Información y Opinión Taurina de Venezuela para el Mundo, por el periodista y crítico taurino venezolano Víctor José López "EL VITO"
martes, 27 de septiembre de 2011
PAQUIRRI: de cómo un torero se convierte en leyenda
AURA CECILIA COLMENARES
¡No fue en la corrida más grande que se vio en Ronda La Vieja, tal como cuenta Mariana Pineda y ya habían pasado las cinco de la tarde, pero qué tema habría sido para Lorca, plasmar y hacer sentir tu muerte, torero de postín!
Francisco Rivera “Paquirri”, ¡ Maestro! No se te puede hablar en pasado, hoy es cuando más eres. Tu muerte sacudió a España, a Hispanoamérica, a Francia, a Portugal y al mundo entero que vio, aun sin conocer la Fiesta Brava, los interminables segundos en que el toro “Avispao” de la Ganadería de Sayalero y Bandrés, te hizo blandir el aire cual si fueras pañuelo en desesperado adiós y luego tu sonrisa de siempre en el momento culminante con tu entereza y hombría, afrontando la muerte queriendo tanto la vida.
“Moría tan vivo que daba miedo verle. Entró en la muerte por su propio pie” dijo el dramaturgo Antonio Gala. Tu muerte inspiró a plumas muy disímiles, no sólo te escribieron periodistas taurinos sino gente de diversas formaciones y tendencias.
Eras de Andalucía, de la Provincia de Cádiz, nacido en Zahara de los Atunes y criado en Barbate. Imagínate Paco, las guitarras que hoy rasguean coplas para ti, las Sevillanas de letra triste que hablan de tu muerte y las de letra alegre que hablan de tu vida. En algún escrito leí que a la Virgen del Rocío le ha salido otra lágrima, claro tú eras tan rociero, siempre ibas a caballo hasta su Ermita en la Romería.
Francisco remontemos el tiempo para saber el camino que recorriste hasta llegar a la Plaza de Pozoblanco, ciudad de 15.000 habitantes en la Provincia de Córdoba, el 26 de septiembre de 1984. Pensabas que iba a ser tu última corrida de la temporada española y resultó ser tu última corrida de mortal.
Eras hijo de un torero frustrado que trabajaba en el Matadero de Barbate. ? Ver toros desde pequeño te ayudó a ser tan valiente? ¡Qué gusto para tu padre vivir en tí su gloria añorada!
En 1962 a los catorce años debutaste en un cartel de becerrada. A los dieciséis, tu primera novillada con picadores. A los dieciocho el día de tu Alternativa, no puedes tomar los trastes por una grave cogida que no era la primera. Tuviste que esperar que sanara la herida para poder tomarla. Y como siempre la Confirmación, tu doctorado taurino, en la Plaza de las Ventas de Madrid en la Isidrada del 67. Toreaste 18 años consecutivos en España, Francia y América, en todas las ferias importantes y no importantes, ganando en múltiples ocasiones los codiciados trofeos.
Fue una vida de sacrificios, porque de pequeño había hambre, pobreza y esa meta trazada que te marcó los muslos con puñales redondos. Tu oficio fue el toreo, eras un buen obrero, cumplido , aguantador. Te ibas a retirar de matador de toros, te ibas a jubilar a los 20 años de alternativa pero ya estaba escrito que no seria así.
¡Y como toreabas! Dicen algunos que no tenias arte, tu toreo era alegre y muy completo. Cuando querías que era casi decir siempre, esperabas la salida del toro de los chiqueros con una “Larga Afarolada de Rodillas”, el toro en plena carrera, con el ímpetu y la fuerza de un animal que nace, crece y vive sólo para ese momento, y tú… de rodillas, le cambiabas el viaje, en términos taurinos, haciendo revolotear el capote por encima de tu cabeza cual un mantón de Manila. Despertabas con esto un clamor general en la Plaza y ya tenías a todos atentos a tu faena, con temple de principio a fin sin que menguara la emoción que en Pozoblanco se tornó tragedia. Llevando a picar a “Avispao”, te picó, ¡Qué pena!
Y tus banderillas, al quiebro o sentado en las tablas, siempre “asomándote al balcón”, demostrabas tu gran forma física al retirarte corriendo en retroceso sin perderle la vista al toro. De nada te sirvieron esos muslos veteranos al engancharte Avispao. Con el estoque, certero, firme, como tus palabras en la Enfermería de Pozoblanco.
De tu pobreza habla tu vivienda en Barbate. Hasta el día de tu primer matrimonio en 1973 vivías en la Calle Albufera No 8, en las afueras del pueblo, en un bloque de 4 pisos, la calle sin pavimentar. Es cierto que no se ven señoritos toreros. Seguiste el rumbo de maletilla a torero, de pobre a rico, de tradición, de sueños que se convierten en realidad arrimándose cada día al toro, hasta que se logra tener la finca, la ganadería, el dinero, la mujer amada, los hijos y el respeto de la gente que a tu paso dicen: ¡Maestro!
Dejaste tres hijos varones que tu prematura partida ayudara a ser hombres. Francisco y Cayetano de 12 y 8 años. La madre, Carmen Ordoñez Dominguín, hija y nieta de toreros, rondeña. De vuestra felicidad quedaron ellos, lo más grande que hay.
Tu segunda mujer, Isabel Pantoja, una tonadillera del Barrio de Triana que te llevó en sus canciones y tú la llevaste al altar por todo lo alto, con toda Sevilla de testigo como también lo estuvo en tu despedida. Te dio a Francisco José, es tan chico que todavía no te puede echar de menos. Ese niño tiene de padre un mito que ya es historia. ¡Qué grande vas a ser para él!
Regresemos a otra realidad, te has preguntado ¿De qué ha servido tu muerte? Fue el tema principal del último Congreso Mundial de Cirugía Taurina.
Los 18 ediles del Concejo Municipal de Barbate votaron por unanimidad, te fuera erigida una estatua allí, en tu pueblo.
Tu muerte sirvió para darle al toreo nuevamente su sitial de honor, de sangre y color, de oficio de hombres cabales que tarde a tarde se juegan la vida frente a “Avispaos”, “Bailadores”, “Isleros”, “Pocas Penas” y tantos otros anónimos que no han tenido como tu la suerte de pasar a la historia. Has desplazado a Manolete, a Joselito, a Granero, a tantos también ajusticiados por los toros, porque los avances de la tecnología de hoy nos permitieron sentir y presenciar el dolor de tu muerte como testigos presenciales. Para sorpresa de todos, la misma tecnología avanzada de hoy, se quedó impotente frente a tu trágico sino marcado, que parece haber surcado una profunda brecha de dolor en el mundo taurino. A escasos días del primer año de tu muerte, “El Yiyo”, aquel muchacho de 20 años que alternaba contigo en Pozoblanco y le tocó matar a Avispao, declarando luego que esa había sido la peor experiencia de su vida por la cual no quería volver a pasar. Ahora ha muerto en la Plaza de Colmenar Viejo, más rápido que tú, después de un volapié ejecutado tan bien que lo puso a merced de la última embestida del toro antes de rodar por tierra con el estoque hasta la empuñadura. Se fue sin haber llegado a saborear el triunfo que tú si conociste, pues apenas comenzaba la escalada. Ahora forma parte de tu historia.
De Manolete en Linares dice una Elegía “Lo he visto morir matando y lo he visto matar muriendo” . De tí, Francisco, podría decir que te moriste viviendo, mandando, con esa sonrisa inolvidable de tantas tardes de triunfo que selló esa tarde, tu tarde, y se fue apagando camino de Córdoba cuando tenias tantas ganas de vivir.
Para despedirte, Sevilla te hizo una alfombra de claveles blancos y al grito de ¡Torero!, te acompañó en tu último paseíllo. La ciudad entera se volcó en tí, maletillas y toreros, personalidades y pueblo, todos honrando la raza del hombre español que eternizaste con tu holocausto.
Tu pueblo te rinde pleitesía en bronce.
Tu mujer, tu viuda, de cantar felices abriles, cuenta tristes septiembres, vestida de negro sufriendo tu ausencia.
Tus hijos crecen a la sombra de tu grandeza.
Maestro, la afición que te rindió tributo con conocimiento y el mundo entero que se conmovió con tu muerte, parece oírte decir:¡Va por ustedes!
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