción
de un par de carteles. No es así, todo lo contrario. Ha vuelto, y viene a dar
la cara como ha sido la tónica desde que se ciñó el entorchado de matador de
toros. Diego dio la cara en Arles, plaza torista por excelencia, ante los Santa
Coloma de La Quinta para cortarle la oreja al toro sexto de la tarde, su
segundo en el lote.
Diego alternó con El Cid y el colombiano Luis Bolívar, un
cartel con dos americanos y un español en una plaza francesa de mucha
categoría. Arles es el otro Coliseo Romano de Francia, y junto a Nimes defiende
con dignidad la Fiesta de los toros vilmente acechada.
La ficha resume que El Cid, oreja y oreja; Luis Bolívar, que
sustituía a Manuel Escribano, herido en la tarde de ayer, palmas y oreja; y
Diego Silveti, palmas y oreja.
El primero del torero de Irapuato fue soso, y muy en lo
"malo" de Santa Coloma embestía a medias arrancadas con la cara
arriba. Estos toros aunque llevan un peligro pregonado poco emocionan al
tendido, así se arrimara Diego Silveti, que siempre estuvo por encima del
animal con muletazos suaves y templados sobre la mano izquierda: pero, lo recalcamos,
un toro carente de transmisión.
El toro que cerró plaza, segundo del lote de Diego, mucho
mejor en su comportamiento para la lidia, pudo en esta oportunidad darle a tan exigente afición
lo que en su época le diera su abuelo, Juanito Silveti, famoso por sus incursiones en la Costa Azul donde aireaba sus triunfos ibéricos ante la exigente y dura afición provenzal.
Toreo Diego muy centrado con el Santa Coloma,
al que le aprovechó su fijeza y emotividad para poner sobre el pentagrama de su
obra los argumentos de su entrega que no es más que el toreó muy largo y
profundo. El público de La
Provenza entró desde el principio en la faena, rematada por Diego con
ajustadísimas bernadinas sin la ayuda de la espada, pasándoselo muy cerca, lo
que provocó una gran emoción. Lo mató de una buena estocada casi entera y cortó
una justa oreja.
Esta tarde de triunfo, pues cortó una oreja, le abre a Diego
las puertas en la tierra de Van Gogh y Gauguin. Tierra de toros esta de la
Camarga a una media hora de Nimes y Aviñón, donde el gran Pablo Picasso
defendió la fiesta con la dignidad de sus lienzos y cerámicas, tal y como lo ha
hecho en su campaña el mexicano Diego Silveti con su muleta.
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