Para Jorge Cuesta, con esperanza
Apuntes taurinos de Octavio Lara, desde Querétaro, México
Resulta por demás curioso la cantidad de buenos cronistas taurinos que ha tenido México y que en vida han llevado Carlos por nombre: Carlos Septién García, “el Tío Carlos”; Carlos Fernández Valdemoro, “Pepe Alameda”; Carlos León González, sin seudónimo, y Carlos Cuesta Baquero, “Roque Solares Tacubac”. Queretano el primero, madrileño de nacimiento pero naturalizado mexicano el segundo, capitalino el tercero y potosino el cuarto. Pese a ser notable, no podemos incluir en este selecto grupo al tlaxcalteca (¿o hidalguense?) Carlos Quirós, “Monosabío”, por tratarse de un crítico venal.
Carlos Cuesta Baquero. Nació en 1886 en San Luis Potosí, médico de profesión y cronista y crítico taurino por devoción.
Como médico de la antigua Plaza México atendió al torero sevillano Antonio Montes de la cornada –inevitablemente mortal- que le propinó el toro “Matajaca” de Tepeyahualco en 1907. También, fue el primer médico titular de la Plaza El Toreo, el de la Condesa; además, fungió como comisario de la sociedad El Toreo, S.A., la cual se encargó de construir dicha plaza. Estos dos cargos nos hablan de una persona de reconocida solvencia profesional y moral. La misma que ejerció en su trabajo periodístico.
En sus inicios como crítico taurino firmó sus reseñas con el seudónimo de “Nemo” pero las mejores páginas de su obra las firmó usando las mismas letras de su nombre y apellidos para formar el anagrama “Roque Solares Tacubac”, y así publicó muchas crónicas para El Universal Taurino a principios del siglo XX. Sus críticas se distinguieron, además de por sus profundos y amplios conocimientos taurinos, por su manejo de la técnica taurina ya que como él expresó “Para ser crítico taurómaco precisa ser instruido en técnica y para esto leer lo que sea didáctico, lo que enseñe tauromaquia, no literatura y filosofía” y aseguraba no ser enemigo irreflexivo de las crónicas intensamente literarias pero no las consideraba propias del aficionado cabal sino para aquellos que sólo pretendían informarse sobre generalidades de la corrida. Años después una de sus crónicas serviría a José Alameda para hilvanar la evolución del toreo en redondo en su “Historia verdadera de la evolución del Toreo” merced a estos detalles técnicos de sus textos.
El doctor Cuesta Baquero pudo escribir una enciclopedia de toros, sin embargo, sólo escribió un libro: la “Historia de la tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905”, publicada en dos tomos, el primero en 1905 y el segundo aproximadamente en 1920. Un error garrafal de la imprenta le provocó un disgustó mayúsculo a don Carlos llevándolo a cancelar el trabajo y rescatando de la imprenta ( de la basura) sólo cinco ejemplares y hasta la página 232 en que se encontraba el tiro. Una lástima grande pues la obra es de gran importancia para el conocimiento del toreo decimonónico en México. Y que por increíble que parezca y pese a su importancia nunca se ha vuelto a editar.
A principios de los años cuarenta del pasado siglo don Carlos publicó en la revista La Lidia varios y valiosísimos artículos a los que tituló “Mis recuerdos taurómacos”. En los cuales lo mismo debatió con otros cronistas que escribió de ganaderías, de toreros, de suertes antiguas, de fotógrafos o críticos taurinos o hacía reseñas y crítica de libros de toros y en este sentido es una delicia leer, por ejemplo, cómo le enmienda la plana al mismísimo José María de Cossío, autor de la enciclopedia española, “Los Toros”. Por las distintas facetas que tuvo en el medio taurino ya como médico y su trato con toreros o como excepcional crítico, amén de que fue un hombre que estaba enterado de las más importantes publicaciones taurinas de su tiempo, de México y España, ya fueran libros, revistas o diarios o por su amistad con la gente del toro, lo convirtieron en un pozo de conocimientos taurinos.
Desde aquí hacemos votos para que, ojalá, algún descendiente suyo, alguna editorial o asociación de aficionados se den a la tarea de compilar y publicar su obra taurina completa. Y sin temor a equivocarme se tratará de la historia del toreo en México más completa y veraz que imaginarse pueda.
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