Víctor José López
EL VITO
A mis amigos Manuel y Jorge, allá en aquella helada sabana donde nos conocimos entre piedras y magueyes
El pasado 15 de mayo tuve un muy agradable tropiezo cuando me dirigía a mi barrera en la plaza de Las Ventas. Fue un encuentro inesperado con Jorge de Haro, ganadero mexicano a quien conocí cuando era un mozalbete en el tentadero de la ganadería de su padre, don Manuel de Haro. Fue en aquella plaza de la estepa tlaxcalteca, cuando el madrileño Antonio Chenel “Antoñete” se preparaba para su reaparición en México. Manuel de Haro “le premiaba” al torero del mechón la gran tarde que en Caracas nos brindó con los toros cárdenos de De Haro.
EL VITO
A mis amigos Manuel y Jorge, allá en aquella helada sabana donde nos conocimos entre piedras y magueyes
El pasado 15 de mayo tuve un muy agradable tropiezo cuando me dirigía a mi barrera en la plaza de Las Ventas. Fue un encuentro inesperado con Jorge de Haro, ganadero mexicano a quien conocí cuando era un mozalbete en el tentadero de la ganadería de su padre, don Manuel de Haro. Fue en aquella plaza de la estepa tlaxcalteca, cuando el madrileño Antonio Chenel “Antoñete” se preparaba para su reaparición en México. Manuel de Haro “le premiaba” al torero del mechón la gran tarde que en Caracas nos brindó con los toros cárdenos de De Haro.
Tuve el
privilegio, junto a mi compadre Raúl Izquierdo, de ser anfitrión en Caracas de
don Manuel y de su hermosa y muy amable esposa, doña Martha González de De Haro.
Este día, el
15 de mayo en Madrid, a Jorge le acompañaba su querida Patricia Lebrija de De
Haro. Por ellos me enteré de la muerte de mi admirada doña Martha, a quien me
unió el afecto, a ella, a su esposo y a sus hijos.
Hoy quiero
recordarla, a la bonita doña Martha, recordando una travesura de su hijo Manuel,
cuando Manolo vino a Venezuela con unos toros de De Haro que se lidiaron en
Maracaibo.
Fue así, un día
Manolo y un grupo de amigos, entre quienes se encontraban Antonio Arteaga
“Arteaguita”, Jesús Salermi y Oscar Aguerrevere, uno de los ganaderos de
“Tierra Blanca” y destacado gerente de la aviación comercial venezolana,
discutíamos el inagotable tema del toro de lidia mexicano, el toro de España y
las importaciones hechas a Venezuela por los criadores nacionales.
Hubo un momento de intransigencia,
especialmente por parte de Aguerrevere, que en ese momento deseaba encender un
cigarrillo pero no tenía fósforos ni mechero. Al solicitarle fuego a Manuel de
Haro, el hijo de doña Martha le acercó un yesquero, encendido, y a medida que Oscar
Aguerrevere le acercaba el cigarrillo, con intención de encenderlo, de Haro le
alejaba y bajaba el fuego. Así hasta que literalmente dobló Oscar Aguerrevere,
a lo que de Haro dijo:
-
Esta es la diferencia, la gran diferencia entre el
toro mexicano y el toro de España. ¡Así humilla el toro de México!
La señora Martha González de Haro, madre de
Manuel de Haro, es nieta, sobrina, hija,
hermana, prima y madre de ganaderos de reses bravas. Está hermosa señora, es un
estandarte de los ganaderos fundadores de los más célebres hierros la histórica
región de Tlaxcala, ganaderías que sostuvieron sobre sus hombros, durante
muchas décadas, el desarrollo de la fiesta de los toros en México y en gran
parte de Sur América.
De acuerdo a
datos que gentilmente me suministró su esposo, don Manuel de Haro, en largas, muy amenas, e instructivas conversaciones que he tenido con
su hijo, el licenciado Jorge de Haro González, un destacado abogado, aficionado
de categoría que conoce y vive la fiesta de los toros bajo un prisma muy
realista y objetivo. Jorge llegó a ser Presidente de la Asociación de Criadores
de Toros de Lidia a tempranísima edad y Presidente de la Conferencia Mundial de
Ganaderos, hombre de envidiable cultura taurina y apego por las cosas de su
tierra.
Todo nació en
1835, cuando don Mariano González Fernández arrendó la hacienda San Mateo
Huiscolotepec en el Estado de Tlaxcala.
Años más
tarde, en 1856, el señor González Fernández adquirió la propiedad de
Huiscolotepec, que es la famosa hacienda de Piedras Negras, cuyo casco aún hoy
día se erige altanero y desafiante en predios tlaxcaltecas, con sus paredes de
piedras enmohecidas y ennegrecidas por el paso del tiempo, una construcción de
duro carácter que surge en medio del frío de la región, con paredes orgullosas
que son símbolo de la época dorada del toreo mexicano.
Don Mariano
tuvo nueve hijos. De los nueve, José María era muy aficionado a los toros.
José María
González Muñoz, hijo de don Mariano, nombre importantísimo en la historia de la
ganadería brava, se asoció con un primo hermano suyo, José María González
Pavón, que era propietario de Tepeyahualco, para con ganado de San Cristóbal de
la Trampa-ganado criollo, cunero-, fundar la ganadería de Piedras Negras.
Las fincas en
México en esa época le daban sus nombres a las ganaderías bravas. Lo contrario
de España, y lo contrario del México moderno, donde los hombres le ceden sus
nombres a los hierros ganaderos y donde las ganaderías desde los primeros
tiempos adquieren los nombres de sus propietarios.
Con mucho entusiasmo los González iniciaron la
cría del ganado bravo en los desafiantes terrenos de Tlaxcala, que a ratos se
parecen a las estepas con fríos vientos capaces de cortar la cara como su de
hojas de filosos puñales se tratara.
Eran aquellos
González muy buenos vaqueros, hombres de a caballo que faenaban con destreza en
los fríos y áridos campos de Tlaxcala.
También
entusiasmados se unieron a la cría del ganado los hermanos de don José María
González: Manuel y Carlos, fundando una familia ganadera de gran importancia
para México.
Don José María
González, fundador de Piedras Negras, hizo un negocio con el matador de toros bilbaíno
Luis Mazzantini, en una de las temporadas que “Don Luis” vino a América.
El negocio entre don José María González Muñoz
y Luis Mazzantini consistió en la venta de un toro español, a la ganadería de
Piedras Negras, de la ganadería de don Pablo Benjumea que había sobrado en la
temporada realizada en la Plaza Colón de la ciudad de México el año de 1888.
Este toro de
Benjumea fue el primer semental español que padreó en Piedras Negras.
Al fallecer
uno de los socios de Piedras Negras, don José María González Pavón, que era
propietario del antiguo hierro de Tepeyahualco, en la partición de la herencia
el ganado fue a parar a los potreros de las fincas de Zotoluca, La Laguna,
Piedras Negras, Coaxamalucan y Ajuluapan.
Rota la
sociedad por la desaparición de uno de los socios, don José María González
Muñoz dejó que sus hijos Lubín y Romárico tomaran las riendas de Piedras Negras
y se fue a vivir a los predios de Zacatepec, en una casa que diseñó y edificó
especialmente para su retiro.
Carlos
González Muñoz, hermano de José María e hijo de Mariano González Fernández,
fundó con reses de Piedras Negras la ganadería de Coaxamalucan, divisa de
tardes memorables en Venezuela, como fue aquella cuando César Girón en Caracas
le cortó un rabo a uno de estos encastados toros, o aquella otra cuando en el
mismo Nuevo Circo el joven espada guariqueño Celestino Correa se encerró en
solitario con seis estupendos ejemplares de la familia González.
La fundación
de Coaxamalucan ocurrió en 1907, en el poblado tlaxcalteca conocido como San
Lucas Coaxamaluca, que no es más que una fracción de la hacienda de San Mateo
Huiscolotepec.
Un año crucial
para la cría del toro de lidia en Tlaxcala fue el de 1908. Ocurrió que dos de
los hijos de don Manuel González Muñoz, Lubín y Romárico, se separaron y cada
cual fundó su ganadería.
Lubín se quedó
con Piedras Negras y le agregó unas vacas y un toro españoles, que estaban en
Tepeyahualco. Las vacas, diez en total, y el toro, pertenecían todos a la
ganadería sevillana del marqués de Saltillo.
Romárico, por
su parte, reunió el ganado bajo la denominación de “La Laguna” con vacas de
Tepeyahualco y un toro de Ibarra.
Los
fundadores, don José María González Muñoz, retirado en Zacatepec y don Carlos
González Muñoz, de Coaxamalucan, y Romárico González González, fallecieron
entre 1915 y 1918.
Los herederos,
Wiliulfo González y Lubín González, hicieron de La Laguna y de Piedras Negras
dos estupendas ganaderías que muy pronto alcanzaron renombre internacional,
pues fueron los toreros, las grandes figuras del toreo, los heraldos que se
encargaron en lanzar a los cuatro vientos las bondades de los toros de Tlaxcala
a los cuatro rincones del universo del toreo; y lo lograron con los toros y las
vacas de Saltillo. De tanta categoría los productos laguneros, que en 1929 se
dieron el lujo y el gusto de enviar sus toros a España, a la plaza de El Chofre
en San Sebastián, que fueron lidiados por el mexicano Heriberto García (torero
que cortó un rabo en Madrid) y las figuras del toreo español Marcial Lalanda,
Joaquín Rodríguez “Cagancho” y Manolito Bienvenida en el momento de su plenitud
profesional.
La gente de
Tlaxcala se ha apegado a la escuela de sus ancestros. Una actitud que los llena
de orgullo. Hoy el ganadero de Piedras Negras es Raúl González, que se encargó
de la ganadería en 1952 cuando su hermano Romárico, que había manejado Piedras
Negras y La Laguna, le cedió la conducción de la histórica vacada. Romárico
había heredado la responsabilidad en la dirección de la ganadería prócer de
Tlaxcala en 1941, cuando murió trágicamente su hermano Wiliulfo en un coleadero
en la plaza de tientas de la hacienda San Mateo Huiscolotepec, al caer de un
caballo.
Wiliulfo hizo
muchos tentaderos a campo abierto, en colleras de caballos, como se estila en
algunas ganaderías andaluzas. La faena campera andaluza siempre le atrajo y
como era un grandioso caballista y buen torero de a pie, sintió que de esa
manera se integraba más aún a la formación de su ganadería. Pero Wiliulfo era
muy campero, campero mexicano, y como toda su familia gustaba de las cosas de
su campo, de su charrería y faenas campiranas entre las que estaba el colear
ganado.
El tentadero de Piedras Negras, como sucede
con muchos tentaderos y lienzos charros en México, sirve para cumplir las dos
funciones: la de torear a pie y la de colear a caballo; y fue, precisamente en
Piedras Negras, en un coleadero, donde Wiliulfo González Carvajal perdió la
vida al caer de un caballo.
Heredaron
Piedras Negras doña Delfina González viuda de González y sus seis hijos:
Romárico, Javier, Raúl, nuestra querida amiga Martha de Haro y Susana González
González.
En el año de
1969 las tres porciones de la ganadería de La Laguna que eran propiedad de
Romárico, Magdalena y Susana fueron adquiridas por el ingeniero Federico Luna,
pero la cuarta parte integrada por las más puras reses de la vacada original,
de las reses laguneras, de purísima procedencia saltillo, fueron adquiridas por
doña Martha González de De Haro que guardó para ella el hierro lagunero.
Conocí a
Manuel de Haro y a la señora Martha, que en la ocasión del primer viaje de los
toros de De Haro a Venezuela.
Junto a mi
compadre Raúl Izquierdo fuimos a casa de
Amadeo Costa, cuando este era propietario del restaurante de carnes La
Estancia, en La Castellana; y en una entrevista de Haro me declaró al
preguntarle si se pensaba en importar sementales a México, desde España, para
refrescar la sangre del toro mexicano con una respuesta que provocó muchos
comentarios en Venezuela e incluso una protesta de Palomo Linares a nivel
internacional. Sus palabras de reprodujeron en México y en España.
- No; no hemos
pensado en traer semen de España o en importar sementales; pero lo que sí
tenemos claro es que la ganadería brava española necesita con urgencia
refrescarse, y creo que lo más conveniente es hacerlo con semen del toro bravo
de México.
Hizo
referencia Manuel de Haro a la caída del toro español. Para 1976 la cabaña
brava española vivía momentos muy preocupantes.
Hombre de
teoría muy definida en la cría del toro de lidia, don Manuel de Haro no sólo ha
luchado contra la inclemencia de los suelos de Tlaxcala, las heladas, la falta
de recursos, sino a favor de un concepto de selección y de formación de la
ganadería brava.
Los conceptos
y criterios de don Manuel lo han enfrentado a los ganaderos de Zacatecas, los
herederos de las teorías de don Antonio Llaguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario