EL VITO
Algunos
pueblos de México se identifican con ruidosos nombres de sus próceres y
revolucionarios.
Camino
a Aguascalientes se cruza por San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo y más
adelante se pasa por un costado de Ojuelos, sesgando la pared del cementerio
que luce un gran cartel intimidatorio
que dice "Aquí te espero, pasajero". Ni hablar, sin entrar en Ojuelos
el viajero sigue ese mismo camino que cruza valles en el que tropezará con nombres de mucha historia
taurina como La Punta y Mantancillas, los viejos cascos de las haciendas de los
hermanos Madrazo. José y Francisco, dos ganaderos punteros en la época de Manolete, que encumbraron los hermanos
Chucho y Lalo Solórzano mucho antes de que las hordas campesinas instigadas por
el locuaz populismo invadieran las tierras de las vacas bravas.
Hoy
sólo quedan allá los nombres y el recuerdo importante de unas ganaderías que
sirvieron para que muchos toreros conocieran la gloria.
Llegué
a Aguascalientes en plena actividad ferial. La famosa y muy cantada Feria de
San Marcos estaba en pleno apogeo. Lo
primero que hice fue ir a la plaza de toros para asegurar los boletos para la
corrida de la tarde, cuyo cartel anunciaba toros de San Miguel de Mimiahuapam
para Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Antonio Lomelín. Cartel de "No hay
billetes". Escenario hermoso el de
la plaza rematada con arcadas de pulcro blanco y tejadillo ocre, que se llena poco a poco a
medida que crece el rumor en el corazón de toreo mexicano. El alguacilillo
viste a la usanza mexicana y los aires musicales de la extraordinaria banda son
de la tierra aguascalientense. A Eloy en su estrujante faena le acompañan con
el Corrido de Monterrey, primero, y luego con el Corrido de Aguascalientes que invita al público a
participar en un gran coro con el grito
de "¡Viva Aguascalientes!, ¡...Y su feria que es un primor!"
Manolo
recibe la muestra hostil del público, porque no triunfa, y caminando hacia el
callejón se encara con un aficionado de barrera que le increpa. Martínez, muy
enojado, le responde: "¡Chinga tu madre cabrón!". Otro día en San
Marcos Manolo cambiaría las lanzas por cañas, con una de esas faenas muy de
Manolo. Se rebela ante sus compañeros aquella primera tarde en
"aguas" el acapulqueño Antonio Lomelín, quien tropieza —los toreros
en racha "tropiezan" con toros excepcionales— con un toro de bandera
de San Miguel de Mimiahuapam. El mejor toro de la feria, no hay duda, y Antonio
saludó al bravo noble astado con el péndulo en los medios de la arena
hidrocálida y desde ese instante comenzó una escalada triunfal, que culminó con
una espadazo espectacular hasta las cintas. Las dos orejas y el rabo y la
delirante salida a hombros en medios de los entusiastas aficionados.
¡Que
buena la afición de "aguas! Un público participante y atento a todo lo que
ocurre en el redondel.
Tuve
oportunidad de saludar a un montón de grandes amigos. Allí estaba Guillermo
González "El Cabezón", empresario de esta feria. Al destacado y joven
apoderado José Manuel Espinosa y a nuestro paisano Rafael Báez que con José
Chafik maneja la fiesta de los toros mexicana con la pareja de Martínez
y Cavazos. Allí estaba el maestro Pepe Alameda, admirado crítico taurino y
también el joven Ángel Díaz de León, del Canal Trece de Televisión.
Fue
mi primera visita a Aguascalientes, escenario de la que sería la impresionante
y casi perfecta faena de Fermín Espinosa "Armillita" premiada un rabo inobjetble, después de ponerle un
sello muy armillita a su genial e
inspirada obra de arte, que dejó de ser el monólogo entristecido.
En
Aguascalientes, Fermín Espinosa "Armillita" tuvo un diálogo profundo,
el que en mutua fecundación se ha levantado entre la plenitud de Fermín y la
liturgia de Miguel, su hermano, diálogo que tuvo clásica prosa imperial,
aprendida y aprehendida en Chichimeco. Miguel fue quien arrasó: cuatro orejas
la primera tarde, dos la segunda, dos y rabo la tercera y dos más la cuarta
para ganarse todos los trofeos que estaban en juego. Fue la feria de los
hermanos "Armillita".
La
señora Nieves, la viuda del maestro de Saltillo, salió de su retiro en
Chichimeco, para cenar en Aguascalientes con sus hijos. Los tres solos
brindaron por el recuerdo del genio. Seguro que Fermín el grande, a quien
llamaron "Armillita Chico", en algún rincón celestial celebraría el
éxito de sus hijos con su ritual sencillez.
"¡Y su feria que es un
primor!", tiene el toque mágico en
la arquería del Jardín de San Marcos, en su palenque y con su jugada que se
hunde todo en un mar de alegría al resonar de la tambora, que no deja de
acompañar los desafinados clarines, que entonan "Pelea de gallos".
Aguascalientes envuelve al visitante en su esplendor, con su cariño y muy
fuerte con la amable hospitalidad de su gente. Toros, gallos, juegos y
canciones de un pueblo entregado a celebrar todo en honor a San Marcos. Día y
noche, sin parar, se festejaron sin que surgieran inconvenientes y es el toro
de lidia el que, con su totémico atractivo envuelve al público enferiado.
Aguascalientes, cuna de grandes toreros como Alfonso Ramírez El Calesero, Humberto Moro y Rafael Rodríguez El volcán de Aguascalientes, es centro geográfico del más
interesante mapa ganadero mexicano; por ello es que "aguas", como los
hidrocálidos llaman a su amado terruño, es la más mexicana de todas las ferias.
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