- El diestro de Galapagar salió a hombros tras cortar tres orejas
- Morante de la Puebla lo bordó con el capote y paseó un trofeo
Sigue imparable José Tomás. Este viernes en Huelva con una muy completa actuación en cuanto a técnica y recursos, valor y torería. Todo en clima de aceptación y fervor por parte de las casi ocho mil personas que abarrotaron el coso de La Merced, venidas de todas partes del mundo.
La ciudad ha notado el 'efecto Tomás' muy positivamente sobre todo en la hostelería y restauración. Al conjuro de su nombre Huelva ha estado a tope. Y el remate, inmejorable: tres orejas y la correspondiente Puerta Grande. Así, todos tan contentos.
El primero de Tomás, de Victoriano del Río, fue tan noble como blando, con el que no llegó a estirarse en el recibo. Pero hubo quite por chicuelinas de mucha importancia.
La faena de muleta resultó airosa, teniendo en cuenta la endeblez del animal. Tomás corrió la mano con suavidad para cuidar las pocas fuerzas del antagonista, aunque también hubo ajuste, limpieza y donosura desde los primeros estatuarios hasta la estocada final.
Templado, ceñido y limpio en el toreo fundamental, aunque sin poder bajarle la mano para evitar que el toro se cayera. La chispa, la importancia de la faena, quede claro, la puso el torero.
El lío gordo vino con el toro de Jandilla que hizo tercero, en el que Tomás recordó a Antonio Ordóñez en los lances genuflexos de salida. El quite por tafalleras tuvo emoción y belleza. Y con la muleta, se puso a torear directamente con la derecha, sin tanteo previo.
Faena a más, sobre la base del temple, la naturalidad y la pureza. Muy metido en todo momento con el toro y sin rectificar un ápice a pesar de algún que otro parón por parte del astado, que en ocasiones se vino más ajustado de lo previsto. Labor de mucha solemnidad y, sobre todo, verdad, de dos orejas sin discusión.
El toro más exigente en la tarde, el del Pilar, violento por el pitón derecho, desarrolló sentido por el izquierdo. Tomás le plantó cara, pero fue imposible.
Morante, al capote
Morante despertó tanta expectación y fue objeto de tanto cariño por parte del público como Tomás, aunque en los momentos de flaqueza le perdonaron menos, y hasta incluso estuvo a punto de pintar bastos cuando no le salieron las cosas.
Por ejemplo con su primero, de Núñez del Cuvillo, con "carbón" de más, tenía mucho que torear. El sevillano lo lanceó con arrebato, pero sin limpieza. Y en la muleta hubo desconfianza desde las probaturas, prácticamente sin pasar de ahí.
Con el cuarto, de Juan Pedro Domecq, cambió la película. Morante lo bordó con el capote con cinco verónicas en el tercio y, sin rematar, un manojo de bellísimas chicuelinas. Humo en las palmas.
Con la muleta anduvo más que airoso, con gracia y profundidad en el primer tramo de faena. Muy bien en el toreo a derechas, aunque se rompió el ritmo al apagarse el toro. Le pidieron las dos orejas pero el presidente concedió sólo una, sin duda por el inevitable agravio comparativo con Tomás, que ya había cortado dos en el anterior.
Eso hizo que Morante saliera muy dispuesto en el sexto. Sin embargo el toro no se dejó. Las ganas de Morante se quedaron en cierta pinturería, apuntes aislados entre tantos derrotes del toro con la cara arriba, tropezando mucho el engaño.
Ficha del festejo
Toros, por el siguiente orden, de Victoriano del Río, noble pero sin fuerza; Núñez del Cuvillo, con genio y mal estilo; Jandilla, bravo y bueno, aunque al final amagó con rajarse; Juan Pedro Domecq, noblón pero escaso de raza y apagándose; El Pilar, el más complicado; y Zalduendo, incómodo.
José Tomás: pinchazo y estocada trasera (oreja); estocada desprendida (dos orejas); y estocada tendida (gran ovación tras leve petición).
José Antonio Morante de la Puebla: pinchazo, más de media y dos descabellos (silencio); estocada ligeramente desprendida (oreja con petición de la segunda); y dos pinchazos y media (ovación)
Plaza de Toros de la Merced. Lleno de no hay billetes
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