viernes, 9 de diciembre de 2011

JUAN LAMARCA: César Faraco: El último vuelo del Cóndor

Don César, tiene usted un aire a Antonio Bienvenida que...
¿Y como no?....¡yo soy un Bienvenida!

Así fue la respuesta, tan sonriente como vehemente, de César Faraco, el Cóndor de los Andes.

Ocurrió en los prolegómenos de la Feria de " San Sebastián" de 2008, en el transcurso del acto celebrado en la venezolana San Cristóbal, capital del Táchira, en la presentación del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida en el que se le tributó a Don César Faraco Alarcón un entrañable homenaje en el seno de la Escuela Taurina de San Cristóbal, que lleva su nombre y de la que era director, recibiendo el Diploma acreditativo de Otorgamiento de I Premio "Bienvenida a la Torería" en reconocimiento a su cualidades humanas y profesionales vinculadas a su relación histórica con la familia Bienvenida con la que convivió en España, habiendo recibido su alternativa de manos de Antonio Bienvenida en 1955 en la Monumental de Las Ventas de Madrid.

En estos momentos de pesar, cuando al cóndor se le quebraron las alas, satisface rememorar aquella jornada feliz rodeado Don César de amigos y admiradores españoles y velezolanos, con D. Manuel Ordóñez, presidente de la Escuela, con las emotivas palabras de D. Pablo Duque, gerente de la empresa "Monumental de San Cristóbal", la magistral intervención de D. Víctor Hugo Mora catedrático de la Universidad Católioca del Táchira y benefactor de la Escuela Taurina, la intervención del ex matador de toros D. Fernando Cepeda, apoderado de Miguel Ángel Perera, con la prestigiosa presencia de amigos del Capítulo de Mérida encabezado por D. Fortunato González, o de D. Javier Morales, directivo de Madrid, y tantos otros que le demostraron al maestro su cariño y amistad.

El posterior almuerzo de hermandad nos dio la oportunidad de disfrutar de la locuacidad de Don César recordando sus tiempos y correrías por la Madre Patria, recalcando:

Don Manuel Mejías, El Papa Negro, fue como mi padre, me trataba como a cualquiera de sus hijos, decía, y estos me hicieron sentir su hermano.
Yo no salía de la casa de General Mola, continuaba, aquello era un santuario, una universidad del toreo, y además un hogar al que me sentí vinculado toda mi vida. Todos unos caballeros, toreros de alto tronío, no vivían para otra cosa y, claro que sí, quedé marcado para toda la vida con aquel grandioso hierro de la casa Bienvenida que me acogió y protegió....¡Y que decir de Dña. Carmen! una señora inolvidable.

El vuelo dialéctico del Cóndor iba tomando altura según brotaba de sus labios las emotivas vivencias, recordando no solo la alternativa que le diera el caraqueño Don Antonio en Las Ventas en "San Isidro" de 1955, sino que su presentación en esta plaza un años antes la hizo con Juanito Bienvenida, logrando salir por la soñada puerta grande de la Monumental de Madrid.

Ser torero ha sido para mí un alto privilegio, así concluía, pero igualmente lo ha sido gozar de la amistad y altísima consideración que me ofreció el "Papa Negro" y la fraternidad de sus hijos.

El sentimiento de dolor es profundo en estos momentos de la muerte del torero Dón César, pero también lo es de orgullo y alegría por haber gozado de su amistad gracias a la proyección del espíritu Bienvenida en América a través del Círculo Taurino, que nos llevó al encuentro de un símbolo bienvenidista, su más férreo bastión en Venezuela como la ha sido este merideño coloso del toreo conocido como el Cóndor de los Andes, y que quedará en nuestro recuerdo como un matador de toros de brillante trayectoria y de alta significación para el prestigio del toreo en Venezuela, cuya posterior labor fuera de los ruedos tanto ha contribuido al fomento y divulgación de los fundamentos de la Fiesta Brava, habiendo sido un hombre de grandes cualidades humanas y profesionales, por todos respetado y querido, y que bien supo transmitir a sus alumnos de la Escuela de Tauromaquia de San Cristóbal y a la afición venezolana.

Desde los Andes allá va el último vuelo del Cóndor, a donde solía, a los brazos de los Bienvenida en el gran ruedo de la Gloria del Señor.

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