Es elegir profesión, para la que hace falta vocación, actitud, valor, inteligencia, gracia, tensión, pudor, ambición, facultades y suerte. ¡Mucha Suerte!
Juan Belmonte decía “Que el buen torero se hace con sentimiento y pasión de enamorado” no decía amor, no; dijo pasión. Esto es: Padecimiento, perturbación o afecto desordenado del ánimo, sufrimiento y vía crucis, cuando no crucifixión.
Si el torero se deja influir por el público entonces y no es arte, ni aún oficio, sino ocasión y ocasión es sinónimo de coyuntura, oportunidad, albur.
La obra de arte es siempre personal y, ha de llevar el sello de quien la siente y la realiza, lo que entre muchos se hace como la torre de Babel, no es nunca una obra de arte.
El torero que lidia para el publico, para la galería, no torea él, sino que es mandado, un oportunista, un irresponsable, será pues, lo que sea, menos un artista, ni un torero.
Ser torero es bonito pero difícil, ponerse delante de un toro, dominarlo, poder con él, y adornarse además, haciendo bello lo que de suyo parece violento y duro, ya es difícil.
¿Y que es ser torero? Pues es elegir, una profesión para lo que falta vocación, facultades, aptitud, valor, inteligencia, gracia, tesón, pundonor, ambición y suerte. ¡Mucha Suerte!
Juan Belmonte decía “Que el buen torero se hace con sentimiento y pasión de enamorado” no decía amor, no; dijo pasión. Esto es: Padecimiento, perturbación o afecto desordenado del ánimo, sufrimiento y vía crucis, cuando no crucifixión.
Cuando en las tardes gloriosas sale a hombros de aficionados, nadie piensa en lo duro del camino recorrido, ni en el riesgo de los lances, cuando el horario y el minutero de las astas de los toros, van jugando a una hora triste con redobles de campanas, nadie piensa en las duras tareas de un duro aprendizaje, nadie piensa en que la gloria y la muerte, se celan de continuo y, en que toda esa explosión de juventud, de triunfo y, de gesta se amasa con sudor, renuncias y sufrimientos y, hablarnos del héroe glorificado, de las tardes y horas buenas, cuando los tendidos se cubren de armiño y, la tarde se abre en su mejor sonrisa, pero. Hasta entonces ¿Qué y cuando? Y aun después ¿Cómo y hasta cuando? Si es bonito ser torero, pero a esa belleza, como a una diosa mitológica, hay que entregarse en cuerpo y alma, hay que consagrar los mejores años de la vida, sirviendo a esa pasión, a ese sentimiento, sin una vacilación, sin ninguna duda.
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