domingo, 4 de septiembre de 2011

La gran fiesta de Ronda



ANDRÉS AMORÓS / RONDA (MÁLAGA)

En Ronda —definió Rilke— «se resumen todas las cosas que yo he deseado». En esta corrida se han resumido todas las emociones que puede suscitar una gran tarde de toros, en un escenario único. Los tres diestros han salido a hombros, habiendo cortado tres orejas: el pueblo los ha aclamado triunfalmente como héroes.

En rigor, la tarde ha sido totalmente del Juli, con dos faenas rotundas, completas, con el único lunar de la espada (en este momento, su talón de Aquiles): tres merecidas orejas. A Cayetano, que reaparece, sus paisanos le obsequian generosamente. Manzanares no tiene suerte en su lote y en el segundo sobrero despliega su estética. Los toros de Cuvillo, que debutaban en esta corrida, han permitido, en general, el lucimiento.

Motivadísimo ha estado hoy El Juli. En el primero, hace una demostración de poder y suficiencia: naturales suaves, derechazos templados. Como sufre un desarme, se encorajina, prolonga demasiado el muleteo: demuestra a todos (al toro y al público) que es él el que manda. Llega a abusar del toro, se pasa de faena: la espada reduce el premio a una oreja.
Brindis a la duquesa de Alba

El cuarto embiste con fijeza. Lo brinda Julián a la duquesa de Alba y, en el centro, se hincha a torear: series de muletazos magníficos, llevando prendido al animal. Liga el pase de las flores con remates de absoluta seguridad; pone al público en pie. Acaba con doblones por bajo, muy estéticos. Es faena clara de dos orejas y se las dan, aunque mata a la segunda, con una muerte espectacular del bravo toro, «Pegajoso», premiado con la vuelta al ruedo. En ese momento —recuerdo a Lorca— «parecía que la tarde se ponía más morena».
Reaparición de Cayetano

Cayetano es de Ronda, reaparece en Ronda, con un vestido diseñado por Cayetana (duquesa de Alba). El malvado Borges diría que es casi una redundancia... El tercero, castaño, flojo, se deja torear. Cayetano compone la figura, antes de que el toro embista, acompaña el viaje: logra la estética pero no el mando. Por eso, pasa varios apuros a la salida del muletazo o de la serie. Lo mejor: una estocada, entrando con decisión. Oreja generosa de los paisanos.

El panorama es igual en el sexto. Después de un quite vistoso por tijerillas, brinda a la duquesa de Alba (según me dicen, le desea felicidad en su próxima boda), recibe al toro de rodillas, lo lleva al centro y le da distancia: los muletazos tienen empaque pero escaso mando. Un precioso pasodoble, «La Concha flamenca», inflama más los ánimos. Después de un amago de recibir, mata eficazmente: dos benévolas orejas.

A Manzanares le ha tocado claramente el peor lote. Sus dos enemigos plantean problemas. El segundo se defiende, queda corto, puntea. José María se esfuerza por alargar la embestida: logra, al final, algunos hermosos naturales. El habitual estoconazo le da la primera oreja.

El quinto es aún peor: muy rebrincado, vuelve rápido, se para. El diestro está digno, valiente y mata de otro espadazo.
Sobrero de regalo

Después del sexto toro, con las pasiones desatadas, José María pide el sobrero, que se lastima. El segundo sobrero, manejable, lo brinda a sus compañeros de cartel y a Rivera Ordóñez: despliega aquí toda su estética mediterránea. Sus preciosos muletazos —recuerdo a Cañabate— encajan bien con la belleza de estos arcos y estas columnas. Mata recibiendo y corta también dos orejas.

Fiesta inolvidable, en este coso, cantado por Bergamín: «De Sevilla era el aire, / de Ronda, el fuego, / y los dos se juntaron / en el toreo».

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