viernes, 30 de septiembre de 2011

Balañá: «Creo que el próximo año habrá toros en Barcelona»

El empresario rompe el silencio en una tarde de lágrimas de toreros y de hombres
Pedro Balañá y José Tomás
ROSARIO PÉREZ/ ÁNGEL G. ABAD / BARCELONA

La última, se acabó la historia. La tarde pesó como una losa en los tendidos abarrotados. Una sensación entre rabia y resignación, una congoja colectiva que al final estalló en la reivindicación de una Fiesta que también es catalana. Los cientos de espectadores que se lanzaron al ruedo a izar en hombros a los toreros reclamaban justicia. Uno de los jóvenes que más ha trabajado en esa resistencia que se ha creado en Barcelona contra los ataques nacionalistas, Paco Píriz, aseguraba que «esto no puede acabar así». Y en el mismo convencimiento se expresaron los dos dirigentes del Partido Popular que pueden frenar aún los intereses políticos contra el espectáculo taurino.

La presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, y el líder barcelonés, Alberto Fernández, coincidieron desde su barrera en que «no será la última corrida en la Monumental». Los dos tienen en sus manos atar corto a CiU en la Generalitat y en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal. «El sentimiento que han demostrado el público y los toreros nos enseña que ésta es una Fiesta de Cataluña», clamó Sánchez Camacho, mientras Fernández lanzaba la advertencia de que «al querer matar una tradición han conseguido que renazca con más fuerza». Palabras también de esperanza del empresario Pedro Balañá, que en sus primeras manifestaciones tras años de silencio sentenció con un lacónico «creo que en 2012 habrá toros en Barcelona».

Por la Gran Vía se vivió de nuevo el cortejo de un torero a hombros. Rodeaban al héroe catalán los alumnos de la Escuela Taurina de Hospitalet, los noveles cuyo sueño de hacer el paseíllo en su Monumental se ha visto truncado. Admiraban a Serafín Marín avenida arriba, entre lágrimas de «torero y hombre, con sentimientos indescriptibles». Los ojos de Alejandro de Benito, el discípulo catalán más aventajado, se nublaban de pena negra como la piel de toro: «Siento una impotencia tremenda. Es un sinsentido que los políticos quieran arrebatarme parte de mi vida, porque mi vida es el toreo. Lo que nunca nos robarán es la afición». A su vera, el subalterno El Niño de Santa Rita, que con su terno azabache compartía emociones con la multitud de aficionados que colapsaban las calles. Los conductores no salían de su asombro: un torero a pie y otro rozando el cielo por el mismísimo Paseo de Gracia, con los brillos de los vestidos reflectándose en el escaparate de Chanel. Después de recorrer más de tres kilómetros, llegaron al hotel OMM, cuartel general de José Tomás, quien declinó marcharse a hombros por las «carrers» y se subió a la furgoneta tras cruzar la Puerta Grande. Sí se fue en procesión Juan Mora, quien ascendió por la calle Marina hasta a su hotel «muy emocionado por una tarde inolvidable».

Y mientras cada matador tomaba una dirección con sus seguidores, en el umbral del coso se caldearon los ánimos entre aficionados y antitaurinos, con los mossos de árbitros...

Antes, en el callejón, el colombiano César Rincón no ocultaba su indignación: «Las gentes que llevan las riendas de la democracia no deben coartar la expresión de este arte». No faltó a la cita el ganadero Álvaro Núñez del Cuvillo, «con mucha tristeza y nostalgia al recordar las tardes tan maravillosas que hemos vivido aquí». Pese a su desencuentro de este año con el torero de Galapagar, solo tuvo palabras de elogio: «Ha estado soberbio con capote y muleta». Y de la parte puramente taurina a la reivindicación: «Si estamos en un Estado de Derecho, ¿dónde queda el derecho de las minorías?» Y abrocha al volapié: «Hablan de animalismo, pero es puro nacionalismo».

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