viernes, 7 de septiembre de 2012

VICENTE LOZANO R. El Capea por la Puerta Grande


La tarde del miércoles 5 de éste mes, fue frustrante para la afición taurina en Venezuela. Todos esperábamos desde horas de mediodía la tan ansiada transmisión por TVE, el anuncio del inicio de la corrida de toros, donde reaparecía  José Mari Manzanares, con un cartel que completaban El Juli y Alejandro Talavante, en la primera de la Feria de Valladolid. Dimos como un hecho que la transmisión no se daría y nos fuimos a dormir. Pero en mi caso, que no soy de aquellos que duermen más de siete horas ininterrumpidas, a primera hora de la madrugada estaba despierto y como un reflejo encendí el televisor y para gran sorpresa, apareció en la pantalla la tan ansiada transmisión.  Se lidiaba el segundo toro de la tarde por ese gran torero Julián López “ El Juli”, quien ejecutaba una faena de poderío la cual coronada con una estocada, le mereció el premio de una oreja. Me llamó la atención ya terminando la faena, unos acertados comentarios que con gran precisión hacía una persona desde los micrófonos de TVE.  Más tarde, me enteré que como comentarista de la corrida  estaba, al lado de Federico Arnás y Carlos Raúl Villasuso , una gran figura del toreo, nada menos que” El Niño de la Capea”, Pedro Gutierrez Moya. No se pudo escoger a alguien mejor para comentar esa gran tarde de toros. El Capea estuvo inmenso, me pareció como si estuviera en una clase práctica de tauromaquia, sus comentarios sobre el comportamiento de los toros, sobre la lidia que desarrollaba el torero, aquellos estilos de torear de cada uno de los matadores en función del toro que tenían enfrente, el juicio sobre los terrenos del toro y torero, la evaluación del cada uno de los toros en los tres tercios de la lidia, fue una cátedra de sabiduría taurina. Confieso que a pesar de tan temprana hora de la mañana, en una soledad y silencio nocturnal, me emocioné tanto como si estuviera en la plaza.  Aquellas intervenciones de ese gran maestro y amigo, como lo ha sido Pedro Gutierrez Moya, daban motivo para entender la grandeza del toreo, esa inteligencia de los toreros para entender al animal, guardando las distancias, haciendo el toreo por bajo y por alto, consintiendo al animal o castigándolo para amalgamar en su lidia una faenas de inteligencia y poder. Lidiaban tres figuras del toreo un encierro de distinta bravura, lo cual daba motivo para pensar y decidir la técnica y estrategia de cada toro, y en ese escenario la palabra de El Capea, analizando y comentando lo que el toro hacía y como el torero sabiamente lo lidiaba. La tarde fue redonda, pudo haber sido apoteósica si la suerte de matar hubiese sido mejor. Pero si dos toreros salieron en hombros por la Puerta Grande, también los que tuvimos la suerte mañanera de verla, llevábamos a hombros en nuestra memoria al  Niño de la Capea.

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