JAIME DE OAXACA
Torear es un acto de amor, no es un acto de violencia
En una parte de la ponencia, dijo Mary Carmen: “El lenguaje es primordial en los niños aplicándolos en los terrenos de su vida diaria una vez que van a las plazas de toros. He escuchado decir: se me despitorró el lápiz. Pinché: saqué nueve en la tarea. A la hora del examen será el momento de la verdad. El profesor estaba hecho un Miura pero le di un pase por alto. La maestra tiene nombre de rejoneadora, se llama Conchita, yo le agregué: Cintrón.
En el salón hay muchos villamelones. Olvidé mi libro, qué petardo. Me vacunaron pero me crecí al castigo. Esta noche la luna está astifina. Mamá, ya se cuál es el secreto del toreo, ¿cuál?, el secreto es quedarse quieto.
El crítico Leonardo Páez, en ese mismo coloquio, mencionó en su ponencia.
“Llegó una carta antitaurina el pasado diciembre a la asamblea legislativa de la ciudad de México firmada por 273 científicos extranjeros.
En ella que afirman, sin bases pero con cinismo, que existe una relación entre la violencia hacia los animales -en especial en las corridas de toros- y la violencia social.
Según esta lógica, entonces un elevado número de policías y soldados gringos asisten a las corridas de toros, dado el notable índice de violencia social en su propio país y en otros, de preferencia proveedores de petróleo y de droga.
Desde luego las toneladas de basura por televisión y cine con que Estados Unidos inunda a diario el planeta, no las consideran otra forma de violencia ni políticos, ni antitaurinos, ni animalistas”.
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