Todo empezó de manera formidable. Un chupinazo de El Juli al que pasaportó de un volapié
Se retrasó el paseíllo un cuarto de hora por el mal estado del piso, con charcos importantes. Los empleados de la plaza echaron serrín con palas y hubo un chaval que lo hizo con arte, temple y cadencia. Cada vez que tiraba dicho serrín, parecían naturales hondos y largos y la gente se puso a gritar ¡ole!con gracia y salero. Eso fue lo que le faltó al lote del ganadero albaceteño Daniel Ruiz: recorrido, gracia, bravura y emoción en sus toros.
Sin embargo, todo empezó de manera formidable. Un chupinazo de El Juli, que entendió a la perfección al burel de apertura, al que pasaportó de un volapié. No escribo julipié.
Pero poco a poco, las cosas se vinieron abajo, aunque en los principios Manzanares pegó dos tandas con la derecha a su primer toro de gran categoría. Los derechazos, claro. Era algo raro porque José María iba vestido de chocolate; el toro, igual. Se confundían... Y llegó un momento en que no sabíamos bien quién era el toro y quién era el torero. El toro se vino abajo, como los demás de la corrida. En el quinto, la otra oreja del alicantino fue por su habitual manera de matar al recibir.
Daniel Luque también pudo ligar dos series con la diestra antes de que el tercer toro se viniera abajo. Era el momento de volver a pensar en el chaval de la pala y el serrín repartido...
El público ya lo tenía metido en la cabeza, esa corrida se iba al carajo, pero Francia y sus aficionados tienen la mayor virtud: la paciencia del invierno y el souvenirde las faenas de la temporada. Pasarán diez meses y volverá esta Fiesta en el año de nuestro país, hoy en día apoyados por el real decreto español celebramos la universalidad del toreo. Ayer no; mañana sí que sí.
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