ZABALA DE LA SERNA (11/08/2007)
DIARIO ABC DE MADRID
«Que promueva la cultura y la amistad y sea fuente de alegría», pronunció el padre Jesús Labiano a la vez que derramaba el agua bendita del hisopo con el movimiento de la Cruz sobre la suelta y clara arena de Illumbe. Aquella mañana del 11 de agosto de 1998, Manolo Chopera alzó los brazos como un campeón tras descubrir la placa que lo reconocía como el creador del sueño: San Sebastián resucitaba para el toreo después de un cuarto de siglo sin toros. Las lágrimas afloraron en los cansados ojos del duro empresario donostiarra, que se abrazó a sus hijos, Pablo y Óscar. Toda la lucha de tantos años no había sido en balde. Desde que en 1973 la piqueta de la especulación urbanística derribó el antiguo Chofre, «Sanse» había desaparecido del mapa taurino. Por el camino de espinas cayeron infinidad de negociaciones e ilusiones marchitas. Y no sólo ilusiones: Gregorio Ordóñez, a quien fascinaba la idea, fue asesinado por ETA en 1995. Pasado un trienío, había sonado la hora, se había alumbrado la luz verde, se había alcanzado el momento y la entente con el Ayuntamiento de Odón Elorza.
El viejo «Chopo» sabía que había que inaugurar a toda costa, aunque fuese en un edificio inacabado, lejano al moderno proyecto de plaza cubierta y multiusos. Cuando atardecía y los clarines anunciaban a José María Manzanares, Enrique Ponce y Rivera Ordóñez, las grúas todavía se asomaban a los abarrotados tendidos como testigos mudos de un acontecimiento histórico. La felicidad impregnó el ambiente. Manzanares, que había toreado en la última feria de El Chofre, brindó a Manolo Chopera. Y Ponce estrenó la puerta grande con tres orejas de la corrida de Torrestrella (dos de un mismo toro son imprescindibles para salir a hombros, según el Reglamento Vasco).
Diez años han volado. Pablo y Óscar Chopera siguen al frente después de no pocos avatares. Surgieron serios problemas con la zona de ocio, los cines de la Warner y algunos socios. El tipo de toro no se ha acabado de definir -a Manolo nunca le gustó que el gobierno vasco concediese a Illumbe la categoría de primera- y el público tampoco: la generación pérdida de 25 años se nota. Pero Pablo y Óscar se han volcado en la confección de esta décima feria. Su padre murió en 2002, pero su sueño sigue vivo en sus manos.
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