domingo, 11 de diciembre de 2011

CENIZAS DE CESAR FARACO EN COLUMBARIO DE FATIMA



Confundidos en un brindis Bernardo Valencia y César Faraco. Ahora juntos en la espesura de la eternidad.


Jesús Ramírez “El Tato”


Envuelto en las espesas nubes que este año nos ha traído el mes de diciembre, se marchó al infinito el matador de toros César Faraco Alarcón, el recordado e inolvidable “Cóndor de los Andes” que levantara vuelo en plazas de España, México y nuestro país.
En silencio, con humildad, como fue toda su vida, como reflejo de su personalidad que no fue comprendida talvez plenamente, como tampoco su toreo, de auténtica expresión artística.
Se fue en un año de grandes pérdidas para el toreo universal. Antonio Chenel “Antoñete”, Diego Puerta y Don Alvaro Domecq en España. “Morenita del Quindio” en Colombia, Efraín Girón, Bernardo Valencia, Eusebio Rodríguez “El Faraón de Aragua” y ahora César Faraco, después de superar graves dolencias cardíacas hace unos cuatro años, y haber continuado con entereza la dirección artística de la Escuela Taurina de San Cristóbal.
El corazón le falló en el alba del jueves cuando recordaba en una triste esquela a amigos y compañeros. No quiso molestar a nadie ni médicos ni amigos en la madrugada. Y así se fue en modestia, sin incomodar, prefirió el dolor de la muerte, enfrentarse a ella, que recurrir a los amigos.
Sus últimos años transcurrieron casi en silencio, como la magia que envolvió su mítica personalidad, con la hidalguía Bienvenidista de Madrid, donde se forjó su corazón taurino y se cristalizó su ilusión torera.
Sus restos fueron cremados y trasladados al columbario de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, mientras son definitivamente depositados en la capilla de la monumental de San Cristóbal, plaza de los últimos sueños del señor de los ruedos, César Faraco. (J.R.)

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