sábado, 10 de septiembre de 2011

EL JULI MANDA, MANZANARES SEDUCE Y TALAVANTE A HOMBROS ...y la gente, feliz, dándose abrazos, por haberlo visto...


¡Gran tarde de toros! Los tres diestros salen en hombros y la gente, feliz, dándose abrazos, por haberlo visto. Los toros de Victoriano del Río han sido demasiado flojos; alguna oreja, demasiado benévola. Pero El Juli y Manzanares —como diría algún amigo sevillano, subrayándolo con el gesto y la entonación— han estado cumbres, cada uno en su estilo. Talavante se esfuerza por no quedarse atrás.

ANDRÉS AMORÓS / VALLADOLID



La emoción que produce el toreo puede dirigirse básicamente a la inteligencia, que se complace al ver el mando, la claridad de ideas, la técnica; también puede centrarse en la estética, en la pura belleza plástica. Como advertía Corrochano, esto último es más fácil de apreciar: basta con tener un poco de sensibilidad. Lo primero requiere conocer al toro (lo más difícil, en este arte).

El Juli y Manzanares lideran hoy el escalafón, en estas dos líneas. Julián ha tenido una tarde redonda, completa. La lidia del primero, un buen toro, funciona como un mecanismo de precisión. Aplica El Juli una técnica que parece infalible: en el comienzo, con derechazos, perdiendo un paso, para ir metiendo al toro en la muleta; después, naturales, alargando el viaje, gustándose; por último, alardes, para enseñar su mando absoluto. Parece que esté demostrando que él puede hacer tan bien como cualquiera todo lo que los demás hacen. Estocada trasera: dos orejas.

En el cuarto, la corrida parece hundirse: devuelven por flojo al titular, el picador descuerda al primer sobrero. El segundo sobrero, de Zalduendo, mansea, huye, hace extraños. El Juli lo brinda al público: lo dobla por bajo, muy firme, impone su dominio. Aunque el toro tiene poca clase, le saca todo, lo encela con el cuerpo, arranca muletazos. La faena, para mí, tiene todavía más mérito que la primera. La estocada cae contraria, de tanto atracarse de toro. Un fallo en el descabello le priva de la segunda oreja: absurdo.

El segundo humilla mucho pero se rompe en varas, flojea demasiado en la muleta. Manzanares demuestra que atesora clase: algo que se tiene o no se tiene, sin solución. Cuando acompaña el muletazo con el cuerpo, suscita un clamor. Algunos naturales son preciosos pero el toro se para, la faena es discontinua. Se empeña en recibir a un toro muy parado; lo consigue a la segunda, una extraordinaria estocada. No le dan la oreja. Pasa a la enfermería, indispuesto.

Vuelve para matar al quinto, flojísimo, claudicante. Dibuja derechazos bellísimos, naturales de categoría, pases de pecho interminables. Dentro del toro que es y de su concepto del toreo, no cabe torear mejor: suavidad, temple, armonía. La estocada, recibiendo, queda imperfecta; si no, le hubieran pedido el rabo.

Talavante, que reaparece, intenta estar al nivel de sus compañeros. Inicia su faena al primero en plan «tomasista», con estatuarios. El toro se cae o se para. Buena estocada y oreja benévola.

En el último, muy decidido, liga muletazos, aguanta parones, consigue algunos naturales largos; al final, arrimón. Estocada y otra oreja: puede también salir en hombros.

El Juli y Manzanares son dos grandes toreros. Forman una buena pareja, se complementan. El Juli manda en el toro y, por eso, manda en la Fiesta. Manzanares seduce con la suavidad de su estética. Representan, hoy, dos grandes líneas de la Tauromaquia clásic

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