miércoles, 29 de febrero de 2012

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ: De pitón a pitón

Impresentable por su evidente manipulación de astas, el encierro de la ganadería colombiana de Ernesto Gutiérrez, lidiado por El Juli-Castella en la primera de la Feria del Sol, un hecho censurable desde todo punto de vista, y negativo para el serial merideño, ante la complicidad de autoridades y empresa


RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Un elemento fundamental que ha servido para propiciar el éxito artístico que deparó la pasada Feria del Sol 2012, en la ciudad de Mérida, fue el juego que han ofrecido gran parte de las ganaderías actuantes en el abono. Se puede decir que en casi todos los festejos hubo toros a destacar, como bien haremos repaso en las siguientes líneas.

De la novillada que abrió serial, el conjunto que ofrecieron las ganaderías de Campo Pequeño y La Cruz de Hierro destacó la presencia de algunos ejemplares, más no el juego, ofreciendo solo el corte de una oreja. Contraparte fue la seria novillada de Santa Fe que sirvió en la matinal, donde en el mano a mano que enfrentaron al mexicano Michelito Lagravere con el venezolano Jesús Enrique Colombo se vio una literal corridita, donde se les costó cuatro orejas, mucho más seria que el vergonzoso encierro colombiano del hierro de Ernesto Gutiérrez, todo un crimen a la ingenuidad del aficionado, con el “afeitado” (entiéndase manipulación de los pitones), sin reservas algunas que permitieron tanto la Comisión Taurina como la empresa de turno, bajo el consentimiento del ganadero e imposición de los toreros. A este lote, le vinieron a cercenar cinco orejas con un toro de vuelta al ruedo, «Ejidense» Nº 204 de 470 kilos, que superó el encierro de San Sebastián de las Palmas, también colombiana, donde se cortaron siete apéndices, con el indultó a «Matildo III» Nº 737 de 468 kilos, de parte de El Fandi.

Los toros venezolanos de La Cruz de Hierro, con justa presencia, permitieron el corte de cuatro orejas, dos de ellas a Juan Bautista, ante el mejor astado del envío y pobre saldo de mansedumbre el que sacó a relucir Los Marañones, en la de rejones nocturna, donde se concedieron dos orejas de vergonzoso contenido para haberlas asomado.

Encierro que no defraudo en hechuras y juego, fue la vacada colombiana de El Capiro, a quien le cortaron ocho orejas, con un toro de vuelta al ruedo, «Detonador» Nº 225 de 443 kilos, aun cuando hubo otros que mejor lucieron. Y finalmente, el lote nacional de Campolargo, fuera de tipo y desarrollando genio y mansedumbre, puso en apuros la terna de coletas venezolanos, donde Alexander Guillen (con un oreja), y Eduardo Valenzuela (sin “tocar pelo”) dejaron hecho lo más meritorio ante una encierro que dejó mucho que desear en su comportamiento

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