viernes, 18 de mayo de 2012

EL PICADOR NAHIR ZAMBRANO TRIUNFA EN MADRID




EL VITO
Madrid
(fotos Golfredo Rojas)

Nahir Zambrano la tarde del 15 de mayo reivindicó en la Plaza de Las Ventas la suerte de picar, la profesión del picador de toros y, como si los logros taurinos no le fueran suficientes Nahir reivindicó, con su triunfo y el reconocimiento de la afición de Madrid la mancillada imagen del venezolano en el exterior.
Ya antes, cuando Rigoberto Bolívar fue a Las Ventas con César Girón, los días gloriosos de Vicente Aray Camachito y Mario González en las cuadrillas de Curro Girón el nombre de los picadores venezolanos había sido honrado, pero el 15 de mayo pasado, sexto festejo de la Feria de San Isidro, este barinés formado en los tentaderos de don Hugo Domingo Molina, y convertido en profesional ante toros venezolanos en plazas de Venezuela, se ha convertido en miembro de uno de los clubes más exclusivos del toreo>: el de los picadores triunfadores en Madrid.
Como si fuera poco Zambrano lo hizo ante una de las corridas más terroríficas que hemos visto. Ya se moría de miedo entre barreras Julio Aparicio y Curro Díaz, lleno de voluntad, no pudo descifrar el jeroglífico de la alimaña que había lidiado. Salió el tercero de El Ventorrillo, castaño albardado como sus hermanos. De astas de impresionante desarrollo, con las que aterrorizaba a los banderilleros de la cuadrilla de su maestro, Eduardo Gallo. Un salmantino que hará un par de semanas dijo arrimándose en esta Monumental de Las Ventas, que este ha de ser su año.
Nahir tuvo la suerte que el toro, inmenso toro, se engallara en los medios y desde allí aceptara el reto con planteaba el venezolano, que erguido sobre su montera y con el castoreño echado hacia atrás provocara la embestida azuzando a la bestia,  con voces agresivas aprendidas en el campo bravo venezolano. El toro se le arrancó a cinco o siete metros. Un torbellino con sus  más de 600 kilos de peso y la incontenible furia de su raza. Zambrano fue capaz de detener con un puyazo,  bien colocado, la mano zurda con firmeza y l las riendas sujetadas con destreza para conducir al valiente caballo en los términos exigidos por la batalla planteada. ¡Qué imagen más torera! ¡Qué locura en los tendidos! ¡Qué suerte la nuestra al poder ser testigos de tanta belleza!
El segundo puyazo tuvo mucha más emoción, pues sin existir la sorpresa el picador venezolano vendió cada segundo su artística y muy campera ejecución. Firme en la silla, el peso adelante  y fija la mirada dejó el puyazo en todo lo alto mientras del cielo, por  cada escaño de los tendidos, se desparramaba la tronante ovación para premiar la ejecución de tan vilipendiada suerte.  

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