Jardinero de San Mateo
Octava corrida de la temporada. Número de público insignificante en tarde fría.
UNO DE “LA PUNTA” PARA REJONES Y SEIS DE “CAMPO HERMOSO” PARA LOS DE A PIE. Bien presentados, destacando en la lidia ordinaria el primero y el cuarto. Pesos 470, 505, 498, 500, 495, 550 y 508 Kilos.
EMILIANO GAMERO. Rejones. Saludos.
ALFREDO GUTIÉRREZ. (caña y oro), silencio y oreja.
ALEJANDRO MARTÍNEZ VÉRTIZ (verde botella y oro), pitos y tres avisos.
EDUARDO GALLO (verde hoja seca y oro), oreja/aviso y aplausos.
Se cierra el año taurino con 20 corridas en la “Plaza México”, 12 correspondientes a la Temporada anterior y 8 a la que va en curso. Apunta un dato interesante que requiere de una plena confirmación en los dos meses venideros. En las corridas de la temporada pasada destacaron tres maestros: Julian en la cumbre del toreo con “Guapetón” de Xajay, un “dije” con el que bordó hermosas chicuelinas antiguas y con la muleta templó derechazos y naturales inmensos con extasiante lentitud. Remató con la izquierda una obra poética, donde brilló la técnica, la pureza y el trazo, obteniendo los máximos trofeos. Alejandro Talavante mostró las excelencias de su muleta barroca con “Ojos Zarcos” de Hamdan. Deleitó con los mejores naturales de la temporada. Con las orejas en la mano falló recibiendo y se llevó una merecidísima oreja. Enrique Ponce, a uno de regalo de Campo Real, “Muchacho”, instrumentó el toreo que tanto agrada en “La México”, con tandas con ambas manos ante un “olé” casi eterno en la plaza, aunque no cortó orejas salió en tarde de triunfo. Hasta aquel momento la historia se repetía, los nuestros triunfaban con escasa sonoridad y los peninsulares se llevaban los premios. Pero al fin, como en estas líneas lo pronosticamos, las cosas iban a cambiar esta temporada. “Los Tres Mosqueteros”, Saldivar, Sánchez y Silveti, vinieron de España no solo a disputar los trofeos sino a dejar claro que esta nueva generación va a reivindicar el toreo mexicano en grave deterioro desde los tiempos de Martínez. Primero fue Arturo Saldivar quien con “Buen Mozo” toreó extraordinariamente bien con la capa al son de chicuelinas y tafalleras y se montó en las alturas desde que citó a muleta plegada, dando magníficos derechazos y dosantinas con tiempo y arte que coreó el coso metropolitano. Al matar de excelente volapié se le otorgaron todos los premios. En la tercera corrida, Juan Pablo Sánchez, que se presentaba, vino por su lugar ante “Pescador” de Bernaldo de Quiróz, al que le dio una serie de verónicas cadenciosas y rebolera de cartel. Tomó la muleta, que como piel de armiño, le sirvió para dibujar derechazos enormes y tersos,y naturales, cambios de mano por la cara y pases de pecho. Pese a que no mató acertadamente recibió el grito consagratorio de “torero”. En la sexta corrida, Diego Silveti vino por sus fueros y con “Charro Cantor” de Los Encinos, plasmó una de las faenas más emotivas de los últimos años, él a la altura del bravo animal y la res a la altura del poético e inspirado torero. Estructuró una faena ligada, artística y siempre bien rematada y bien asesorado buscó el morrillo antes que el indulto y justificadamente salió con todos los premios por la Puerta Grande. Es decir, algo ocurre en estas tierras donde la tradición reciente era el triunfo del visitante, pero ya en estos últimos meses los nuestros, aunque no muchos, a Los Mosqueteros habría que agregar El Payo, El Zapata y quizá Fermín Rivera, empiezan a pisar hondo para el beneplácito del afincionado mexicano y seguramente de las empresas. En este breve balance que apunta hacia un horizonte luminoso cabe la pregunta de ¿cuál fue el acontecimiento taurino del año?. El que esto escribe, tomasista de convicción, considera que la vuelta del monstruo de Galapagar merece ese señalamiento. No solo porque se rehabilitó de una pavorosa cornada sino porque su presencia en los carteles, por ahora sólo europeos, es una inyección de valor y arte en la pugna que allá gestan los cinco o seis mandones de la fiesta. Si alguien no estuviese convencido, me refiero a lo hecho por José Tomás en Barcelona el día del cierre de la plaza, sin omitir sin duda lo que Morante de la Puebla ofreció el día anterior. ¡Memorable!
La empresa confeccionó un cartel sabiendo que la entrada iba a ser muy baja, pero ni siquiera la concurrencia que contemplaba se presentó.¿250? El joven Emiliano Gamero, discípulo de Pablo Hermoso de Mendoza, se enfrentó a “Quebranto” de La Punta, mostró buenas monturas y conocimiento del arte, aunque el toro reparado de la vista no se prestó a lucimiento. Puso banderillas al violín, cortas y la rosa, pero colocó el rejón envainado para que el éxito se convirtiera en fracaso.
Alfredo Gutiérrez, con su primero “No que no”, negro, cariavacado, lo lanceó bellamente por verónicas y rebolera y luego chicuelinas andantes pero el toro no tenía fuerza, era áspero en su embestida y lo despachó con tres cuartos de estocada desprendida. En el cuarto, “Don Hipólito”, cárdeno obscuro, bragado, rabicano, lo intentó recibir a portagayola pero el toro no se enteró, sin embargo, mostró su arte con la capa en un quite por chicuelinas y tafalleras. Se dobló toreramente y como el toro mostró ciertas posiblidades, lo manejó con la derecha, conectando en algunos pases pero sin continuidad en la faena. Lo mató de una entera desprendida y pese a la división de opiniones se le concedió inmerecida oreja, ovacionándose justificadamente al toro.
Alejandro Martínez Vértiz, quien fungió de testigo en la confirmación de alternativa de Gallo, primero tuvo a “Juanillo”, cárdeno obscuro, bragado, que resultó débil de remos y con pocos pases. El torero se mostró totalmente falto de sitio y los escasos aficionados lo increparon. La res se resistió y la mató con una casi entera delantera para recibir pitos, tanto el toro como el torero. El acabose para él vino en el quinto, “Pablito”, un bello berrendo que hizo numerosos extraños y huyó de la vara, le faltó castigo y Martínez reiteró su falta de experiencia ante el manso y peligroso que se rehusaba a pararle cara hasta en la suerte de matar. Vinieron los avisos y el toro regresó a los corrales. La gente (¿?) lo tomo a chunga y grito toro ¡ toro! En la charlotada, todo se vale.
Eduardo Gallo, tuvo en el primero “Moradito” un magnífico burel, bonito de lámina, burraco que recargó a los caballos, el español le dio ajustadas y lentas chicuelinas para recibir los primeros grandes aplausos. Se trata de un artista de corte clásico que pronto convenció a la concurrencia, tiene buen trazo en sus muletazos y conserva la mano abajo. Así dio naturales, templados y lentos, ante la boyantía del animal. Serio en su trabajo, convenció especialmente con sus naturales, despaciosos y ligados y mató de una estocada entera, ligeramente trasera para recibir una merecida oreja. Con el sexto de lidia ordinaria, “Lolo”, negro bragado, poco había que hacer, la res era áspera, mansa, con genio y mantenía la cabeza arriba. Por todos lados tiraba derrotes y el salmantino, después de varios pinchazos y un aviso lo mató al segundo descabello para recibir, pese a todo, aplausos.
Para lo próxima, con las mejores notas de tienta, el ganado de San Marcos de histórica estirpe para Ruiz Manuel, El Chihuahua y Miguelete.
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