lunes, 7 de noviembre de 2011

PRIMERA CORRIDA DE LA TEMPORADA De la bronca al éxtasis.

Jardinero de San Mateo


Cuando más de 25 mil personas parecen imantadas por lo que acontece en un coso: “la Catedral taurina de América”, por más de cuatro horas, como aconteció hoy en la Plaza México, surge obviamente una pregunta ¿está en crisis la fiesta de los toros en México? Ligero e irresponsable sería responder tajantemente: no. Es evidente en estos momentos la pérdida de trapío y bravura casi generalizada de nuestra cabaña, el paulatino alejamiento del público a las plazas, producto -en parte-, de lo elevado de las entradas y del desinterés en promoverla, la ausencia de información amplia y con contenido en nuestros medios,- salvo muy honrosas excepciones-, autoridades impuestas que aprueban ganado que luego se rechaza en la plaza, promotores que anteponen sus intereses a los del aficionado, informadores venales que transforman lo acontecido a conveniencia de las empresas y los apoderados, etc.
¿Cómo explicar y autorizar una temporada en la que se anuncian los espadas mexicanos y no hay compromiso sobre la presencia de los extranjeros que hacen la fiesta aquí y allá? ¿Será cierto que hoy sólo se sortearon cuatro toros, dejándole dos “reservados” a Silveti? Pese a lo dicho, hoy se dio un cierto milagro con un encierro sin fuerza y sin trasmisión, pecando algunos de falta de trapío suficiente para la plaza mayor; con tres cuartas partes de entrada, el embrujo de Enrique Ponce y los nombres de dos jóvenes que han aprendido a cabalidad los cánones del toreo y le imprimen su personalidad y sentimiento, nos llevaron del desencanto al éxtasis con un faenón del valenciano y una obra cumbre del jalisciense Saldívar.
Mal le rodó la tarde al debutante Diego Silveti, quien confirmó su alternativa con un bello cárdeno nevado que nunca se empleó. El de la cuarta dinastía instrumentó con el capote bellas gaoneras con el compás abierto, pero la res no tenía ni fuerza ni bravura y Diego dentro de los pitones, vio con desmayo que el toro no acudía. Mostró su capacidad personal con la muleta pero con el toro totalmente aplomado estaba listo para el destazadero, a donde lo envió con varios pinchazos y una estocada ligeramente contraria. En su segundo, que repetía las malas características del que abrió plaza y además era brusco y calamochaba, sólo pudo dar un bello quite con tafalleras y un cambiado por la espada al inicio de la faena. Pretendió regalar un toro, lo que aquí se acostumbra, pero ya se habían adelantado sus alternantes, barriendo los chiqueros e iniciando la guerra de escritorios. ¡Con legítima rabia se despidió¡. Pronto triunfará.
Enrique Ponce mostró los dos lados de su valiosa y experimentada moneda. Luego de que se cambiara tardíamente a su primer enemigo llegó Pirricas, zancudo y descarado, que volvió a enfadar al público y en especial a su corte de enemigos. La res carecía de fuerza y recorrido y Ponce intentó el natural con los pocos pases que tenía, matándolo con una contraria entre pitos de la audiencia. Con el cuarto, que sí trasmitía, dio bellos lances con la capa y brindó a un público todavía dividido, pero surgió el toreo del maestro que lo ha hecho el consentido aquí. Dio varios pases en redondo y al romper el toro, parsimonioso y con la derecha baja, dio pases enormes, disfrutando de su temple y arte para que el público estallara en aplausos. El toro iba a más y él le dio tiempo y distancia -como lo hiciera con Notario de la misma sangre hace dos años- dictando cátedra. Molinetes, pases de la firma, una rodilla en tierra y luego de un pinchazo mató a volapie, recibiendo una justa oreja. Pero no era suficiente para él, llegó el regalo: Escultor. Lanceó hermosas verónicas y remató con dos medias por los dos lados. Brindó a Antonio Tejero, su peón de confianza que se retira, y sabiendo que él puede con todos los toros, en todas las plazas y en todos los tiempos, sacó del arcón su mejor repertorio, incluyendo la poncina ante el éxtasis general. Luego de más de 100 pases, pinchó y luego dio un soberbio estoconazo. El inútil del biombo lo robó y todo quedó en una vuelta con las notas de “Las Golondrinas” para el futuro apoderado de David Mora.
La tarde llegó a su mejor momento con Saldivar. No con su primero, pese a que le encontró el lado y le recetó excelentes naturales rematados con el de pecho. Se vieron las olvidadas “capetillinas” y respondió el público sonoramente a su aguante y poder. Mató de pinchazo y de tres cuartos delantera a un toro complicado y áspero. Entonces, iríaa por un triunfo en el quinto, pese a que el animal se amarraba al suelo. Lanzó la montera y dio una escalofriante cambiado por la espalda. Sus derechazos, adelantando el engaño, lentos y ajustados, merecieron fuertes aplausos. De pie la gente cuando instrumentó las bernardinas. Mató con estocada contraria y el juez generoso o invidente, le dio las dos orejas. Volvió con el segundo reserva –innecesariamente- y aquí la armó con un capacho “Buen Mozo” al que recibió con chicuelinas y tafalleras. Citó con la muleta plegada y la faena fue creciendo, magníficos derechazos hasta dosantinas varias veces repetidas y bien coreadas por el coso metropolitano. Como mató de excelente volapie, se le otorgaron las dos orejas y ….. el rabo. Acompañado del ganadero,- reprobado hoy-, dio vuelta al anillo y salió en hombros.
Saldivar, Silveti y Juan Pablo Sánchez, al que le acabamos de ver una exquisita faena en Morelia, constituyen la nueva versión de los “Tres Mosqueteros” (Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo), una esperanza fundada en la tauromaquia exhibida en sus cortas y brillantes carreras atendidos por reconocidos maestros, ellosque deben constituir una fuente de renovación, arte, juventud y categoría que compitan gallardamente con los peninsulares, muy queridos de la afición nuestra: Julián, Talavante, Manzanares, Sebastián y por supuesto el maestro Ponce……… como sucedió hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario